- La vergüenza del frustrado sueño americano provoca pérdida de contacto familiar
- “Nos vamos desapareciendo a nosotros mismos por no notificar”
Cuando por voluntad propia suspenden el contacto con su respectiva familia, los migrantes contribuyen a espesar la confusión que genera el éxodo de centro y sudamericanos hacia Estados Unidos, refirió Juan Pérez, coordinador de Casa Migrante Camino a la Vida.
“Hay dos clases de desaparecidos: los que por vergüenza no regresan a su patria, las personas que no alcanzan a llegar a Estados Unidos y se quedan viviendo en la frontera, por alguna cosa pierden contacto con su familia. No cumplieron los sueños que llevaban. Otras son las que viven al otro lado, hacen otras familias y ya no tienen contacto” con las primeras.
Tras 20 años como migrante en la unión americana, Pérez aseguró que el arraigo familiar se diluye al pasar el tiempo.
Por la mente de quienes se quedan a la espera de noticias, dijo, circulan ideas como la muerte o el asesinato, muchas veces erróneas.
“Esa es una tendencia en todo el continente. Nos vamos desapareciendo a nosotros mismos por no notificar. Sí hay gente que fallece en el transcurso, que se pierde en el desierto, son cifras que no podemos tener porque no hay quién las reporte, los cuerpos se deshacen”.
El declarante no descartó que la situación referida tenga lugar en Aguascalientes. De igual modo expuso algunas incidencias ocurridas en la localidad.
“El año pasado dos personas de Calvillo y de La Panadera, Aguascalientes, se perdieron en el desierto, pudieron recuperar sus cuerpos”.
Hace un par de meses dos jóvenes capitalinos se ahogaron en el Río Bravo. Otro caso reciente tiene como protagonistas a varios residentes de Cosío, quienes se extraviaron en el desierto, entre Fort Worth y Dallas.
En Casa Migrante Camino a la Vida hay una lista con 140 personas asistidas a disposición de quienes buscan a algún desaparecido.
Juan Pérez señaló que la organización trata de recuperar el registro de otros mil 200 migrantes, contenido en un disco duro averiado.
Foto: Roberto Guerra