Conejo blanco / Envoltorio de papaya - LJA Aguascalientes
16/11/2024


Alice: How long is forever?

White Rabbit: Sometimes, just one second

Lewis Carrol

 

Vox Populi, Vox Dei

Más de 120 mil personas no pueden estar equivocadas… Esa es una forma de atender un número, relacionar la cantidad de coincidencias con un hecho cobija a quien cita de cierta seguridad que es difícil desprenderse. Nada como cobijarse con una suma para hacer innecesario cualquier argumento, sobre todo si se agrega “miles”, mucho mejor si son “millones”, al agregar ceros a la derecha sólo se puede ganar, ¿cómo contradecir a esos miles o millones que coinciden con algo?

Al epígrafe de esta colaboración más de 120 mil 600 personas le han dado Me gusta en Facebook. Y cómo no, el diálogo tiene lo suyo. De hecho, cuando lo leí salté sobresaltado porque la frase me caía como anillo al dedo para algo que estaba escribiendo, la cita funcionaba como creo que deben de hacerlo en un texto, es decir, no sólo ampliaba las posibilidades de lectura de lo que iba a escribir, no revelaba nada de lo que intentaba decir, sino que le daba coherencia y, mayor razón para emplearlo, además rendía tributo a un autor que admiro, con la posibilidad de tender un puente de lo que yo escribo hacia Carroll.

Apunté la cita en mi cuaderno de notas para usarla más tarde.

 


Follow the White Rabbit

El personaje que interpreta Keanu Reeves en The Matrix duerme agotado sobre el escritorio, en el monitor de la computadora aparece: “Despierta, Neo… La Matrix te tiene… Sigue el Conejo Blanco”, mensaje que después lo llevará a irse de fiesta con unos clientes, pues una de las chicas que lo invita tiene tatuado a ese animalito en el hombro. La referencia, por supuesto, es al personaje de las novelas de Lewis Carroll, la frase es ya un lugar común de la cultura pop y alude a dejarse llevar por una mínima señal para encontrarse con aventuras extraordinarias.

El Conejo Blanco (entre muchísimas otras interpretaciones) representa algo aparentemente inofensivo que lleva a Alicia al País de las Maravillas, volví a la cita, podía usarla, servía; sin embargo, al releerla “algo” no cuadraba, sí parecía un diálogo de Carroll, pero no en la boca de ese personaje, la contundencia de la respuesta era digna de otra voz, el Gato de Cheshire, por ejemplo.

Seguí al Conejo Blanco, ni en Alicia en el País de las Maravillas ni en A través del espejo y lo que Alicia encontró ahí aparece tal diálogo… Más de 120 mil 600 personas (y contando) sí se pueden equivocar. De hecho, al releer la cita uno cae en la cuenta que al apellido del seudónimo que empleó Charles Dodgson para firmar su obra literaria le falta una “l”… peccata minuta, comparado con que miles circulan en la red una referencia que no aparece en sus libros.

En el fondo, también resulta insignificante sobresaltarse porque le adjudican una frase al autor de las Alicias… No es para tanto, después de todo, desde una perspectiva optimista, es una forma de acercarse a la obra. Qué chocante perder el tiempo en esas minucias, actitudes como la mía –escuché el reclamo del buenpedista que todos llevamos dentro– solo consiguen alejar a los posibles lectores.

Deseché la cita, aunque dudo que alguien verifique la veracidad de la cita, lo más importante es que yo sé que no es cierta; también la descarté porque suelo no dejarme ganar por ese buenpedista que me susurra y, para acabarla, creo que muy pocos de los miles que le dieron Me gusta a la cita apócrifa estén interesados en verificar su origen, ni por descuido buscarán la obra de Lewis Carroll… aunque claro, es una suposición, a la que no acompaña la contundencia inequívoca del número. Es sólo mi opinión, no hay “miles” o “millones” que la sustenten, aunque ahí estén los hechos.

 

Las fotos pueden mentir

Roberto Schmidt es el autor de la foto que indignó a muchos y fue el meme de la semana, la imagen del momento en que la primera ministra de Dinamarca, Helle Thorning-Schmidt, aprovecha el lugar que le tocó durante el funeral de Nelson Mandela para tomarse una selfie en medio de Barack Obama y David Cameron, el primer ministro británico. Qué momento, qué indignación, qué falta de tacto, no sólo porque eran las exequias de “Madiba” (como nos atosigaron los buenpedistas), además hizo enfurecer a Michelle Obama… Rápido, a la memefactoría para poner frases ingeniosas.

En el blog de los corresponsales de AFP, agencia para la que trabaja Schmidt, el fotógrafo escribió que al momento en que la primera ministra tomó su móvil para la selfie los sudafricanos que estaban en el estadio bailaban, cantaban y reían en honor a su “líder fallecido. Era más como un ambiente de carnaval, para nada mórbido. La ceremonia ya había durado dos horas y duraría otros dos. El ambiente era totalmente relajado. Más tarde leí en las redes sociales que Michelle Obama parecía estar bastante molesta al ver que la primera ministra danesa se tomaba la fotografía. Pero las fotos pueden mentir. En realidad, pocos segundos antes de la primera dama se encontraba bromeando con los que la rodeaban, Cameron y Schmidt incluidos. Su mirada severa fue capturada por casualidad”.

Narra el fotógrafo que no pensó que la imagen que capturó pudiera tener ese impacto, de hecho, no ve nada de qué quejarse. Al final, lamenta que todo el trabajo que realizó el equipo de AFP para mostrar la reacción de la gente de Sudáfrica por la pérdida de quien consideraban un padre fuera trivializado por la interpretación de la imagen en que aparecen Thorning-Schmidt, Cameron y el matrimonio Obama. Cierra Roberto Schmidt: “Confieso también que me hace sentir un poco triste el que estemos tan obsesionados con trivialidades del día a día, en lugar de cosas con verdadera importancia”.

Y sí. Es triste. Aunque a esa interpretación de la imagen la acompañen miles, millones que quieren ver lo mismo. En el imperio de la imagen, de la banalidad, hemos perdido la capacidad de desconfiar, renunciamos a verificar, se confunde el dato duro con simples números.

Repetimos, compartimos, viralizamos lo que llega a nuestros ojos dejando a un lado el poder que brinda la suspicacia. Difícil será quejarse de cualquier engaño, lo que está en el espejo no miente, es el reflejo exacto de la renuncia a la duda.

 

Coda

Los gatitos tienen la costumbre, muy inconveniente (había dicho Alicia en alguna ocasión) de ponerse siempre a ronronear les digas lo que les digas. –Si tan sólo ronronearan cuando dicen «sí» y maullaran cuando dicen «no», o cualquier otra regla por el estilo –había dicho– lo que sea para poder conversar. ¡Pero no! ¿Cómo puede una hablar con una persona que se empeña en decir siempre la misma cosa?

En esta ocasión el gatito sólo ronroneó y era imposible saber si estaba diciendo que «sí» o que «no».

 

A través del espejo y lo que Alicia encontró al otro lado.

Lewis Carroll

 

@aldan

 


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Director editorial de La Jornada Aguascalientes
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