Amar a la vida a través del trabajo, es intimar con el más recóndito secreto de la vida
Gibran Khalil Gibran
La cantidad de personas que acceden a la universidad parece ser uno de los indicadores del desarrollo en la mayor parte de los países, es por ello que proliferan universidades por doquier y con ellas proliferan también egresados de carreras similares, saturando el mercado laboral de jóvenes llenos de ilusión y con la esperanza de colocarse en el sector productivo sin mayor dificultad.
El calvario empieza cuando reparten su currículum en diferentes empresas y además se dedican a aplicar en las ofertas que se publican por internet, para finalmente encontrarse con una negativa, en el mejor de los casos, o con un elocuente silencio que les grita que no les dieron ese deseado empleo. El tiempo pasará y con él aumentará la desesperación de estos jóvenes que acabarán aceptando un trabajo que tal vez no tenga que ver con su profesión, que será mal pagado y con el que no tendrán ninguna prestación. Es un panorama triste que se repite en muchos países del mundo y al que México no ha podido sustraerse.
Se ha desatado una especie de fiebre por llegar a la universidad, despreciando en el camino las carreras técnicas o la formación en oficios que sin duda les podrían dar mejores puestos y más remunerados, ya que hoy por hoy son los más solicitados. No todo el mundo debe tener una carrera universitaria para sentirse realizado, ya que existen actividades necesarias y que dan grandes satisfacciones a quienes las ejercen. El estudio y la preparación no deben parar, es cierto, pero también hay que empezar planear el futuro de una manera más sensata y consciente de la realidad que vive el mundo globalizado para encauzar la formación en actividades que realmente se precisen en el sector productivo.
Cuando una gran empresa abre sus puertas en alguna entidad, las universidades empiezan a ajustar el currículum a las necesidades de la misma y además lo hacen todas al mismo tiempo. La realidad les dará un golpe, pero no tan duro como el que les dará a sus egresados, porque sin importar la magnitud de la empresa, la verdad es que no serán muchos los puestos que se ofertarán a los que tengan estudios universitarios. Los miles de empleos que se auguran son, en su mayoría y no nos engañemos, para técnicos y obreros
Las universidades no se sienten en absoluto responsables del fracaso de sus egresados a la hora de encontrar trabajo y suelen promocionarse garantizando la calidad de sus programas, los intercambios estudiantiles y demás servicios; algunas de ellas lo hacen ofreciendo además computadoras, teléfonos inteligentes o becas, con tal de aumentar su matrícula, pero hasta ahora ninguna se atrevería a prometer, a modo de regalo, que al salir de la carrera le garantizarán un empleo y creo que en justicia tendrían que hacerlo, o de otro modo no deberían jugar con el futuro de los jóvenes al ofrecer carreras con las que, de antemano saben, no tendrán ninguna oportunidad en un mercado saturado de las misma profesiones.
Sin embargo, no sólo tienen su parte de responsabilidad por ofrecer carreras que no necesita el mundo laboral, sino también por preparar gente con mentalidad de empleados, a pesar de contar con programas de emprendimiento. La verdad es que los jóvenes que salen de la universidad y no encuentran empleo se sienten un tanto desamparados porque cuando piensan en la opción de autoemplearse, de preferencia en aquello para lo que han estudiado, no saben bien cómo hacerlo. Al final, un alto porcentaje de los que se deciden, acabarán teniendo un puesto de comida o algo similar, tirando por la borda los años de preparación y estudios universitarios que no necesitaban para eso.
Las universidades mexicanas están inmersas en una dinámica de evaluación institucional que les permite acreditar sus programas para poder hablar de calidad en su oferta educativa y por supuesto poder difundirlo para que los potenciales alumnos las elijan con conocimiento de causa. Se evalúa el contexto, los insumos, los procesos y finalmente los productos, y es aquí donde la evaluación debería poner mayor atención.
Cuando se hace alusión a productos en la evaluación institucional estamos hablando de la atención que se le debe dar a los egresados, porque es en esta parte donde se encuentra la Educación Continua, encargada de proporcionarles cursos de extensión que los mantengan actualizados y dentro de la dinámica de una sociedad de cambios vertiginosos. También se encuentra la bolsa de trabajo, que si se lleva adecuadamente puede ser un gran apoyo para que los graduados encuentren un empleo acorde a la profesión que eligieron.
De ahora en adelante, cuando un alumno esté pensando en estudiar una carrera universitaria deberá fijarse en la pertinencia y la calidad de las carreras que ofrece, en el profesionalismo de su programa de emprendedores, pero sobre todo deberá fijarse en el cuidado que tienen con la actualización de los egresados y en cómo gestionan su bolsa de trabajo. Tal vez sea tiempo de empezar a evaluar a las universidades por la cantidad de egresados con empleo. De nada sirve que todos los procesos sean de calidad si el producto final es un desempleado del que su alma mater no se siente responsable.
Twitter: @petrallamas