A la espera
El enfoque impositivo y moralizante de las campañas de lectura está condenado al fracaso, no veo cómo la idea de ser “mejor” pueda resultar atractiva para nadie, en especial para los más jóvenes, me cuesta trabajo reconocer aliciente alguno en la promesa de los libros como objetos que harán de los hombres mejores personas (cualquier cosa que eso signifique); debe ser que no considero la lectura como una práctica educativa, sino como un ejercicio de placer.
Con esa perspectiva, entre las muchas cosas que se pueden decir de la lectura, es que es un aliado en la búsqueda de la inmortalidad. No conozco lector que no tenga una lista de libros que le gustaría leer, a los que crea que debe acercarse. Los hay quienes hacen listas, casi todos vamos acumulando en una pila los libros que pronto, algún día, vamos a leer; esas torres van creciendo y creciendo, acumulamos títulos con la idea de que el tiempo nos va a alcanzar para llegar a esas páginas, acumulamos sin tomar en cuenta a la muerte, con la esperanza de que en algún momento podamos llegar a ese libro que un día nos urgía leer y que a la semana siguiente ya le impusimos otros cuatro títulos arriba, tras visitar la librería, ese volumen va quedando más y más abajo, sin embargo, no se pierde la fe en que el día de lectura le ha de llegar.
Despertar el deseo
Entre los títulos que componen mi pila de libros por leer estaba Un drama de caza, la primera novela de Antón Chéjov; compré el libro no sólo por ser Chéjov, la edición que hizo la Universidad Veracruzana en la colección Sergio Pitol Traductor, fue una recomendación inevitable, una garantía por la experiencia que ya había tenido con otras obras que el autor de El arte de la fuga había traducido.
En estos días tendré que leer esa novela, lo que la trajo a la parte más alta de la pila de libros fue, otra vez, Sergio Pitol, el sexto ensayo de su libro más reciente (El tercer personaje. Ediciones Era, 2013) está dedicado al título de Chéjov, tras leer la recomendación sentí la necesidad de ir a ese libro, encontrar el placer que Pitol narra se hizo indispensable, pero seguí con el volumen de ensayos, el cual incluye el texto “Ordenar, destruir”, sobre la obra de Vicente Rojo.
Escribe Pitol sobre Códice de Vicente Rojo: “Todo ha vuelto a quedar clasificado. Pirámides y volcanes se alinean clara y apaciblemente. El fuego se ha extinguido. Pero la paz recuperada dista mucho de ser la de los sepulcros. ¡El demiurgo puede sentirse satisfecho! Sigue existiendo un ritmo. De la luz y el color se desprenden una vibración precisa y delicada”… párrafos antes, caracteriza otras de las series de Rojo: México bajo la lluvia y Escenarios. Al terminar el texto me invadió el mismo impulso de leer a Chéjov, tenía que volver a ver la obra de Rojo.
Después del silencio
Otra cita de El tercer personaje: “entiendo y comparto el apotegma de Wittgenstein. No hay nada mejor que el silencio cuando se trata de explicar una obra de arte. Pero al escritor, sobre todo al poeta, le está destinado un campo amplísimo de acción: su imaginación”. Eso era, lo que la lectura de Pitol logra es ofrecer la oportunidad de acceder al deseo, salir del mutismo desde el que se admira la obra y, al compartir, avivar el deseo de repetir la experiencia estética, o bien, animar hacia la novedad del placer.
Un drama de caza está ahora en lo más alto de la pila de libros, en el caso de Vicente Rojo, ya he pasado un buen par de horas navegando en internet viendo algunas de sus obras, pero lo mejor es que he recordado el placer de recorrer Paseo de la Reforma caminando entre la instalación de algunas de sus esculturas, también la emoción sin palabras de estar frente a uno de los cuadros de México bajo la lluvia; en mi lista de pendientes me he impuesto como obligación buscar alguna exposición e ir.
Ahora, atosigo a mis amigos comentando mis lecturas, no sólo eso, inevitablemente la conversación se desvía hacia Chéjov o Vicente Rojo, de ahí se bifurca, como formas de coral se extiende y ramifica, de un autor a otro, de un cuadro a más artistas… Me queda claro que eso ocurre cuando se comparte el placer, al rendirse a las dulzuras del diálogo que no tiene más propósito que presentarle al otro lo que a uno lo ha maravillado.
Algo personal
Uno de los motivos que ha hecho todavía más placentera la lectura de los textos de El tercer personaje es que me ha permitido descubrir lo que me molesta de quienes hoy intentan imponer su visión de lo que la cultura tiene que ser en Aguascalientes, por qué se vuelve algo personal llevar la contraria a esos grupos que declaran públicamente su empeño en hacerse de la dirección del IMAC, o el otro grupo que vende las actividades del ICA como la panacea para sacar de la miseria cultural a los aguascalentenses, es simple, ninguno intenta compartir, ambos quieren imponer, no sólo eso, hasta el momento no ha habido ninguna propuesta de cómo formar públicos.
Compartir el placer es una estrategia para formar esos públicos. Acercar la obra y un intermediario a quienes optan por el entretenimiento banal, para que exponga los motivos de su gozo. Un tercer personaje al que motive el gozo, que lo mueva la satisfacción de conversar sobre lo que le ha hecho la obra, cómo ha cambiado su mundo, cómo ha enriquecido su realidad… en la medida que ese tercer personaje tenga la oportunidad de un auditorio al cual contarle su experiencia estética, no desde el pedestal de huacales del experto con título, sino desde la imaginación, no con la intención de adoctrinar sino de comunicar su visión, será posible despertar en el otro el anhelo de descubrir lo que está más allá de su entorno, ubicarse en el mundo a través de reconocer que no hay fronteras para el conocimiento, que basta escuchar, atender a quien recomienda para ampliar su percepción.
No puede dejar de pensar en la función social que cumple el arte… Decir que ninguna, es evidentemente una provocación y también una forma del artista de no asumir su compromiso social, no con una ideología, no con una administración estatal o municipal, sino con quienes están a su lado.
Es tan poco lo que hace falta, quizá por eso es que no se hace, no se requieren grandes instalaciones, ni recursos exorbitantes, basta con reconocer que el significado de entretener es más amplio que la simple distracción y que entre los creadores hay quienes tienen la capacidad de compartirlo. Quien crea, ese artista, no requiere de puestos públicos para hacerlo, lo que se le debe brindar es la infraestructura para facilitar el acceso de todos a su obra, su placer.
Coda
La tendencia humana de interesarse en minucias ha conducido a grandes cosas, escribió Lichtenberg, y sí. Ahí la obligación, uno de los caminos a seguir.
@aldan