Para llegar al 1,680,560,420 primero hay que empezar por comprender este número: 1344448336, que así, sin comas, bien podría pasar fácilmente por una sección de la serie del valor numérico de π (pi), a primera vista es una serie de números sin mucho sentido, es necesaria la explicación, los 1,344,448,336 son pesos, es la multiplicación por cuatro del tope de gastos de campaña para cada uno de los candidatos a la Presidencia (336,112,084) el asunto cambia, se vuelve monstruoso, cuando se agregan otras cifras.
Antes del parálisis en que deja el pasmo, considere las siguientes cantidades, para llegar a los 1,680,560,420 pesos del título, que es el financiamiento total aprobado por el Instituto Federal Electoral para gastos de campaña, a los 1,344,448,336 pesos iniciales hay que sumar los 67,222,416 pesos que cada precandidato tuvo como tope para el periodo de precampañas. Más todavía, el IFE estableció como tope 1,120,373 pesos para las campañas de los candidatos a diputados por el principio de mayoría relativa.
Otros números a considerar es que en estas elecciones se elegirán más de dos mil cien cargos, aparte de presidente de la República, 500 diputados federales, 128 senadores, 579 diputados locales, 876 ayuntamientos, seis gobernadores y un jefe de gobierno, 16 jefes delegacionales y 20 juntas municipales.
Al intentar hacer la suma y multiplicaciones correspondientes pierdo la cuenta, así que volvamos al número inicial 1,680,560,420 pesos divididos entre todos los partidos y coaliciones, de acuerdo a información del IFE la cantidad se divide por partidos, de la siguiente manera: al PAN corresponden 424,784,163 pesos; al PRI 537,269,854 pesos; al PRD 225,745,363 pesos; al PT 118,098,139 pesos; al PVEM 156,507,101 pesos; a Movimiento Ciudadano 103,060,128 pesos; y a Nueva Alianza 115,095,669 pesos.
Seguir la ruta de la indignación simplona es fácil, hay quienes en la vida jamás veremos tal cantidad de dinero junta, otros ni siquiera sabemos enunciar cifras arriba de seis dígitos. Si se dividen los 1,680,560,420 pesos entre 59.08 que es el salario mínimo para el área geográfica “C” (donde está Aguascalientes junto con Campeche, Coahuila, Colima, Chiapas, Durango, Guanajuato, Hidalgo, Michoacán, Morelos, Nayarit, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Tabasco, Tlaxcala, Yucatán y Zacatecas, entre otros estados, es decir, no estamos en la misma categoría que entidades como Baja California y el Distrito Federal, vamos, ni como el municipio de Valle Hermoso en Tamaulipas), alcanza para pagar un día a más de 28 mil trabajadores (28,445,504); se podrían hacer más cuentas facilonas, dividir la cantidad mayor entre lo que cuesta un litro de leche, una consulta médica, un libro de texto… lo que guste, al final siempre se obtendrá un resultado desmedido, al final siempre parecerá un desperdicio.
Sin embargo, la ira que despiertan esas comparaciones ayuda de poco, por lo menos no aportan a un análisis riguroso acerca del costo de la democracia. Se comprende, cuando las cantidades van más allá de nuestra comprensión, cuando se piensa en lo que se podría adquirir y los problemas que se podrían solucionar con 1,680,560,420 pesos es simple denostar al “sistema”, a la “clase política” por el dispendio, de ahí al superficial: no votes, ninguno vale la pena, la distancia es muy corta.
Además de que las divisiones simplonas que he realizado no sirven de mucho, funcionan como un distractor, la atención se centra en un “hubiera” imposible y se responsabiliza a un grupo escurridizo, ellos, los otros, los candidatos se están gastando el dinero.
Y cómo se lo gastan.
Hace unos días Denisse Dresser lanzó una invitación a través de su cuenta de Twitter (@DenisseDresserG) en relación con los spots del Verde Ecologista: “Hago un llamado a abuchear los cineminutos de propaganda del Partido Verde en las salas de cine y de unirse al movimiento #cerovotosalverde”. Los cineminutos muestran los “logros” del PVEM y aparecen Andrea Legarreta y Raúl Araiza. Si le ha tocado ver “eso” en las pantallas, se entiende claramente la indignación, por supuesto que vale el abucheo.
O bien, si es usuario de las redes sociales, es posible que le haya tocado ver la campaña “no oficial” de simpatizantes del candidato a la Presidencia de Nueva Alianza: el Quadribaile (aquí el enlace: http://goo.gl/sp2Ji). Un video sobre el que Gabriel Quadri señaló que agradece “el buen ingenio de los anónimos”. En poco más de un minuto se muestra a diferentes personas que portan anteojos con nariz, cejas y bigote incluidos (estilo Groucho Marx) que al ritmo de las percusiones bailan el siguiente mensaje: “Con mis lentes y mi bigote, con este baile voy invitando a que todos voten, por el Quadri…”, hay más: “Pa’ los indecisos, para el que no quiere, para el que dice yo ya no creo, yo ya no quiero, ya llegó el Quadri con algo nuevo. Aquí vengo yo con mis lentes y bigotes y listo pa’ votar por el Quadri, un candidato muy a todo dar, por Nueva Alianza vamos a votar” y, espasmódicos, agitan los brazos. En serio.
Recientemente, Mario Vargas Llosa con motivo de su libro más reciente La civilización del espectáculo, dialogó con Gilles Lipovetsky (http://goo.gl/4NzE1), rescato una frase del escritor: “El entretenimiento puede convertirse en la columna vertebral de la cultura y eso está pasando con el beneplácito de los responsables culturales”, en otra entrevista (http://goo.gl/Lq7JI) habla de la banalización y que “tiene consecuencias no solamente en el campo de la cultura, sino en todos los otros. Por eso en el libro me refiero a la política, incluso a la vida sexual, a la relación humana. Todo eso se puede ver muy afectado si la cultura vive en la banalización, la frivolización permanente”.
Regreso al 1,680,560,420, repensar ese número y exigir a los candidatos no caer en la frivolización. A la necesidad de que rindan cuentas acerca de cómo se gastan el dinero y no quedarse en la queja simplona. Se puede, se requiere participación, imaginar, buscar alternativas para obligar a la rendición de cuentas, de otra manera, de no hacerlo, sólo nos queda abuchear una pantalla, sin posibilidad de diálogo alguno, o bien, agitarse espasmódicos mientras alguien te roba la cartera.
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