Guía para adoptar un mexicano / Nirvana a la mexicana - LJA Aguascalientes
11/01/2025

No pienso, sólo existo. El cuerpo parece que levita apenas unos milímetros sobre el suelo. Tanto la luminosidad como la oscuridad se acentúan. No hay grises, no hay matices de color o texturas. El flujo sanguíneo y, por ende, el mental andan a otro ritmo. El mundo está en estado de suspensión. Parece que la Tierra ha dejado de girar. Los sentidos, aunque en estado de quietud y paz, se aguzan y obvian lo inmediato: frío, calor, ruidos y sonidos ambientales, dolor, placer, hambre, sed. No hay obstáculos, el cuerpo deja de estorbar con sus constantes peticiones. La perspectiva se expande y borra cualquier viso de horizonte, se vuelve visión. Los caminos de solución comienzan a brotar y parecen tan atractivos que no hay razón para no tomarlos.

Cada mañana, sin falta, los mexicanos acuden puntuales al nirvana, sólo que le llaman con otros nombres: modorrez o modorra, por lo general. A caballo entre la vigilia y el sueño, las modorras y los modorros mexicanos comienzan el día a tumbos, podría pensarse que se asemejan a un zombi o a un sonámbulo, pero no, más bien guardan más parecido con un robot torpe de alguna película japonesa ochentera o caminan y se mueven con la misma gracia de Robocop, en el mejor de los casos.

Comúnmente, en el indefinible lapso de modorra suceden varias cosas: los mexicanos van al baño, orinan con los ojos cerrados, se rascan la entrepierna, se ven en el espejo sin lograr que brote pensamiento alguno, dejan correr el agua en el lavabo, no se lavan las manos, fríen un huevo hasta que se quema, tuestan el pan dos veces, contemplan el desayuno, no lo tocan hasta que les cae el veinte de la conciencia plena y, muy importante, toman decisiones de todo tipo, especialmente aquéllas que tienen que ver con asuntos financieros y sobre la educación de sus hijos.

A los mexicanos no les hace falta meditar ni recurrir a otras prácticas afectadas y new age de almas confusas y sin quehacer para alcanzar estados de conciencia alterados poco propicios para tomar decisiones y construir buenas ideas. No pensar nada, absolutamente nada, y tomar decisiones sobre su futuro es simplemente parte de su día a día.

A diferencia del sonámbulo que realiza diversas actividades simples o complejas con precisión y en un estado de absoluta inconsciencia o a diferencia del zombi que es un muerto que se mueve en respuesta a instintos primitivos reales o inducidos, el mexicano modorro se caracteriza más bien por otras maneras que lo diferencian de los anteriores: torpeza mecánica, semiconciencia, temeridad. Se trata, pues, de un espectáculo digno de apreciar y observar a detalle. Si entre su planes próximos está adoptar un mexicano, le recomendamos seguir los siguientes pasos.

Primer paso: si usted es una persona de talante científico y de curiosidad observadora, le recomendamos hacerse de todos los gadgets y programas disponibles en el mercado que le puedan ayudar a realizar y documentar una investigación con rigor axiomático: varias cámaras, de ser posible, sensores de movimiento, un lector infrarrojo de temperatura corporal, software especializado para formar, organizar y administrar una base de datos, etcétera. Quizá algún día alguna universidad le dé cabida a su investigación y lo catapulte para ganar el premio Nobel de fisiología o medicina, o el de física, o el de química, o el de economía, o el de la paz, o el de literatura, por el tema de estudio, cualquiera de éstos puede caer entre sus manos y volverlo rico y famoso.

Segundo paso: si usted es un previsor empedernido y quiere asegurar su futuro y el de su mexicano y que el nombre de su familia se mantenga sin mácula, basta un celular con una cámara más o menos decente. Grabe a su mexicano en estado de modorrez, guarde los archivos en un lugar seguro, úselos en caso de verse obligado a enderezar el árbol torcido de su mexicano modorro.

Tercer paso: si usted es una persona de ánimo chocarrero y lo suyo es tirar chanzas, zancadillas, palomitas y chifladores por el puro y honesto afán de divertirse a costillas de los demás, necesita también una celular con cámara y una cuenta en Facebook. Bastarán un video o una fotografía para destrozar la reputación de su mexicano, honorable o no. Además, los amigotes de su mexicano compartirán la mofa y lo verán a usted de ahora en adelante como uno de los suyos: diversión de mayorías, entonces, a costa de una minoría de uno, no pasa nada, pues.

Preguntas frecuentes: ¿El mexicano tiene cuerpo? Sí. ¿El mexicano tiene espíritu? No. ¿El mexicano tiene conciencia? Depende.


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