En ocasiones se considera que las y los heterosexuales, quienes viven su masculinidad o feminidad respecto a su sexo genital, tienen total libertad para experimentar su sexualidad, lo cual no es del todo cierto. Con base en “La jerarquía sexual” de Gayle Rubin, se indica que existen diversos elementos que pueden colocar a una práctica fuera de la normalidad, esto a partir de oposiciones binarias: en lo privado-lo público, generacional-intergeneracional, gratis-por dinero, procreadora-no procreadora, en matrimonio-fuera de él, sólo cuerpos-con objetos; y aunque durante las últimas décadas se ha avanzado en la apertura a la discusión pública del placer corporal y el desarrollo de las industrias rojas, aún existe el miedo a expresar el gusto por ciertas acciones como el sexo oral, las nalgadas o las mordidas.
Debido a esto, es necesario reflexionar sobre las normas que rigen la autonomía de los cuerpos, las cuales se transforman en una biopolítica a partir de la triada del Estado, las religiones y las ciencias, que designa técnicas específicas para el control del placer, la vida y la muerte; no sólo las personas homosexuales son afectadas sino cada ser humano. Por ello, se requieren nuevas movilizaciones por parte de la ciudadanía, que consideren las alternativas para generar empatía con “los otros”, los puntos de encuentro para fortalecer la colectividad a favor de la concordia, la libertad y el respecto entre sí.
Hasta hace poco, el término “diversidad sexual” era asociado únicamente hacia las personas con una identidad sexual distinta a la heterosexual, en especial debido a cuestiones políticas de movimientos civiles; sin embargo, poco a poco se amplía la discusión sobre la pluralidad de las prácticas para obtener placer corporal. Incluso se podría decir que este concepto agrupa todo tipo de comportamiento para dar o recibir placer además del coito, como el sexo oral, la masturbación mutua y diversos fetiches, que en ocasiones se consideran erróneamente como parafilias, por ejemplo: el obstruir la respiración de forma moderada a la pareja sexual durante el acto y nalguear pueden ser comunes sin llegar a la asfixiofilia o el sadismo, lo que las distancia es que no es el único recurso para llegar al orgasmo.
Después de 13 años, actualmente se realiza un trabajo a nivel mundial para la actualización de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) de la Organización Mundial de la Salud, en el cual colabora el Instituto Nacional de Psiquiatría de México. Algunos de los aspectos relevantes es que para la 11a edición del CIE se buscan eliminar los términos transexualismo, fetichismo y orientación sexual como trastornos; otro importante es la modificación al capítulo F-52 sobre disfunciones sexuales de origen no orgánico, para quitar como síndrome la dificultad para realizar el coito y el dolor durante éste por parte de las mujeres (vaginismo y dispareunia); también la sección F-65 se detallaría para aclarar los trastornos de las inclinaciones sexuales, como eliminar el fetichismo para especificar el sadismo sexual coercitivo. Así, en México se busca reconstruir el pensamiento científico que regula la llamada salud sexual, lo cual ampliaría la gama de posibilidades para la expropiación de los cuerpos; sin embargo, ¿hasta qué punto el Estado respaldará en el sector de salud y de la psicología las modificaciones planteadas por la OMS?, y algo más importante, ¿cómo transportarlas a políticas públicas más amplias de carácter sociocultural?; pues incluso esto debate directamente con las últimas declaraciones del arzobispado de Guadalajara.
Por otra parte, existen otras discusiones que son casi inexistentes en el aspecto legislativo en México, como las uniones civiles entre tres o más personas con los mismos beneficios de un matrimonio, lo cual es considerable, pues esto representaría un gasto mucho mayor para el Estado en cuestión de seguridad social, aunque también implicaría un mayor nivel de ingresos económicos, lo cual estaría acorde al 2.3 perceptores por hogar que son necesarios para que una familia cuente con una estabilidad económica moderada en la actualidad.
Debido a esto, también es importante que los llamados movimientos LGBTTT y Queers identifiquen nuevas estrategias para denunciar situaciones de vulnerabilidad y violencia, pues durante la década de los 80 y 90 se logró visibilizar y politizar los cuerpos disidentes, pero en la actualidad se requiere una nueva ola que promueva la interacción con la sociedad en su conjunto, demostrar los propios estratos al interior de estas identidades sexuales, su correlación con otros fenómenos sociales que impiden el desarrollo integral de sus integrantes para lograr avanzar hacia la erradicación de los crímenes de odio. Un ejemplo es el colectivo “Hétéros Solidaires-Sortons du placard,” que logró concientizar a la población francesa y realizar trabajo de cabildeo para que no sólo las mujeres y hombres homosexuales solicitaran el reconocimiento del matrimonio igualitario (mariage pour tous); otro caso es el movimiento de artistas de plástica contemporánea, coordinados por Anna Goodson, quienes a través de la producción de ilustraciones pugnan contra la ley en Rusia que prohíbe la llamada “promoción de la homosexualidad”, un tema que se agrega a la ya polémica agenda internacional respecto a la administración de Vladímir Putin. Asimismo, es importante la presencia de diversos jóvenes quienes a través de Twitter se han autodescrito como “bugas pro gay”, lo cual retoma un término nativo de la comunidad LGBTTT para referirse a los homosexuales, lo cual no sólo implica el apoyo sino una convergencia intercultural a favor de la inclusión, con lo que se espera reducir indicadores poco divulgados: en México cerca del 50% de las personas no heterosexuales han tenido ideas suicidas y 25% lo han intentado, y cada año son asesinadas 40 personas que se asumen como homosexuales o trans en promedio; a pesar de que en éstas mismas aportan al año cerca de 51.300 millones de pesos a la economía nacional.
*Fe de erratas: En la edición anterior de “Piel curtida” se indicaba que la prevalencia estimada del VIH en México era 0.02 por ciento según la OMS, la cifra es 0.2 por ciento. Agradezco la observación y lectura de Ma. del Carmen Terrones Saldivar de la UAA.
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