En un país donde domina la corriente machista, la contraparte y consecuencia natural es un matriarcado en ciertos aspectos de la vida, sobre todo el familiar: la participación prioritaria de la mujer en el cuidado y la educación de los hijos. Por ejemplo, en materia de posesión de los menores en caso de separaciones, en la mayor parte de los casos se da preferencia a la mamá; y aunque algunas veces esto deriva de común acuerdo de los padres, en muchas otras existe una verdadera segregación en contra de los hombres. En mis días de litigante (y según algunos colegas aun hoy día persiste esta situación) era conocida una juez cuyas resoluciones en materia familiar tenían un tufo de feminismo, de manera inequitativa favorables a la mujer en clara discriminación del varón.
Todavía hace un par de años era difícil ver que un papá litigara y luchara por conservar la posesión y custodia de los menores; más aún era sumamente raro que una mujer abandonara a sus hijos con el progenitor. En mi etapa de pasante de derecho en el Despacho Jurídico Universitario, uno de los casos más emblemáticos que me tocó litigar fue precisamente uno parecido al de Eugenio Derbez y su comedia No se aceptan devoluciones (2013): la mujer deja a su hijo con el papá y años después regresa arrepentida y dispuesta a recuperarlo, presagiando una difícil batalla judicial.
Para su debut como director, Eugenio Derbez estudió muy claramente dónde estaba parado tratándose del séptimo arte: no duda en retomar ideas de las cintas de bajo presupuesto mexicanas, la participación de Agustín Bernal (el malencarado trailero) Hugo Stiglitz (al que al mismo tiempo ridiculiza comparándolo con el caricaturesco Johnny Bravo) el cameo divertidísimo de Lola la Trailera, su faceta de galán de Acapulco (en franca referencia cruzada a Mauricio Garcés y por supuesto a los galanes del cine de ficheras) lo confirman. Hace una crítica al cine de arte en una secuencia donde Guillermo Ochoa, creyendo que hace una audición para una cinta de Cuarón, entabla un monólogo donde recuenta su participación en películas de corte intelectual. Dada la similitud con Kramer vs. Kramer, Derbez retoma algunas escenas de esta clásica del cine judicial. De su trayectoria de cómico mexicano retoma a Sammy (esperemos Conapred no quiera quitarle de nuevo su fuente de ingresos) sin abusar del personaje.
En su multipapel de escritor, productor, director y actor, su éxito ya es contundente, no sólo en México sino en Estados Unidos, esto hace que las críticas salgan a flote (a veces parece que es cierto aquello de que los mexicanos somos como los cangrejos). En Proceso de esta semana se le achaca la visión edulcorada de un Acapulco que hoy, por las lluvias y la violencia, se cae a pedazos; muchos son los que hacen énfasis en que es una comedia fácil y mediocre o de chantajismo moral (como mis compañeros de cineforever Alejandra de Alba y Héctor Enrique Espinoza Rangel). En su respuesta Eugenio Derbez dice “hablo como espectador y amante del cine mexicano. Estaba harto de ir a ver el mismo tema: pobreza, droga, narco, violencia, sexo, denuncia” en una contracrítica a lo que podríamos llamar cine de arte o de denuncia mexicano. Tal vez lo más lamentable en los comentarios negativos es la postura excluyente, como si no pudiéramos tener dos tipos de cine, de un lado el producto comercial del otro el que tenga pretensiones artísticas o de denuncia. Y así están consolidadas las grandes industrias del mundo, por ejemplo en Estados Unidos al lado del entretenimiento hollywoodense, está un movimiento de cine inteligente, lo mismo el Bollywood, no entiendo por qué no podríamos hacer lo mismo en el país, ver al cine también como producto de consumo y por ende como fuente de divisas al país. Por eso aplaudo cintas como Nosotros los nobles y No se aceptan devoluciones, marcan la pauta para crear una industria de entretenimiento del cine mexicano, que además potencializaría los recursos para otros filmes, vaya, se trata de quitarle cartelera e ingresos a los gringos para dejarlos en el país.
Coincido con Espinoza Rangel en que en Eugenio Derbez se vislumbra un director con futuro en la medida que perfeccione este género. Como actor, a pesar del tropiezo que fue su participación con Adam Sandler, otras cintas habían demostrado su capacidad histriónica, en especial La misma Luna (2007) y en lo personal me gustó mucho su personaje en la cinta de ciencia ficción mexicana Zurdo (2003). La pequeña Loreto Peralta, hace una excelente actuación y se posiciona también como una promesa en el cine mexicano.
En No se aceptan devoluciones la solución judicial al conflicto madre-padre en un principio fue la protección del interés superior del menor, por ello el juez le otorga la custodia al padre, a quien venía de muchos años cuidando a la niña. En términos reales, aún hoy en día existe discriminación judicial en contra de los hombres y las resoluciones judiciales, aun las jurisprudencias, dan preferencia a la mamá; sin embargo hay muchos jueces que han ido abatiendo estos criterios en aras de una auténtica idea de justicia, debo confesar -y presumir- que en el caso concreto que reseñaba al principio, el juez nos dio la razón y concedió a mi cliente la custodia definitiva por sobre las pretensiones de la madre. La lucha de un padre por su hijo no sólo es un homenaje a cintas como La vida es bella o Kramer vs. Kramer, es también un reconocimiento a esos padres mexicanos, cada vez menos raros, que tienen la difícil tarea de educar a sus hijos sin la participación de una mujer, que tienen que luchar contra los prejuicios machistas, en suma se trata de una liberación masculina.