- “Hay que salir, nuestras jerarquías no están hechas para la calle”
- El ser humano no es más el centro de los hechos, sino sólo de los discursos, señala
El tema era obligado. ¿Cómo opera el albergue Hermanos en el Camino? Sin llegar a hacerlo, el padre Alejandro Solalinde titubeó para mostrar a la prensa el último recibo emitido por su cuenta bancaria personal, misma que hasta el día de ayer contenía tan sólo 30 pesos.
“Y no es por andar de chillón, a mí ni me interesa el dinero, de verdad que no”.
La verdura, que gracias a las donaciones de los mercados abunda en el predio de Ixtepec, Oaxaca, lo dice todo. En ocasiones el dinero no alcanza para adornar con arroz y frijoles la dieta de los migrantes que por cientos llegan cada tercer día, periodo en que La bestia circula por la región.
La familia de Solalinde colabora para dar forma al único ingreso fijo con que cuenta Hermanos en el Camino. Los 15 mil pesos mensuales pronto se diluyen en los cuerpos de personas desvalidas de centro y suramérica.
Mientras dos granjas aportan pollo y carne para comer una vez a la semana, una comunidad de religiosas californianas se ha sumado a la tarea que desde 2007 encabeza el actual Premio Nacional de Derechos Humanos, exiliado a mediados de 2012 por amenazas de la delincuencia organizada.
“No sé cuánto sea, pero en nuestra cuenta fiscal tal vez tengamos, para los migrantes, como 6 mil o 7 mil pesos… Tenemos como 325 mil pesos para las obras, pero ustedes saben que ese dinero ingresa vía fiscal y se tiene que comprobar hasta el último centavo. Le he pedido a mi equipo que maneje eso con mucha transparencia”.
“Un día sí y un día no” hay hasta 300 migrantes en el albergue. El activista insiste en que pese a los rumores que esparcen los polleros, allí ni se hallan Los Zetas ni se ha realizado cobro alguno.
Alejandro Solalinde y comitiva, a veces de madrugada, llegan a la vía del tren para convidar a los migrantes y exponer las amenazas que encontrarán en su trayecto hacia Estados Unidos. Usualmente, dice con un viso de incredulidad, éstos se van como “pollitos” tras el traficante de personas, quien de inmediato los llama a continuar la marcha.
En Hermanos en el Camino se practican revisiones voluntarias tras las cuales se retienen armas, drogas y teléfonos celulares, razones por las cuales también se ha dado espacio permenente a cuatro policías federales del mismo estado de Oaxaca.
Los registros del albergue son sólidas pruebas de centenares de personas desaparecidas, cuyos últimos rastros son la fotografía y los datos de ingreso.
Con la experiencia adquirida a través de años de activismo, el originario de Texcoco hizo una invitación a los representantes de la iglesia católica en México.
“La iglesia católica debería, en todas las diócesis, debería tener equipos especiales para atender sicológicamente, integralmente a estas personas, proporcionar alguna esperanza, algún trabajo, contactar con su familia, hacer gestiones con el gobierno. En toda la frontera, por parte de la iglesia católica, hay casas del migrante, es cierto, hay congregaciones al servicio de ellos, pero no es suficiente. Ustedes comprenderán que esto que hacemos nosotros son paliativos, no es una respuesta estructural”.
–¿Le ha hecho esa propuesta a algún o a algunos obispos?
–Hace mucho tiempo el ser humano dejó de ser para nosotros, en la práctica, el centro. Sí es el centro de la homilía, sí es el centro de los documentos, del discurso, pero no de los hechos. Los medios, las estructuras, los recursos, no están hechos para estar sirviendo completamente al ser humano, si así fuera yo estaría viendo a las jerarquías, a los obispos, a los sacerdotes, como misioneros, como gente de campo, estuvieran abajo con su gente viendo cómo se organizan.
Las excepciones, lamenta el sacerdote, son muy pocas.
“Se requiere que haya una mayor participación de la iglesia católica, que se vuelque completamente, con todo lo que tiene y lo que ella es, al servicio del ser humano, no solamente cuando hay huracanes, sino en todo momento. ¿Qué otro huracán quieren que la situación que vive nuestro pueblo mayoritariamente?”.
La receta es muy sencilla para Alejandro Solalinde Guerra, de quien se sabe duerme en una hamaca y posee cinco camisas blancas y un par de guayaberas:
“Hay que salir, nuestras jerarquías no están hechas para la calle, son jerarquías para oficinas, para grupos selectos, para reuniones con el gobernador, con gente de la iglesia pero de grupos pequeños. No están hechos para escuchar a las mujeres, para escuchar a los jóvenes”.
Solalinde visitó la entidad a invitación de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, con motivo de la celebración del 15 aniversario de la Defensoría de los Derechos Universitarios.
Foto: Roberto Guerra.