La Reforma Energética que plantea el gobierno neoliberal peñanietista no sólo no traerá progreso al país, sino que contribuirá a su empobrecimiento, pues los argumentos en los que se basa están alejados de las necesidades nacionales, son falaces y tendenciosos, y pretenden excusar el interés de unos cuantos bajo el pretexto del bienestar nacional.
Para justificar la reforma a los artículos constitucionales 27 y 28, Peña explica una serie de razones para convencer sobre su importancia y necesidad. Dice que manteniendo la propiedad de los hidrocarburos así como la renta petrolera, México abrirá la posibilidad de celebrar contratos de utilidad compartida con Pemex y/o particulares para la exploración y extracción, y se otorgarán permisos para la refinación, petroquímica básica, transporte y almacenamiento. Esto debido a que el país no cuenta con los recursos para seguir aprovechando el petróleo y el gas natural. Sin embargo, es absurdo pensar, por una parte, que Pemex, la segunda empresa petrolera más importante del mundo en utilidades, antes de impuestos al día de hoy, no tenga los recursos para invertir en nueva tecnología y proyectos, pues entonces no habría razón para que las empresas transnacionales se interesen en invertir en ella. Por otra parte, es ilógico pensar que este esquema de privatización donde se “comparten riesgos y utilidades” (sobre todo riesgos, dicen ellos) redundará en mayores beneficios para el país por una maximización de la renta petrolera, pues los costos no serán menores en México si la tecnología y los recursos utilizados provienen predominantemente de capitales extranjeros. Además, las tendencias a nivel internacional hablan de Estados que buscan tener la dominación sobre su sector petrolero -como Dinamarca, una de las democracias liberales más reconocidas-, donde la renta petrolera es más alta no en función a una mayor producción, sino a menores costos de la misma. Saudi Aramco, Gazprom, NIOC, PetroChina y Kuwait Petroleum son empresas estatales que invierten en desarrollar su propia tecnología o en comprarla y que superan en forma muy amplia a las cuatro privadas más grandes: Exxon Mobil, Shell, BP y Chevron, pues incluso estas grandes transnacionales que participan cada vez menos en el sector petrolero, no cuentan con capacidad tecnológica absoluta. Muchas de ellas subcontratan tecnología a otras empresas como Schlumberger y Halliburton las cuales, como explica el economista Diego Castañeda, venden su tecnología y colaboran con empresas públicas sin demandar una parte de la renta, como con Petronas, de Malasia.
De modo que, para que Pemex se modernice y pueda invertir en la adquisición y creación de tecnología, así como en desarrollar conocimientos para una mayor y más eficiente explotación, no se requiere una Reforma Energética. En este rubro –el de la falta de recursos para invertir en la paraestatal-, uno de los mayores problemas radica en que México, por un lado, es –según la Agencia Internacional de Energía- uno de los países en el mundo con mayor dependencia fiscal en su explotación petrolera, al mismo tiempo que es uno de los que cuentan con menor recaudación fiscal. De modo que para lograr liberar recursos para modernizar a Pemex, el primer paso debe darse en la reforma fiscal que asegure el pago de impuestos no sólo de aquellos que laboran en la economía informal o los evaden, sino principalmente de las grandes empresas a quienes el mismo SAT condona y/o devuelve importantes sumas de dinero debido a confabulaciones o recursos legaloides que lo justifican. Por otro lado, no puede soslayarse el alto grado de corrupción que existe en México en el esquema de asignación de contratos públicos a través de licitaciones, pues ésta -junto con la malversación de recursos a través de sindicatos como el de Pemex- constituye una de las fuentes más grandes de corrupción en el país. En este sentido, lo que se requiere entonces es transparentar las finanzas de Pemex y terminar con las connivencias históricas en su administración, entre el gobierno y las cúpulas políticas y sindicales, las cuales sin acciones rotundas se seguirán presentando con y sin Reforma Energética.
También se dice que México no tiene, ni puede generar tecnología, por lo que la tiene que importar. Claudia Sheinbaum, doctora en ingeniería energética e investigadora de la UNAM explica que: “Mienten cuando dicen que Pemex no puede desarrollar tecnología. No sólo es una afirmación patética, sino que es una falta de respeto a instituciones públicas como la UNAM, el IPN, universidades públicas estatales y el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP), que por años han formado a los mejores ingenieros civiles, petroleros y químicos del mundo”. Sin embargo, el IMP fue relegado a un papel secundario desde 1982, año en que Pemex fue impedido de realizar inversiones para el desarrollo de conocimiento y tecnología.
Por último, la apertura del sector energético a las trasnacionales no redundará en el fortalecimiento de la industria nacional, pues de acuerdo con el capítulo XI del Tratado de Libre Comercio para América del Norte, está prohibido para el Gobierno Mexicano inducir un incremento en el contenido nacional en las operaciones de las empresas extranjeras. De modo que en la construcción de plataformas, refinerías, oleoductos y plantas petroquímicas se podrían utilizar algunos insumos mexicanos, pero los componentes de mayor tecnología, como válvulas e instrumentos de control, serán importados. Así, los efectos positivos en la industria, economía y empleo nacionales serán escasos y limitados.
En suma, la pérdida de renta petrolera, que en México representa un 30% de los recursos fiscales, obligará a un aumento de impuestos para cubrirla, o a incurrir en déficits mayores o a disminuir el gasto público, lo que a su vez repercutirá en mayor desigualdad y empobrecimiento social. El desarrollo de empresas extranjeras ajenas al eslabonamiento interindustrial nacional necesario para el crecimiento económico del país, favorecerá el enriquecimiento de éstas en detrimento de la industria y la sociedad mexicana. Transferir el control de los hidrocarburos a empresas extranjeras no traerá crecimiento, ni aumento de empleo, ni mejoras, ni tecnología. México seguirá siendo un país pobre, proveedor de materia prima y mano de obra barata.