En un canal privado de televisión se transmite una serie llamada “Vecino asesino”. La de la pluma gusta de ver esos programas y otros de investigación criminal, científica e histórica. Pues bien, los hechos que aquí le daré a conocer, bien podrían llamarse en su conjunto Vecino Asesino. El problema para Usted, y para mí desde luego, es que son verídicas y forman parte de la realidad en que vivimos hoy tanto Hidrocálidos, como Mexicanos. Sólo le dejo éstas como muestra, pero seguramente Usted, apreciable lector y lectora, tendrá, lamentablemente, muchas más que contar.
Sobra decir que los nombres personales y corporativos se los presento alterados. Y no es miedo… es precaución.
Paulita y los García. La abuelita Paulita Maya es vecina de mis padres en el emprendedor fraccionamiento Jardines de la Luz. Una colonia de casas para obreros ferrocarrileros, habitada hoy por hombres y mujeres pensionados. Para completar el gasto, Paulita dividió su casa. La parte de arriba para renta y la parte baja para habitar ella, su anciano esposo en silla de ruedas y su hermano mayor que sufre de problemas neurológicos.
A la casa de Paulita llegaron los García, una bonita pareja de jóvenes con su cría, una pequeña encantadora de unos cuatro añitos. Nos dedicamos al comercio de ropa, le dijeron, y adelantando tres meses de renta procedieron a ocupar la parte alta de la casa.
¡Buenos ocupantes resultaron los García! Como la joven señora no sabía cocinar, bajaba donde Paulita y le compraba comida de la que a diario cocinaba ella para su propia familia. Además, y por si fuera poco, en repetidas ocasiones, los García llegaban con comida traída de restaurantes, y generosos, convidaban a Paulita sendas cantidades de comida italiana, antojitos mexicanos, mariscos, bueno… para decirle que Paulita, su marido y su hermano probaron por primera ocasión la comida japonesa.
Una tarde que Paulita tejía en su mecedora mientras veía su comedia favorita, observó perpleja cómo caía de un solo golpe, derribada, la puerta de su casa. ¡Policía señorial! Gritaron unos hombres con pasamontañas, que portaban unas armas descomunales. Paulita no tuvo opción. Sólo veía asustada e incrédula como aquellos hombres destrozaban muebles, revolvían cajones y closets, removían grandes tramos de enjarres y tapices buscando… lo que sea que buscaban. ¡Aquí no hay nada comandante! Gritó uno de los encapuchados. ¡Y además los pájaros ya volaron! Otro de los encapuchados se dirigió al que llamaban comandante y le preguntó ¿Qué hacemos con los ancianos? Mmmh -le respondió él-, pues creo que ellos no tienen nada que ver, para luego agregar dirigiéndose a Paulita, su marido y su hermano –Ustedes disculpen, los chavos que vivían aquí son extorsionadores. Luego, el comandante ordenó a uno de sus hombres -A ver tú Zeta-seis, levántale su puerta a la señora. Obediente, Zeta-seis levantó la puerta de la entrada que había derribado de una patada, y la acomodó lo mejor que pudo en su lugar.
Después de mandar a reconstruir su casa, planta baja y alta; Paulita Maya no volvió a rentarla más. Además, en la cochera, mandó decir una misa con el párroco de la iglesia más cercana. En primer lugar, para despejar las malas vibras dejadas por los García, en segundo lugar, para pedir perdón. La afligida arrendadora no podía dejar de pensar en aquella suculenta comida que a los amenazados restauranteros seguramente les habían exigido -junto con su cuota de protección– los jóvenes García y que luego habían compartido con Paulita. ¡Ay, Dios mío! Exclamaba desconsolada la buena señora ¡Y tan rica que estaba!
Los vecinos de la Cocina. El domingo pasado, a las nueve de la noche, decidí sacar a pasear a Panchito y Kika -estos nombres sí son reales- dos perritos que tengo para adopción (por si Usted se interesa o sabe de alguien que se interese) y que por estar encerrados mucho tiempo necesitan ejercitarse. Aunque ya era tarde, pensé que por ser domingo y vivir yo en una zona turística muy vigilada por la policía municipal -este nombre también es real, aunque me hubiese gustado llamarle policía alcaldesal– no tendría mayor problema. Salí de casa tranquila con los dos cachorros alegres y festivos, pero al llegar a la esquina…
Aquí nos vemos, apreciable lector y lectora en la siguiente Cocina Política, en donde terminaré de platicarle el caso de mis vecinos. Aprovecho para recordarle que en mi cocina se come, se lee, se estudia y se platica de todo, especialmente de política.