El mundo que heredamos / Los molinos de la mente - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Soy uno de los últimos hijos de la post guerra. Lo soy porque mi Padre, descendiente de alemanes por el lado materno, nacido en Aguascalientes en el año de 1920, hubo de vivir indirectamente la Segunda Guerra Mundial ya instalado en México. Mi abuela, Leonor Gonsen Heim, llegó al país con sus padres atraídos por el mundo surrealista que representaba México, migración que tuvo ocasión durante la víspera del entonces nuevo siglo. Y si bien el conflicto armado aún no había dado comienzo, su padre fue capaz de leer los signos sociales de la descomposición europea y vino aquí buscando una vida más tranquila. Su decisión fue motivada principalmente por el nombramiento del Príncipe Bernhard Heinrich Karl Martin von Bülow como Canciller alemán (1900-1909), de quien se decía en casa, era un “Absolutista” proveniente de la Aristocracia Germana. Él tenía el sueño de hacer de Alemania un país tan poderoso como Inglaterra, por lo que comenzó a engrosar el ejército, tanto en número de hombres como en pertrechos para la guerra. Claramente se sentía heredero de la tradición que comenzó Otto von Bismarck quien durante su tiempo como Canciller alemán (1871-1890) fue conocido con el sobrenombre de El canciller de Hierro. Baste recordar que la “realeza” alemana llevaba gobernando el país alrededor de 130 años.

Así, los Gonsen Heim llegaron a México huyendo de lo que parecía una preparación de un conflicto armado germano, para encontrarse con que diez años después estallaría la Revolución Mexicana. Un conflicto en el que mi Abuelo paterno, Rafael Correa Cavazos, participaría activamente desde el principio, ora arengando en las plazas públicas contra Porfirio Díaz y favoreciendo a Madero, ora con las armas, ora con las letras. Mientras México vivía su propia guerra civil, en Europa se fraguaba el conflicto que haría estallar la Segunda Guerra Mundial: el asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo, quien era el heredero al trono del entonces Imperio Austro-Húngaro. El 28 de Junio de 1914, el Archiduque y su esposa fueron asesinados por Gavrilo Princip, miembro de una organización terrorista denominada la “Mano Negra” cuyo propósito era unificar a los serbios y liberarlos del dominio Austro-Húngaro. Pero no se trató de un movimiento aislado o espontáneo, los serbios habían conseguido dar un golpe de Estado en el año de 1903, para destituir a Alejandro I de Serbia. Tomaron el Palacio de Belgrado con un plan muy elaborado que incluía el cerco del Palacio durante la madrugada, la toma del telégrafo y las oficinas de correo, las residencias del Primer Ministro y del Ministro del Interior, así como la morada del Ministro de Guerra y la del Presidente del Senado. Pero una vez dentro del Palacio no pudieron localizar al Rey, por lo que decidieron dinamitar las habitaciones del monarca, provocando que la electricidad fallara. Así que continuaron buscando a la familia real a cuenta de velas y linternas. Los golpistas tras capturar a un ayudante del Rey, le forzaron a llamarlo diciéndole que el intento de Golpe de Estado había sido controlado y que era seguro salir. El Rey y su familia salieron de la cámara secreta donde se ocultaban de los golpistas con éxito y fueron entonces baleados por los insurgentes. Los conspiradores en un principio enfrentaron la imposibilidad de nombrar a un nuevo sucesor, ya fuera a un alemán o a un ruso, pues los participantes poseían distintas inclinaciones. Finalmente decidieron nombrar a Pedro Karadjordjevic, hijo del príncipe Alexander quien abdicó en 1858 al trono serbio y llevó a su hijo con él al exilio, en la actual Rumania. Conocido como el Rey Pedro El Libertador, sería quien se encargaría de consolidar un reinado de serbios, croatas y eslovenos que sería conocido como Yugoslavia. Su participación nunca fue probada en el asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria, pero sin duda el hito que desencadenó la Primera Guerra Mundial, favoreció a su reinado y lo consolidó, pues tanto Rusia como Alemania dejaron de ejercer presión e influencia por estar inmiscuidos en la conflagración mundial. Cabe mencionar que los serbios, croatas y eslavos también participaron en la Primera Guerra Mundial, aunque los Balcanes fue uno de los sitios donde menos se combatió. Las Potencias Centrales de Austria-Hungría, Alemania, Bulgaria, y el Imperio Otomano se enfrentaron allí a las potencias aliadas de Serbia, Francia, el Reino Unido, Rumania, Rusia, Montenegro y Grecia. Fue así como Pedro I, aliándose a Francia y al Reino Unido logró la independencia del imperio Austro-Húngaro de lo que se convertiría en Yugoslavia.

La moneda de la guerra, tanto en México como en Europa a principios de siglo, fue la misma que en todas las guerras que se han peleado: la ambición y el poder. Lo significativo de la independencia de la otrora Yugoslavia es que comenzó con el asesinato orquestado por un grupo terrorista (“La Mano Negra”, también conocida como “Unificación o muerte”). No es de dudarse que El Rey Pedro I El Libertador, haya tenido participado activamente en el asesinato del Archiduque como parte de un plan maestro de librarse del yugo Astro-Húngaro. Este fue, probablemente, el primer acto terrorista al servicio del Estado, bajo su auspicio y quizá su activa participación. El mundo moderno, el que heredamos, no sólo no lo hemos podido cambiar, sino al parecer hemos fomentado las mismas fórmulas de ambición y avaricia del poder.

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