Elogio de la mentira
En el prólogo a “Kathie y el hipopótamo”, Mario Vargas Llosa define el teatro como ficción y, de nueva cuenta, elabora una defensa de la importancia de la mentira para el escritor:
“Mentir es inventar, añadir a la vida verdadera otra ficticia, disfrazada de realidad. Odiosa para la moral cuando se practica en la vida, esta operación parece lícita y hasta meritoria cuando tienen la coartada del arte. En una novela, en un cuadro, en un drama, celebramos al autor que nos persuade, gracias a la pericia con que maneja las palabras, las imágenes, los diálogos, de que aquellas fabulaciones reflejan la vida, son la vida. ¿Lo son? La ficción es la vida que no fue, la que quisiéramos que fuera, que no hubiera sido o que volviera a ser, aquella vida sin la cual la que tenemos nos resultaría siempre trunca. Porque, a diferencia del animal, que vive su vida de principio a fin, nosotros sólo vivimos parte de la nuestra”.
Escribo, de nueva cuenta, porque una revisión somera de Vargas Llosa del autor de La ciudad y los perros permite descubrir que esta “defensa” de la mentira es una constante, de su libro La verdad de las mentiras tomo el siguiente párrafo, que fácilmente podría ligarse con la cita anterior:
“Las mentiras de las novelas no son nunca gratuitas: llenan las insuficiencias de la vida. Por eso, cuando la vida parece plena y absoluta y, gracias a una fe que todo lo justifica y absorbe, los hombres se conforman con su destino, las novelas no suelen cumplir servicio alguno. Las culturas religiosas producen poesía, teatro, rara vez grandes novelas. La ficción es un arte de sociedades donde la fe experimenta alguna crisis, donde hace falta creer en algo, donde la visión unitaria, confiada y absoluta ha sido sustituida por una visión resquebrajada y una incertidumbre creciente sobre el mundo en que se vive y el trasmundo. Además de amoralidad, en las entrañas de las novelas anida cierto escepticismo. Cuando la cultura religiosa entra en crisis, la vida parece escurrirse de los esquemas, dogmas, preceptos que la sujetaban y se vuelve caos: ése es el momento privilegiado para la ficción. Sus órdenes artificiales proporcionan refugio, seguridad, y en ellos se despliegan, libremente, aquellos apetitos y temores que la vida real incita y no alcanza a saciar o conjurar. La ficción es un sucedáneo transitorio de la vida. El regreso a la realidad es siempre un empobrecimiento brutal: la comprobación de que somos menos de lo que soñamos. Lo que quiere decir que, a la vez que aplacan transitoriamente la insatisfacción humana, las ficciones también la azuzan, espoleando los deseos y la imaginación”.
Miénteme más
Siempre me ha llamado la atención esta defensa de la mentira que hace Vargas Llosa, me parece que la justifica el antagonismo que en la ficción existe entre verosimilitud y veracidad, que abona a desanudar entuertos y colocar en su lugar a quienes exigen a una novela o un cuento que refleje la realidad tal cual. Cada aportación que hace el autor de Conversación en la catedral la persigo gustoso pues sé que voy a coincidir y enriquecer la batería de argumentos necesarios para escribir lo que me gusta escribir. De hecho, por eso suelo establecer en mis perfiles públicos que me gusta contar mentiras. Sí, lo disfruto, quiero ser un mentiroso profesional.
Lamentablemente, por la labor que realizo todos los días, esta defensa de la mentira se suele confundir con la razón de ser de un periódico. No ha faltado quien desdeñe el esfuerzo que se hace desde las páginas de este medio señalando que quien da salida a la información es un mentiroso. No hay mucho que hacer ahí, quienes lo señalan no suelen rebasar el primer impacto del título, tampoco leer más allá de las primeras líneas. Además, si al final se trata de complacer al lector, como gancho no está mal, es como decir aquí, público hipócrita, te damos lo que quieres.
Creo que a todos nos gusta escuchar historias (lo he escrito en otras ocasiones) y las mejores historias son las que tienen como fundamento la mentira (tal como la caracteriza Vargas Llosa), sin embargo, esa sed de historias, lo que el público exige a los medios, fácilmente se desvirtúa porque el lector confunde objetividad y veracidad, le pide a los reporteros que se ponga de su lado, siempre y cuando esa coincidencia refleje que está de acuerdo con los prejuicios de quien lee.
“No somos uno, no somos cien, pinches medios, cuéntennos bien” es la consigna que me ha perseguido durante toda la semana, ahora que en Aguascalientes los maestros se animaron a tomar la calle y protestar contra la Reforma Educativa; y como necesitan un cómplice del mal encarnado que es el gobierno, eligieron a los medios de comunicación. Para quienes han estado gritando que los contemos bien, quienes recogen las noticias, quienes las difunden, básicamente, somos patiños de los poderes fácticos que los quieren exterminar.
Tenemos tanto miedo de quedar mal con la masa, que los medios asumimos la culpa y al asentir, aceptamos el papel que los inconformes nos dan. Hoy salí a contar manifestantes, y no, no eran uno, tampoco eran cien, mis pobres cálculos me dieron la cuenta de 150, pero al escribirlo ya los estoy disminuyendo y me hago acreedor a sus acusaciones sin fundamento.
¿Para qué quieren los manifestantes que los contemos bien?, ¿para que el día de mañana se publique que son muchos?, ¿que llenaron la plaza?, ¿que desbordaron las calles? Cuantificar así una manifestación es la manera más pobre de presentar un argumento, justo porque se toma cantidad y no calidad; justo porque se parece a las “razones” con que hace poco el obispo de la ciudad defendió la corrupción del ex gobernador, lo perdona porque sólo robó poquito…
Contar manifestantes se ha transformado en una forma más de apoyo, quienes difundimos las noticias estamos obligados a sobre valorar la cantidad y no las razones por las que alguien protesta.
Nos piden pues, que contemos mentiras, y los periódicos, aunque la realidad política indique lo contrario, todavía no son ficción, o no deberían.
Coda
Este remate es una invitación, hoy sábado, en la Feria del Libro de Aguascalientes, Raquel Castro presenta su primera novela Ojos llenos de sombra, la autora de la columna “País de maravillas” estará a las 16:00 horas en la Casa de la Cultura, no falten; y si pueden, el domingo, a las 17:00, quien esto firma, junto con Raquel Castro y Joel Grijalva, estarán presentando el libro Así se acaba el mundo, una antología de cuentos mexicanos apocalípticos. Será un placer conversar ahí.
@aldan