El perdonavidas / Rodrigo Negrete Prieto en LJA - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Por Rodrigo Negrete Prieto

Todo parece indicar que Aguascalientes tiene un obispo de antología. La proverbial torpeza no sólo política sino verbal de José de la Torre Marín quizás no sea un accidente, sino el resultado natural del proceso de selección anti darwiniana que ha prevalecido dentro del clero católico mexicano en particular. Nada más hay qué ver sus liderazgos. Con una base de vocaciones de suyo mermada y además sesgada hacia cierto tipo de propensiones, todo indica que el tener un pensamiento bien articulado y la capacidad para expresarlo no importa mucho ahí. Basta tener una personalidad echada hacia adelante para sobresalir en medio de tanta grisura pusilánime,  pues donde prima la obediencia por encima de cualquier cosa, también se promueve al que sabe mandar -y si se tienen tics y latiguillos autoritarios cuánto mejor.

Probablemente acostumbrado a dirigirse así a su tropa, de la Torre Marín encuentra perfectamente natural llamarle bueyes y perversos y otras lindezas floridas a quienes no se pliegan al pie de la letra a sus directrices tal y como lo hizo con los diputados del congreso local cuando aprobaron un dictamen de resolución que con respecto a la Reforma del artículo 2o de la constitución aguascalentense a propósito de la consigna eclesiástica de que, el Estado, debe proteger la vida de la persona desde la concepción, la comisión de diputados contempló insertar en algún lado el matiz  las mujeres serán dueñas de su cuerpo en ciertas condiciones (Milenio 26, de julio 2013). Cláusula curiosa por lo demás: ¿se infiere de ahí que en cambio los hombres sí están autorizados a ser dueños de su cuerpo todo el tiempo?

Es claro que la intención de la reforma a dicho artículo por parte de la jerarquía católica es cerrar toda posibilidad de despenalización del aborto a nivel local con la concomitante penalización de las mujeres en edad reproductiva que en ello incurran, no importando bajo qué condiciones y circunstancias, asunto dogmático al que la citada comisión procuró encontrarle alguna salida quizás teniendo en mente casos como los de violación, malformación y/o de riesgo para la vida de la mujer.

Ciertamente no es aquí el espacio para profundizar en el tema. Pero no está de más señalar que hay un abuso de entrada en el lenguaje (de hecho en ello consiste todo el truco) al llamarle persona a lo que todavía no se inserta en el útero o incluso una mórula o una blástula que ni siquiera cuenta con sistema nervioso. Los diputados buscan una salida a la trampa en la que ellos mismos aceptaron se les orillara y que tendría sentido dentro de la idea metafísica de que algo tiene el status de persona independientemente de tener un cuerpo conformado o no. Esa es una tesis eclesiástica que presupone cierta teología en un Estado nominalmente laico y legislar, por ende, dando por buena esa metafísica, en vez de plantearse de entrada que la labor es más mundana: entender si están resolviendo un problema o creando uno peor al reformar lo que reforman. Un legislador no es un aprendiz de teólogo y no debe permitir que una religión particular -que por una contingencia histórica resulta la religión dominante- traduzca en automático lo que concibe como pecado en ley y además hacerlo sin preguntarse siquiera si cabe que, desde fuera de la esfera civil, se defina de antemano lo que es indiscutible en este mundo. Si la iglesia respetara dicha esfera debiera aceptar bajar al ring y no sermonear desde la metafísica del alma del cuerpo o del alma sin él, sino probar que la práctica del aborto en las primeras semanas atenta contra la convivencia y el funcionamiento de la sociedad; tema que, en teoría, debería ser el motivo de preocupación del legislador.

Es obvio pues que para de la Torre Marín el asunto se sitúa fuera de toda discusión y cuál es el respeto que le merecen las instituciones que los civiles se dan a sí mismos para deliberar: no sólo el sindicalismo cavernario en este país asedia los congresos.

El obispo da por hecho que el catolicismo siempre será –al menos por estas latitudes– la religión dominante, pero no se le ocurre que alguna otras secta cristianas –como los Evangelistas cada vez más en países como Brasil-  manden a los suyos al otro lado de la mesa. ¿Llegará día en que la jerarquía católica comprenda -aunque sea a la mala- las ventajas del Estado laico? Mientras llega, no reconoce otra soberanía y otra autonomía más que la propia y utiliza sibilinamente el discurso de los derechos y de la constitucionalidad para minar ambos. Exige tolerancia irrestricta hacia lo que representa pero hay que ver desde el lenguaje que emplea de cuánta vocación tolerante rebosa. Que no se olvide que si hoy en día ya no se queman herejes o se organizan Autos de Fe no es porque sujetos de la estirpe de la Torre Marín no quieran, sino porque no pueden.

Pero a lo anterior el terso obispo suma a la injuria a otras soberanías una más insultando la inteligencia de la ciudadanía en Aguascalientes. Añorante y anhelante de no quisiera saber qué favores y deferencias especiales del sexenio anterior para su iglesia, salió no hace mucho en la gratuita defensa de Luis Armando Reynoso Femat bajo el prístino argumento de que “sólo (sic) se robó unos cuantos pesos mientras otros sólo se han robado millonadas” (La Jornada Aguascalientes, 3 de septiembre) demandando así que se le deje de perseguir ¿Defendería del mismo modo a un ex funcionario de otros colores y de otro credo? Sobra decir que la pregunta es retórica pues todos sabemos la respuesta. No sólo es la declaración inusitada de un ardido a quien las cosas no le han salido como acaso alguien le prometió que saldrían; es un ejercicio impecable de doble moral ya indistinguible del llano cinismo: pedir perdón para el voraz filisteo de la sonrisa perpetua al tiempo que se pugna por castigar desde el poder del Estado a las adolescentes que aborten. A este obispo sí que le importan las etiquetas: con pertenecer a una elite católica de poder o dinero le basta. No repara que LARF muestra un nihilismo impresionante propio de burguesías emergentes incultas y huecas. Es frecuente que quienes pertenecen a ellas como LARF crean tener valores porque adscriben un catolicismo que se supone los tiene; dado que reflexionar, problematizar y discutir no forma parte de sus hábitos, su veta introspectiva resulta infantil y atrofiada y de ahí una total autoindulgencia de la que bien aprenden sus juniors. Por eso los miembros de este segmento social pierden el piso tan fácilmente y su deseo de gratificación inmediata les gana a cada rato. Son como niños en dulcería frente a los presupuestos y las posibilidades de enriquecimiento instantáneo: no hay autocontrol alguno desde un trasfondo cultural, social y psíquico abismalmente vacío pero bien ataviado con gesticulaciones de religiosidad. Es uno de los costos –incluso para ellos mismos- de que no se haya construido en Aguascalientes una vida genuinamente republicana, que no confunda religiosidad con ética. Pero desde luego para el obispo hay que poner el estigma en quienes procuran hacerle justicia a la ciudadanía con respecto a los desórdenes de un personaje venal, frívolo y groseramente ostentoso, sin precedente en la historia moderna de Aguascalientes.

El obispo –a fin y al cabo administrador de clientelas – quiere fieles por encima de cualquier otra cosa. Al observarlo, uno realmente se pregunta acerca de la campana neumática en la que vive y su total pérdida de orientación para descifrar el mundo o imaginar mínimamente cómo se le ve a su institución desde fuera. No imagina, por ejemplo, que a cada vez un mayor número de ciudadanos no les cuadre que individuos ensotanados, quienes de entrada decidieron no enfrentar la vida, les digan cómo enfrentar la suya; no le parece extraño tampoco que una iglesia que encubrió y protegió curas pederastas cambiándolos de parroquias o de diócesis ya sea en México, Estados Unidos o en Europa les permitiera seguir impartiendo el sacramento de la comunión, al tiempo que prohíbe lo reciban los católicos divorciados; no se pregunta tampoco –acostumbrado como lo está a un rebaño que nunca pide cuentas- si es un deber moral darle una explicación a sus fieles de cómo fue posible que un Marcial Maciel hiciera lo que hizo durante décadas y si, a falta de explicaciones, su grey no mereciera por lo menos una disculpa por lo acontecido mirándoles a los ojos.  Y es esa falta completa de imaginación moral y de autocrítica lo que le impide entender que difícilmente su iglesia u otra religión organizada puedan pretender seguir siendo el faro moral indiscutible del mundo hoy en día. A ese faro-si acaso lo hubo- ya se lo tragó el oleaje y vivimos un tiempo en el que creyentes y no creyentes, juntos, han de construir uno nuevo y revisarlo y volverlo a revisar generación tras generación bajo el entendido de las limitaciones de todo discurso y toda convicción para dar respuestas a problemas urgentes y verdaderos, lo que no deja más remedio que el diálogo pues somos seres finitos, depositarios de verdades igualmente finitas y desde esa condición habremos de (re)encontrar al mundo.



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