El elefante en la habitación / Envoltorio de papaya - LJA Aguascalientes
22/11/2024

En relación a la columna de la semana pasada (Bullshit), el primer comentario que recibí fue del editor del suplemento Autonomía, quien me indicó que había olvidado señalar que la nota firmada por Meredith Artley en The Onion era una broma, a Francisco Trejo le pareció que era indispensable señalar que era un sarcasmo. No lo hice, no lo consideré necesario y si no fuera indispensable contextualizar la respuesta que Artley, a través de Twitter, remitió a la página de internet… no lo haría; subrayar que algo es un chiste, considero, demuestra una confianza absoluta en la capacidad del lector. Si no funciona, es culpa del autor, si funciona es un mérito de quién te lee, cualquier observación que se haga para pedir la limosna de una sonrisa equivale a poner un emoticón al final de una frase para distinguir el tono en que se está queriendo comunicar algo, o bien para expresar la emoción que acompaña a esas palabras.

Un ejemplo de ese uso del emoticón sería escribir: Vete a la mierda  :p. Cuando lea eso, debo suponer que los dos puntos son unos ojos y la p una boca que saca la lengua en señal de broma, que la sentencia no es definitoria sino un juego; otra versión de la misma frase es GFYS… ntc, es decir: go fuck yourself… No te creas.

Confieso que soy un discapacitado para el uso de los emoticones, por varias razones, la principal es que, a pesar de que la velocidad del intercambio que permiten las nuevas tecnologías, me niego a rendirme a esa síntesis, para lo que tenga que decirle al otro, bastan las palabras (frases completas, soy un necio, lo sé); además, el ingenio que demuestran quienes combinan diversos signos de puntuación y letras para establecer una emoción compleja, regularmente me desconcierta, sigo sin poder desarrollar la capacidad de traducir un signo de mayor en un ceño fruncido, así que pierdo más tiempo tratando de descifrar que >:( significa que alguien está enojado y así logro echar a perder la intención del otro.

 

Desmarcarse

En el texto de la semana pasada cité lo que The Onion hizo escribir a Meredith Artley: “No dude en llamar estúpida mierda, porque todos sabemos que eso es: estúpida mierda. Lo sabemos y lo sabes. También sabemos que usted (el lector) es lo suficientemente tonto o aburrido, o ambos, para hacer clic en esa estúpida mierda de todos modos, y que va a seguir haciéndolo, cada vez que lo pongamos delante de sus largas caras tontas”. Sigo sin ver la necesidad de señalar que es una broma, porque sí creo que ese es un mal de nuestro tiempo, lo haya o no escrito la responsable de los contenidos de CNN.com

De hecho, tengo la sospecha de que la misma Artley está de acuerdo con esa frase, pues su respuesta a The Onion fue una sucinta aclaración: “Yo no escribí esto… Pero acepto todos elogios y niego todas las acusaciones”; se lo tomó a broma pues, a diferencia de otros personajes públicos, en vez de demandar al medio, eligió reírse y, el que se ríe se lleva, porque no desmintió que darle un espacio inusitado a una bailarina, actriz, cantante o lo que sea que se contorsionó lúbricamente en una entrega de premios sea resultado de que a los lectores, a muchos, les gusta la basura o están muy aburridos.

Cuando tienes que rendirte al imperio de la banalidad, es difícil desmarcarse de tal opinión. Eso es lo que suscribo y por eso cite a The Onion. Tú lector, nos dejas sin argumentos para intentar hacer un periodismo mejor y nosotros, quienes trabajamos en los medios, estamos aterrados ante la posibilidad de salirnos de nuestra zona de confort; siempre es más sencillo acusar de censura a los gobiernos, inventarse poderes fácticos, decisiones empresariales que alimentar con historias al público, formarlo.

 


Círculo vicioso

La confusión entre la crisis de los medios impresos con la crisis de contenidos inteligentes, dignos, que cumplan con la función social de los medios de comunicación ha sido el tema de esta columna en las últimas semanas, de nuevo de disculpo por mi insistencia; creo que una colaboración en un medio como La Jornada Aguascalientes debe ser una invitación al diálogo, no la perorata desde el pedestal de huacales.

Hablar una y otra vez sobre el tema es resultado de la necesaria discusión de nuestra realidad, volver a la misma canción producto de que todos los días aumenta el número de textos que evidencian su intención de conseguir un Me gusta en Facebook sin importar que en su elaboración no se haya realizado la mínima investigación sobre el tema que se trate, o bien, en el afán de conseguir seguidores, se exalte la banalidad. ¿Ejemplos?, diariamente nos enfrentamos a ellos, basta echarle un ojo a nuestras primeras planas, a la atención que se dedica a un partido de futbol, al rudo intercambio de opiniones porque el América le ganó a los Pumas o la facilidad con que se envilece una palabra al considerar “tragedia” que la selección nacional de futbol haya perdido contra la de Honduras; puedo seguir acumulando muestras, no vale la pena, en el fondo, sería una señal de que también he fallado como lector, pues dedico demasiado tiempo a desentrañar qué importancia puede tener que se haya operado la cara Alejandro Fernández o dónde resbaló José José.

 

Coda

Agradezco a Francisco Javier Chávez Santillán su atenta lectura de los Envoltorio de papaya; también a quienes en la página de Facebook de La Jornada Aguascalientes se han tomado el tiempo de colocar un comentario, pero sobre todo a quien me llamó intelectual de mierda, porque comprueba mi teoría de los analfabetas funcionales.

 


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Director editorial de La Jornada Aguascalientes
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