Taktika / La pendiente resbalosa - LJA Aguascalientes
22/11/2024

El Mediterráneo oriental. 24 de agosto de 2013. El USS Mahan, armado con misiles crucero tipo Tomahawk, se ubica frente a las costas de Levante. Su objetivo: prepararse para lanzar su letal carga, almacenada en las entrañas del buque de guerra, contra objetivos preseleccionados de las fuerzas leales al presidente de Siria, Bashar al-Assad.

El presente artículo tiene por objeto explicar al amable lector los escarceos diplomáticos, los retos que enfrentarían los Estados Unidos y sus aliados, en la guerra civil en Siria, y por qué el país levantino es importante para Rusia.

El 21 de agosto próximo pasado, fuentes ligadas a los rebeldes sirios –pagados por Arabia Saudita y Qatar y aprovisionados por los Estados Unidos y el Reino Unido- reportaron que las fuerzas gubernamentales habían utilizado armas químicas contra la población civil en la región de Ghoutta.

Una serie de videos no verificados mostraba escenas dantescas, con cuerpos convulsionados, ojos irritados y decenas de bocas vomitando. Todo ello, según los expertos, síntomas inequívocos de que habían sido expuestos a sustancias tóxicas.

Abrumado por una serie de fracasos en los frente interno y externo, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, vio ante sí la oportunidad dorada de asestar un golpe al régimen de al-Assad y, de paso, desquitarse del principal aliado de Siria, el mandatario ruso Vladimir Putin, por haber dado asilo al ex contratista de la Agencia Nacional de Seguridad, Edward Snowden.

Obama contactó a su acólito número uno: el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, para urdir una respuesta marcial ante la situación en Siria. Poco importó al político estadounidense que Siria hubiera permitido la visita de los inspectores de las Naciones Unidas para verificar la autoría del ataque con armas químicas. O que el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Martin Dempsey, dijera que los rebeldes sirios no “podían promover los intereses estadounidenses”. (Asia Times 27/08/2013).

Los anglo-americanos comenzaron a reforzar sus activos castrenses en la zona: los británicos robustecieron sus efectivos aéreos y navales en Chipre; los estadounidenses enviaron más navíos de guerra a la zona del Mediterráneo oriental.

La respuesta moscovita no se hizo esperar: Vladimir Putin sostuvo una conversación telefónica con Cameron, el presidente ruso le espetó que “no había evidencia de que se hubiera llevado a cabo un ataque químico o de quién era responsable”. (Russia Today 26/08/2013). Más todavía, el ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov, acusó a la oposición siria de sabotear las negociaciones que tendrían lugar el miércoles 28 del presente mes, en Ginebra, Suiza.

Para el escribano, la posible intervención militar de la Unión Americana, la Gran Bretaña y otros tiene los siguientes objetivos: debilitar al régimen de Bashar al-Assad, mediante una repetición de la guerra en Libia, en donde los occidentales proporcionaron apoyo aéreo y naval a las fuerzas anti-Gaddafi; enviar un mensaje a Rusia respecto a quién manda en el planeta, pues la próxima semana se celebrará la reunión del G-20 en San Petersburgo.


A los anteriores objetivos, se suma la sutil amenaza que hiciera el jefe de los Servicios de Inteligencia saudita, Bandar bin Sultan, durante la reunión que sostuviera a finales de julio del presente año con Vladimir Putin (Ver La Jornada Aguascalientes 21/08/2013). Durante la conferencia, el saudita prometió “garantizar la seguridad de los Juegos Olímpicos de Invierno en la ciudad de Sochi” y “frenar las actividades de los extremistas chechenos”.

Si Obama, ahora convertido en una triste parodia de George W. Bush, piensa que atacar Siria sería un paseo militar se equivoca: el ejército sirio tiene 200 mil efectivos, los cuales han probado su valía contra los rebeldes; Rusia ha aprovisionado con excelente armamento a al-Assad; Irán y su compinche, Hezbolá, son expertos en guerra de guerrillas.

Finalmente, los Estados Unidos no han entendido, o querido entender, que Siria para Rusia es una cuestión de supervivencia: primero como potencia geo-energética (los intereses de la compañía gasera Gazprom), y segundo que la victoria de los extremistas islámicos auguraría el reinicio de la guerra contra los radicales musulmanes en la provincia de Chechenia, lo cual conduciría a la desintegración paulatina del Estado ruso.

Aide Mémoire.- Mariano Rajoy, un vil encomendero del siglo XXI.


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