Por Juan Russo
Éstas no fueron elecciones primarias en el sentido convencional (estadounidense), sino elecciones preliminares, es decir un test preelectoral. Ello obedece, no a que hayan existido pocos, muchos o sólo un candidato por cada propuesta electoral; sino a la simultaneidad de las elecciones. La simultaneidad obliga al elector a dos decisiones: 1. Elegir un partido (o alianza) que considera en ese momento más cercano y, cuando hay más de una opción. 2. Elegir entre opciones dentro de cada partido. En sentido lógico (no necesariamente psicológico) el elector vota primero por un partido y después por un candidato. ¿Qué está primero para el elector? Ello depende de la nitidez del espacio político que se postule, y también de la mayor o menor heterogeneidad de ese espacio. Las PASO dan un resultado preliminar y con naturales incertidumbres hacia el futuro, pues el elector siempre puede cambiar de partido. Si su candidato perdió, y no siente compromiso con el espacio político, puede sentirse libre para barajar y dar de nuevo.
¿Qué cosas quedan claro en esta elección preliminar? Según los datos, hay algunos resultados claros sobre a. La distribución de apoyos oposición/gobierno, b. Sobre la distribución electoral en relación a los espacios de los principales partidos, y c. Sobre los candidatos que “muy probablemente” triunfen en octubre. También algunos resultados dejan incertidumbres. Rápidamente, y siguiendo el orden, las certidumbres (en política siempre relativas) serían:
a. Vencieron las oposiciones al gobierno nacional, sea en suma de votos como por la ocupación de los primeros lugares en los distritos más grandes del país (Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza), sea porque perdió en 14 de los 24 distritos, sea porque se trata simplemente de la peor elección de medio término de los gobiernos Kirchner.
b. El peronismo ocupa un espacio partidario desmesurado en el país, y en gran medida lo conserva. En las PASO hubo dos niveles de contiendas: la primera y (numéricamente) más importante, es la interna peronista, y en segundo lugar, la contienda de las minorías no peronistas vs. el peronismo. En el caso de Buenos Aires, el bloque peronista (Massa [33 por ciento] Insaurralde [28 por ciento] y de Narváez [11 por ciento] alcanzó el 72 por ciento). Mientras que el bloque no peronista ocupó menos de un tercio. Parece que Perón tenía razón cuando afirmaba que ¡los peronistas son como los gatos, parece que pelean, pero se están reproduciendo!
c. Muchas cosas pueden pasar hasta octubre para cambiar tendencias (aunque en verdad, no tantas). Donde coincide el triunfo de un candidato con el bloque político, lo más probable es que el caudal electoral se mantenga, pues ha vencido la interna y es probable que aumente su apoyo. Es el caso de Massa en Buenos Aires, de Cobos en Mendoza y de Schiaretti en Córdoba.
Sobre las incertidumbres, el caso de San Juan es un buen ejemplo. Eduardo Cáceres, de adherencia macrista, encabezará la lista del espacio opositor sanjuanino (un mix de peronistas disidentes y no peronistas). Lo que ocurrirá hasta octubre (con ese candidato y también con el oficialista Tomas) dependerá de la evolución de la interna peronista nacional, y de cómo se resuelvan las tensiones de estos “espacios heterogéneos” presionados por líderes nacionales con planes propios. A propósito sobre esta provincia: no caben dudas que Gioja perdió, pues no cumplió con su expectativa de más del 50 por ciento; y la oposición venció, pues esta elección preliminar se lee con la lógica de la ley de lemas. En cada bloque o alianza de partidos, se suman los votos a favor de los sublemas (cada candidato interno a la alianza o bloque) a favor del bloque más votado.
Por último, algunas cuestiones: después de 10 años, acaba de iniciar el proceso de sucesión de Cristina Kirchner. En cierto modo, es el segundo proceso sucesorio, después de la derrota de 2009. Pero esta vez parece irreversible, pues no hay posibilidad constitucional de reelección.
¿Cuánto es similar este final de ciclo al de 1997, cuando Menem perdía las legislativas? Creo que la principal diferencia entre ahora y entonces, es que el espacio peronista no se ha achicado. El peronismo oficialista logró el 29 por ciento, y el peronismo opositor el 26 por ciento; es decir, un total de 55 por ciento. Mientras que la oposición de radicales y centro izquierda alcanzó poco más del 21 por ciento. Es decir, por el momento la contestación principal es interna (Massa, de la Sota), y parece tratarse más de una transición dentro del mismo bloque político cultural peronista, que una alternancia inter bloque. Por el contrario, en 1997 la caída de Menem tenía como principal contestación figuras externas y ello presagiaba una caída del bloque político. Otra novedad, derivada de la anterior, es que los alternantes son políticos moderados. ¿Que pasará con el kirchnerismo? ¿Es posible que se mantenga como una fuerza cohesionada y competitiva en 2015? Si ello es así, se abren escenarios posibles novedosos a futuro: arriesgar una derrota peronista, no por una alianza opositora mayoritaria (como en 1999) sino división del peronismo.
Massa, Scioli o de la Sota representan un peronismo moderado frente al peronismo radical de Kirchner. Por ello una propuesta común hoy es “generar un clima de distensión”. En el espacio no peronista, la cuestión principal es cuánto avanza en la sociedad la demanda republicana y de liberalismo democrático (de equidad, anticorrupción, autonomía ciudadana, independencia de la justicia y de la prensa).
Faltan ahora las elecciones legislativas verdaderas, pero falta poco tiempo y es probable que las tendencias se acentúen. Cuestiones, hacia fuera del peronismo, como: ¿cuánto podrá armarse un bloque alternativo con una figura política que movilice electores para cambiar? y hacia adentro: ¿cuánto el peronismo alternativo será el nuevo cauce, de bases y élites, para traccionar a los votantes kirchneristas?, son ejes del nuevo ciclo que inicia.