El primer día de escuela, el primer beso, la primera borrachera, el primer encuentro sexual, el día de la graduación de la universidad, el primer trabajo, el día del ascenso laboral, el primer auto, el día de la boda, el día que la prueba de embarazo dio positivo, el día del nacimiento del primer vástago, y del segundo, y del tercero, todos estos acontecimientos tienen un lugar especial, asignado previamente, en el Gran Álbum de Momentos Memorables de Mi Vida, que la mayoría guarda celosamente en algún rincón seguro del cerebro y que saca a desempolvar a la mínima provocación o sugerencia. Pero los mexicanos llevan una doble contabilidad, tienen un segundo álbum, uno en el que registran varios eventos que tienen igual o mayor importancia que los mencionados. Estos otros acontecimientos son una serie de éxitos alternativos o de lados que, podríamos decir, los mexicanos estiman tanto como los de la lista principal. No sólo conservan intacta la memoria de esos hechos, sino que no pierden la oportunidad ni tienen empacho en soltar las amarras y recordarlos con una intensidad que les pone la piel de gallina o los hace derramar lágrimas o saliva o todo junto y de sopetón. El Top 5 de hitos underground de los mexicanos es el siguiente:
5. El día que reciben cambio de más. No importa el tamaño del comercio, no importa si la transacción comercial está más o menos automatizada o sigue siendo al tanteo de la aritmética mental, de hecho, ni siquiera importa la cantidad de dinero, cuando los mexicanos pagan por alguna mercancía o servicio y reciben cambio de más, cierran el puño apresuradamente, ponen cara de póquer (o sea, pelan los ojos y con dificultad contienen la sonrisa) y salen casi corriendo de ahí. Ah, esos 10 centavos o 10 pesos les saben a gloria, a justicia divina, le quitaron un pelo a la cadena de supermercados, le dieron una cachetada con guante blanco y anónima al tendero tanteador y abusón.
4. El día del triunfo retórico. Los mexicanos son huacalones, o sea, alegadores, discutidores, gritones, por lo que no es de extrañar que sean duchos en el arte de tener razón, siempre, aunque estén equivocados. Como buenos rétores, entrenan, imaginan todo el tiempo discusiones acaloradas con quien sea sobre cualquier tema; compiten, no pierden oportunidad de participar en cualquier discusión, aun con extraños; ganan, siempre dicen la última palabra, matona, mordaz, el último argumento, duro, seco y al hocico. Los mexicanos no se cansan de recordar estos momentos, cuando aplastan al otro a verdadazos o a gritos.
3. El día que hallan dinero en su pantalón. Cuando los mexicanos meten la mano a la bolsa de su pantalón, o a cualquier otra de sus prendas, y se topan con un billete que habían olvidado ahí y que sobrevivió a los embates de la lavadora, sienten como si se hubieran sacado la lotería, ¡son 20 pesos gratis, o 100 o 500, qué suerte!, piensan. Por alguna razón que desconozco, cuando esto pasa, los mexicanos obvian el hecho de que ese dinero ya era suyo y lo ven como si fuera un hallazgo. Y así lo recuerdan y lo platican con el mismo entusiasmo de quien se sacó el premio mayor o halló un cofre con doblones de oro españoles: “¡fíjate que me encontré un billete en mi pantalón!, ¿puedes creerlo?”.
2. El día que se comen 15 tacos. La cuota regular son cinco tacos y quizá un par más, cuando el hambre, la glotonería o la buena mano del taquero lo ameritan. Rebasar esa línea abre la caja de Pandora, el mexicano pide un taquito más, luego se ve obligado a pedir un segundo refresco, luego se da cuenta de que su refresco está solo, de que parece un huérfano desvalido sin sus hermanitos de doble tortilla, carne, cebolla, cilantro y salsa, y eso no puede ser y pide una orden más, y así hasta que rompe el récord o el pantalón y se da cuenta que, de hecho, ha perdido la cuenta, entonces rebosa de felicidad al pagar, le informan lo que consumió, el doble o el triple, increíble, piensa, día feliz, apunta en su calendario mental, algún día platicaré de esto con mis hijos, con mis nietos.
1. El día que se quita la camisa. El mexicano celebra de muchas maneras, todas memorables, sin embargo, se reserva un modo para cuando cree que las circunstancias son realmente extraordinarias, entonces se quita la camisa o la playera. Es la máxima celebración, el clímax de la alegría desbordante, la borrachera de triunfo, de éxito, de alcohol, la euforia circula a borbotones, la embriaguez de poder toma posesión de todo el cuerpo, la ropa estorba para celebrar en grande, para sacar el pecho, llenos de orgullo, y los mexicanos se desnudan el torso y voltean al cielo y dicen “¡aquí estoy!, ¿quién sigue?”. Ese día lo marcan con hierro, hacía años que su equipo no ganaba el campeonato, por ejemplo.
Si entre sus planes próximos está adoptar un mexicano, siga los siguientes pasos:
Primer paso: quizá le toque en suerte un mexicano remilgoso, en tal caso, prepárese para aburrirse, pues la colección de su mexicano estará compuesta por momentos cariñositos y memorias rainbow brite.
Segundo paso: quizá le toque en suerte un mexicano más barroco, en tal caso, prepárese con un abogado, pues su lista de hitos incluirá actos rayanos en la delincuencia juvenil y fluidos corporales.
Tercer paso: quizá le toque en suerte un mexicano loco, en tal caso, delo en adopción, pues su top incluirá saltar desde azoteas, perseguir autos y correr desnudo y con calcetines en plazas públicas.
Preguntas frecuentes: ¿El mexicano tiene hitos? Sí. ¿El mexicano tiene éxitos? No. ¿El mexicano tiene hits? Depende.