Aquellas avenidas majestuosas de la capital del país, que invitan a reflexionar sobre la bonanza de otros tiempos y el control de la sociedad a través de esquemas institucionales que garantizaban una política de estado casi perfecta, ahora pretenden evolucionar para (al parecer) dar certidumbre económica al crecimiento de la nación.
Eminente reforma que busca modernizar la tan golpeada industria energética, sin olvidar la carga social que conlleva el cambio. El tema incomoda, tanto que los actores involucrados en el caso prefieren “darle tiempo al tiempo”, lo cual ninguna ventaja parece ofrecer. Es mejor “al mal tiempo darle prisa” y no dejar que la opinión pública comience a especular sobre tan delicado tema. La ansiedad por conocer más abre la puerta para que los analistas de todas las latitudes del país fijen su postura al respecto.
La Cámara de Diputados hizo un sondeo de opinión entre la ciudadanía sobre el tema en comento, donde la mayoría de las personas dijeron que prefieren la corrupción en la empresa y el sindicado que admitir inversión privada.
Los “supuestos” líderes de izquierda, casi mesías de los oprimidos saltan al paseo por la reforma y dicen que no, se niegan a la privatización, se oponen a la venta por partes de la soberanía nacional, ¿acaso querrán convocar a movilizaciones de todo tipo? El jefe de don Enrique, don Enrique, su gabinetazo y los medios de comunicación electrónicos filtran las primeras frases del discurso que este prominente político y jerarca de la tierra azteca en breve dará.
Se toca de manera obligada el nombre del General Cárdenas y por lo que se sabe, insisto vía filtración se dirá algo como “Lázaro Cárdenas estaría de acuerdo”.
Qué bueno, no saben con qué pendiente me tenía que el espíritu de Tata Cárdenas nos dé el visto bueno y su bendición en estos momentos. Nuevamente y como en casi todas mis columnas, la indignación me invade y mata las últimas neuronas que me quedan. Cómo es posible que nos sigan vendiendo ese tipo de discurso barato, completamente maniqueísta, haciendo caer en la trampa de la eterna disonancia cognitiva que nunca hemos sabido librar. ¿Por qué un amplio grupo de personas están en desacuerdo con la privatización de Pemex, qué clase de información tienen, quién les ha dicho que lo que quiere hacer el gobierno federal es malo para la nación? ¿para la nación o para los pobladores? Los que nunca hemos sido dueños del petróleo por cierto.
Qué discurso tan barato se utilizará para anunciar con bombo y platillo la reforma que desde el sexenio del jefe Calderón se venía cocinando y que el otrora gobernador del Edomex dijo que le parecía lo más correcto por hacer cuando fuera el mero mero jefe de todos y todas. Qué nos sorprende, si desde el sexenio pasado el tema está en la mesa, qué nos escandaliza si en sus giras por Brasil, Alemania y esta última por el Reino Unido don Quique ha dicho que no hay vuelta de hoja, “no se hagan bolas” dijo el jefe del preciso, si lo que quieren escuchar es que Pemex es de los mexicanos, así será, total los cuates inversionistas aguantan vara y no son tan sentidos si no aparecen sus nombres en las ocho columnas como los salvadores de la industria más controvertida del cuerno de la abundancia.
Esa reforma incluye la modificación de los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución lo cual abrirá la puerta “legal” para que la IP le dé duro a la chamba de la explotación, refinación y hasta comercialización del oro negro, sin embargo y para que vea que la historia es como la moda, cíclica, don Lorenzo Meyer nos recuerda que entre 1949 y 1951 el presidente Miguel Alemán firmó cinco “contratos-riego” entre Pemex y empresas norteamericanas para explorar zonas de la región del Golfo. Dice el Doctor Meyer que en aquel acuerdo se puntualizó que de encontrar petróleo en aquellas expediciones las empresas “invitadas” se quedarían con el 15 por ciento de lo extraído.
Y en aquellos tiempos, ¿el pueblo manifestó su inconformidad?
Las privatizaciones siempre favorecen a una mínima parte de la sociedad, pero favorecen. No recuerda el caso Telmex y su venta al hombre más rico del mundo, que por cierto tiene sus oficinas en el paseo de la Reforma.
Twitter: @ericazocar