“‘There must be some way out of here’, said the joker to the thief, ‘There’s too much confusion, I can’t get no relief’”. (All Along the Watchtower. Bob Dylan)
Jamás somos únicamente la experiencia superficial de una conversación encendida, ni siquiera el furor de una vivencia arrebatadora, no importa cuánto aspiremos a congelar el instante de la felicidad mayor o a prolongar el gozo de un hallazgo o una revelación, creo que somos la fusión entre la superficie sometida a los des/encuentros con el otro y la piel más profunda que en el sosiego transforma lo aprehendido en ideas, que el paso del tiempo sirve para la acumulación y nos corresponde el ejercicio de transformar eso en conocimiento.
Eso implica que, creo, siempre hay una salida, una respuesta a cada una de las preguntas posibles y, sin embargo, aún no sé qué le voy a contestar a mi esposa cuando me vuelva a preguntar: “¿por quién vas a votar?”, formo parte de ese porcentaje de indecisos que a pesar de contar con mucha información, quizá por eso mismo, todavía no sabe qué casilla va a cruzar en las boletas el próximo domingo.
Tengo algunas certezas, a pesar de las mil y un formas de votar, es decir, la posibilidad de marcar varios logos en la boleta, cuando lo haga sólo marcaré uno, si es por Andrés Manuel López Obrador el del PRD, si Enrique Peña Nieto el del PRI, si Josefina Vázquez Mota el del PAN, el resto de los emblemas me parece que son un chiste costosísimo, franquicias de cotos de poder que juegan a aumentar su valor durante las elecciones para venderlo al mejor postor inmediatamente después. Sé también que no votaré por Gabriel Quadri porque me siento agredido por el papel que ha jugado en esta elección, además de lo que representa el partido por el que fue contratado.
Sé también que la elección no está decidida, espero lector que tú también, que no importa cuántas encuestas circulen señalando punteros y distancias insalvables, no son más que un estudio, que las respuestas a un cuestionario no controlan el proceso, el momento de la decisión personalísima ante la boleta, ningún porcentaje publicado por el medio que sea o esgrimido por un personaje modifica la decisión personalísima. Sí, este proceso electoral ha sido (otra vez) el del intento de la manipulación, apostar a que la multiplicación de una supuesta opinión mayoritaria incida en aquellos que todavía no acaban de decidirse. Está en cada uno permitirlo.
Voy a votar tratando de reflexionar lo que he leído y visto en estos días, consciente de que a lo largo de esta semana arreciará la euforia, las marchas pro y anti, las de la victoria y las de protesta, que aumentará el intercambio de imágenes, textos y videos que hablen de estadios y plazas llenas, de pifias y aciertos exagerados… Si en estos meses la proliferación de rostros sonrientes en los espectaculares, la propagación de promesas de campaña y los spots no me han hecho tomar una decisión, ¿por qué habría de hacerlo una foto donde se ve un espacio vacío o un repleto total?
Cuando tenga que contestarle a mi esposa por quién voy a votar, seguro daré un rodeo larguísimo para ver si puedo escabullir la pregunta, comenzará por confirmarle que no soy anti nada, ni pro nada (al menos como se entiende en estos días), que tampoco formo parte de los jóvenes congruentes ni de los 132, recordarle que el color de la camisa que a diario me pongo sólo responde a qué tan arrugada está o el ánimo con que me despierto. Enseguida le hablaré de la importancia del Congreso, la voy a incordiar (otra vez) con la retahíla de que no contamos con políticos profesionales que asuman el reto de comportarse como servidores públicos, con que el sistema de partidos no ha estado a la altura de lo que como ciudadanos requerimos y por eso menosprecia la participación ofreciendo de forma descarada candidatos a los que sólo caracteriza un profundo desconocimiento de la tarea que están obligados a cumplir.
Le voy a hablar de la euforia como un estado alterado de la percepción, una sensación engañosa y pasajera, similar a la que producen las drogas o el alcohol. Insistiré en la importancia de acumular para analizar y, de nuevo, alcanzar el conocimiento. Por supuesto, comentaré que no todo se decide en unas elecciones, mucho menos por las campañas.
Después, como otras veces, me pondré a cantar para que me pregunte a qué viene citar precisamente esa pieza musical. Aprovecharé la oportunidad para contarle de las múltiples versiones de All along the watchtower, mencionar la versión en vivo de Dylan, o la de Dave Matthews, por supuesto la de Eric Clapton y Lenny Kravitz, la de Neil Young, la de Hendrix y la de U2. Cuando me mire desesperada porque, como siempre, estoy dando un rodeo larguísimo, es posible que le cuente del final de la canción: “‘No reason to get excited’, the thief he kindly spoke, ‘There are many here among us who feel that life is but a joke. But you and I, we’ve been through that, and this is not our fate. So let us not talk falsely now, the hour is getting late’”.
Eso creo, le diré, ya hemos estado aquí, volveremos a estar, ha llegado la hora, ¿a qué hora iremos a votar el domingo?
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