Cuando me sueño soy un adolescente, no tengo sobrepeso, poseo aún mi cabello largo casi hasta los hombros, mi rostro no ha sido vencido por la gravedad ni mi piel se ha formado en arrugas que surcan mis manos. Nunca me he soñado viejo. Incluso cuando estoy despierto, consciente, no puedo evitar pensarme como la mejor versión de mí mismo físicamente. No es que añore mis años de juventud, pero me complace recordar el tiempo de complicidad que ellos contuvieron. Ahora que soy adulto, no quisiera regresar a aquellas épocas pues en mi haber tengo otras fortunas invaluables que el tiempo y las vivencias me han traído, y orgullosamente puedo decir que soy hoy la suma de mis días, de mis experiencias, de mis errores pero también de mis aciertos. Cuando yo crecí la vida no era tan vertiginosa: los grupos de moda los contabas con los dedos de una mano y los nuevos libros publicados que anhelabas leer no eran más de tres en un año. Ni hablar de las películas en el cine que duraban meses exhibiéndose o de los programas de televisión que parecían ser perpetuos. Las noticias las daba Jacobo Zabludovsky, el pronóstico del tiempo lo presentaba Iracheta, los domingos le pertenecían a Chabelo y a Raúl Velasco con su programa Siempre en domingo, el PRI era el único partido con poder real. Era impensable que la leche se vendiera en envases de cartón e imposible que alguien te vendiera agua embotellada. La televisión se transmitía por cuatro canales nacionales (el dos, el cuatro, el cinco y el 13). De alguna manera la vida se nos presentaba con mayor certeza, con menor movilidad y, sin duda, el tiempo de la imaginación se comenzaba a concretar. Los autos implementaron los vidrios eléctricos como una novedad de lujo junto con los faros ocultos que mecánicamente se descubrían cuando encendías las luces del vehículo, y el reloj analógico en el tablero era el símbolo de la ostentación en el automóvil. La televisión a color empotrada en muebles gigantescos fue el asombro para mi generación que escuchó acetatos a la sobra de las luces verdes de las consolas que reproducían el sonido con agujas que surcaban el plástico provocando el sonido.
En ese entonces soñamos con las caricaturas de Los Supersónicos que habría robots domésticos, o que si metías un envoltorio prefabricado a un aparato electrónico obtendrías una comida. Que habría control remoto para encender los artefactos que usábamos, que las puertas se abrirían automáticamente a tu paso. Ahora que vi el programa de Los Supersónicos lo único que no tenemos son los autos que vuelan y las máquinas transportadoras que los desintegraban en un portal y los volvían a integrar recomponer en el portal de su destino. En fin, el tiempo ha concretado no sólo aquellos deseos que teníamos de hacernos la vida más sencilla y cómoda, sino que se han realizado invenciones que nunca hubiéramos imaginado: el internet, los vuelos a la velocidad de sonido, la alta definición, la red de comunicación mundial, los videojuegos, etc. Y junto con todo esto, nos llegó también la evolución cultural y social. Mujeres que ocupan puestos directivos en las empresas y en los gobiernos, homosexuales que no tienen que ocultar sus preferencias sexuales para no ser estigmatizados por los demás. Sin duda la declaración reciente del actual Papa católico, Francisco, diciendo que no juzgará a los sacerdotes homosexuales sino que son bienvenidos como personas de Fe es un ejercicio de imaginación vuelta realidad, en un acto sin precedentes de la Iglesia. ¿Quién se iba a imaginar hace 25 años que las personas con preferencias homosexuales llegarían a lograr su aceptación? O la igualdad de razas que nos llevó a tener el primer presidente afroamericano en el país vecino del Norte. Goethe decía que “La Imaginación es una forma de ser”, y ese tiempo nos ha alcanzado en todos los ámbitos de nuestras sociedades. Ya en la economía, en la medicina, en la tecnología, en la ciencia, en la cultura, en el entramado social, en los medios de comunicación y de transporte.
Y no podemos hablar de tiempos donde la imaginación se ha concretado sin mencionar a Julio Verne, quien nos llevó a la Luna 100 años antes de que la carrera espacial lo lograra o concibió la idea del submarino; o Leonardo Da Vinci como la catapulta, el helicóptero, la construcción de puentes, el paracaídas, el parapente, etc. Son miles, literalmente, las personas que usando su imaginación, lograron hacer una propuesta que llegó a cristalizar y se concretó para facilitarnos hoy en día la vida, o darnos una mejor calidad en nuestra existencia, incluso en nuestro entretenimiento. Porque el entretenimiento y la diversión son partes capitalmente importantes de nuestro ser. Jorge Luis Borges alguna vez dijo:
“Si no tomo en serio mi diversión, ¿Qué entonces voy a tomar en serio?”
Así, de la imaginación a la realidad, de la idea a lo concreto, los seres humanos nos hemos hecho a nosotros mismos a través de nuestros deseos, de nuestros anhelos, de nuestras proposiciones. No solamente hemos logrado “juguetes” o “artefactos” para nuestra comodidad y beneficio, sino que la imaginación ha sido la base, el cimiento, la fuente, de muchas de las cosas que hoy en día nos moldean como seres humanos. Somos lo que nos hemos atrevido a soñar.