Los colores del poder / De imágenes y textos - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

La genética sociopolítica de nuestra orgullosa raza de bronce padece de un mal visual, investigadores y eruditos en la materia afirman que desde 1988 fuerzas ajenas a nuestra voluntad han hecho que sólo identifiquemos tres colores. El verde, el azul y el amarillo, los nuevos colores primarios de nuestra patria, los colores que identifican a los tres en el poder, los colores de la esperanza y decepción, los colores de la desgracia y el orgullo. En este caso el orden de los factores sí afecta el producto, pero siempre serán tres.

En el génesis de esta colorimetría primero aparece el verde, cargado de un significado patriótico a la vieja usanza, por ahí se escuchaba decir que en aquellos tiempos de ignorancia y analfabetismo extremo los simpatizantes del color en comento se acercaban a la población más vulnerable pidiendo el voto por la bandera nacional, ¡votemos por México!, saquemos a los gachupines, a los gringos, a los franceses y a todo extranjero que intente profanar el suelo de la nación bendecida por la guadalupana. Y así pasaban los primeros años del siglo pasado, resguardando los colores patrios con tal celo que nadie pudo acceder al poder, ni a la economía ni a la igualdad ni a las ganancias del petróleo, ni a nada de nada.

Pero por alguna razón seguramente venida del cosmos o de una energía casi divina aparece, nace, se manifiesta el color azul. Lleno de espiritualidad, amigo de los jerarcas que tienen línea directa con el creador y sus secuaces terrenales, partidarios de este color con liquidez, dinero constante y sonante, obviamente en un principio antagónicos al color verde, después compadres. Casi luchadores sociales, idealistas y con una fuerza que poco a poco creció entre el gusto del respetable que entre hambre y desolación empezó a voltear hacia ellos. Qué bonito color dijeron, qué interesantes biografías de sus militantes. Pudieron sacar provecho del consumo de los medios para posicionarse y crear neo mártires sociales más que políticos. Los profetas auguraron que un día el azul del cielo iba a bañar de rojo nuestra tierra y así fue. Quién iba a pensar que estos jóvenes entusiastas llegarían a un acuerdo con los que deciden el futuro del país para sentarse en el trono de los verdes.

Los años pasaron y como dictan los patrones del comportamiento humano, algunos de los defensores del color verde cambiaron de tono, algunos al verde claro, otros al verde oscuro, algunos más al verde fosforescente, la sociedad no es estática, así que como película de ciencia ficción la estructura molecular cambió, un sector del verde se convirtió en amarillo. En un principio picosos y casi auténticos, (si es que a la clase política se le puede llamar auténtica, claro está) salen a la luz de la nación como un color renovado, lleno de esperanza, con líderes que causan ruido entre los verdes y los azules, los radicales y defensores de las causas perdidas. Lo triste de la historia fue que rápidamente se enfermaron del poder que los precedía, nunca fueron amarillos naturales sino verdes descarriados y eso orilló a buscar con una insistencia enfermiza la silla del poder, pero sin rolar al señalado. En toda la vida de los verdes descoloridos sólo han mostrados dos gallos para luchar por la presidencia.

Y así pasaron los años, los verdes dominando desde su fundación a la fecha, defendiendo su estilo de vida, de gobernar de manipular y de acuñar las bases de la institucionalidad, lo que no favorece en absoluto a la sociedad. Los azules creando falsas expectativas entre la población, ondeando la bandera del cambio, aprendiendo lo que los verdes asimilaron desde el principio de los tiempos de tata Cárdenas, moviendo fichas para que ex integrantes o bien personas activas de la iniciativa privada incorporen su óptica a la burocracia, amantes del ruido pero de las pocas nueces, azules que caminan por los errores que tanto criticaron de los verdes y los amarillos. De estos últimos, qué decir, “los supuestamente” más comprometidos con las causas sociales, gobiernan una de las ciudades más grandes del mundo desde hace tiempo atrás, el mejor escaparate para demostrar el músculo político y no pueden acabar de convencer al resto de los cohabitantes del cuerno de la abundancia.

Algunos matices que de pronto surgen y la paleta de colores se amplía a rojos, verdes claros, anaranjados, para evitar malos pensamientos antidemocráticos pero que al final de cuentas los dueños de estas tonalidades lo único que persiguen es un beneficio económico, ningún compromiso con la sociedad, hasta en “combis” nos los podemos topar.

Sugiérame usted estimado lector, qué hacer cuando los colores de México se reducen a tres que a veces parece una sola gama. Cuál es la salida de esto, ya son tantos años así que nuestra vista se acostumbró al verde, azul y amarillo, los nuevos colores de la patria, ¿no le gustaría ver a colores? Ni el Santo, ni Chespirito ni Marcos ni Sicilia ni nadie puede corregir el astigmatismo sociopolítico que padecemos. ¿Qué no le duele la cabeza?

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Twitter: @ericazocar


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