José Carlos Lozano de la Torre y Lorena Martínez Rodríguez podrán hacer del resultado de las elecciones 2013 todo tipo de conjeturas y hasta culpar al obispo José María de la Torre, al Cristo Roto o al fantasma del abstencionismo de su fracaso electoral. El gobernador y la alcaldesa con todo y la guerra sucia que ellos mismos instrumentaron para minar a sus adversarios y sus petulantes bardas que delimitaron territorios 100 por ciento del PRI, tendrán mucha tela de dónde cortar para dedicarle la derrota de su partido a todo aquello y aquéllos que ayudaron a conseguirla. Lo cierto es que la derrota del PRI en Aguascalientes tiene paternidad y no es necesario que sus progenitores se sometan a una prueba de ADN. José Carlos y Lorena nunca se cansaron de difundir con cargo al erario público y en olímpica competencia sus boletines de prensa para ensalzar a sus respectivos gobiernos. Distribuyeron más notas informativas del ejercicio de su poder que el PRI en propaganda política en campaña. Confundieron la rendición de cuentas con la rendición del culto a su persona. Sus comunicados oficiales se asemejaron más a relatos hagiográficos de santidad y milagrería difundidos a placer que a herramientas de comunicación social que sirven para dar a conocer actos institucionales de gobierno de interés público. Los logros gubernamentales que José Carlos y Lorena presumieron hasta el hartazgo no bastaron para que el PRI alcanzara el triunfo en el Municipio de Aguascalientes, Asientos, Calvillo, Jesús María, el Llano, Pabellón de Arteaga, Rincón de Romos y San José de Gracia. Al gobernador no le sirvió de nada vender a los votantes la segunda planta Nissan con su multimillonaria derrama económica; ni su visión inteligente y capacidad creadora en la generación de los miles de empleos alcanzados; ni su probada experiencia para organizar misiones comerciales generadoras de riqueza; ni su singular esfuerzo por construir como nadie en México un excepcional clima de negocios para Aguascalientes; ni su natural talento para atraer a grandes inversionistas; ni su reconocida labor en pro de la excelencia educativa primermundista, ni su eficaz y contundente estrategia de mando único en materia de seguridad que optimizó el uso de recursos e infraestructura para combatir el delito; ni sus certificaciones que superaron por mucho estándares de evaluación alcanzados en otras naciones. Nada de esto le sirvió al gobernador para motivar al electorado a refrendarle su voto al PRI. Con lo que respecta a la alcaldesa, su magna obra Línea Verde ofertada como modelo de sustentabilidad social, urbana, ambiental y vanguardista, que según ella, colocó a nuestra ciudad en la palestra internacional en materia de fortalecimiento del tejido social al dotar a casi medio millón de habitantes del oriente de la ciudad con infraestructura deportiva, cultural, formativa y de recreación, no acabó por convencer a las clientelas doradas del PRI, quienes prefirieron dar su voto a cambio de la dádiva despensera y no a las bondades de los innovadores programas del Ayuntamiento que los “agitó” y “activó” con la promesa de hacerlos felices y saludables, combatiendo su obesidad y garantizándoles mejores condiciones de vida. Tampoco a Lorena le redituó votos a favor de su causa y futura aspiración política su Observatorio Ciudadano de Transparencia y Gestión Municipal, ni las vidas salvadas con su Foto Radar y mucho menos los múltiples premios internacionales logrados por su inigualable gobernanza. ¿Cuáles fueron entonces las principales razones de la derrota del PRI en Aguascalientes más allá del nombre y apellido de sus creadores? No lo sé. Tal vez este asunto quede en manos de notables expertos en ciencias ocultas y sesudos analistas doctos en desentrañar la inmortalidad del cangrejo o llegar al fondo de los agujeros negros con la más pura empiria. Lo único que sé y puedo compartir con los lectores de La Jornada Aguascalientes es que el Progreso para Todos certificado ante notario público que José Carlos Lozano de la Torre y Lorena Martínez Rodríguez garantizaron a la sociedad de Aguascalientes no fue suficiente para derrotar a un “taquero” tercermundista que sin echarle mucha crema a sus tacos y “haiga sido como haiga sido” se alzó con la victoria.