Los molinos de la mente / De lo moral a lo estético - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

Mi papel consiste en enseñar a la gente que son mucha más libres de lo que sienten, que la gente acepta como verdad, como evidencia, algunos temas que han sido construidos durante cierto momento de la historia.

Michel Foucault

La historia de la humanidad muestra el retrato de los intentos de composición y descomposición social a lo largo de nuestra vida como especie. A través de los tiempos podemos apreciar cómo ha habido ensayos para conformarnos en grupos sociales, estructurados, con orden y propósito, con roles y con tareas, para hacer que el grupo humano de convivencia supere los obstáculos, las dificultades, los inconvenientes inherentes a la vida en conjunto. El mundo social ofrece no sólo estructura y orden ante la vida, sino que aporta seguridad y sentido de pertenecía a sus integrantes. La vida social contiene un “sentido” de vida que le imprime a todos sus miembros, formando una cohesión efectivamente necesaria que, en teoría, aporta mayores beneficios que la vida individual. El principal acierto de la vida comunal o en sociedad es la protección, la seguridad de que sus miembros son receptores. Hay una viabilidad en la vida en común que facilita y amplifica la calidad de la existencia de los humanos. Hoy en día casi todos nosotros hemos crecido al amparo de un régimen social y gozamos de los beneficios que nos ofrece la vida en asociación, en compañía, en equipo. La Sociedad se convierte en la imagen del individuo mismo, que se entiende y se objetiviza a través del acervo cultural en que se desarrolló. Sin embargo, toda sociedad, por ser una fórmula de agrupación, de aglutinamiento, establece lineamientos, reglas, sistemas, ordenanzas que delimitan al individuo perteneciente. Pero estas normas y regulaciones dentro de las que nos desarrollamos y llegamos a ser individuos, son “acuerdos sociales” –en el estricto sentido con que Juan Jacobo Rousseau los explicó-, y por tanto, son pactos, convenios, concertaciones que contienen como máxima la continuidad de la sociedad, del grupo.

Siempre habrá -¡Qué bueno!– individuos que traten de liberarse de los límites sociales en búsqueda de su propia identidad, de su particular verdad. Porque toda sociedad contiene normas y lineamientos de orden moral que plantean el sentido de lo bueno y lo malo, de lo apetecible y lo reprochable, de aquello que se debe de hacer y de aquello que está fuera de los límites de acción del individuo, todo orientado, encaminado, al “Bien Común”, a la permanencia y continuidad del grupo, de la comunidad, de la vida en Sociedad. Pero el modelo social no funciona para todos, puesto que los espíritus inquietos de algunos de nosotros buscan una identidad distinta, propia, que no sea engullida por el modo social. Estas personas históricamente han marcado grandes diferencias y revoluciones sociales, que han sido pautas para que el resto de los comunes sepamos que hay modos distintos de vivir y de experimentar la existencia. Han sido buscadores de la libertad de acción, que a menudo han entrado en conflicto con el conjunto de normas que la sociedad necesita para continuar exitosamente y permanecer en el tiempo.

En el plano artístico y filosófico, las revoluciones de lo Moral a lo Estético son tan antiguas como nuestras sociedades. Han buscado formas de autogobierno, de autogobierno de los individuos frente a la Sociedad normativa. Y hemos presenciado grandes cantidades de cambios gracias a estos esfuerzos individuales que han intentando vivir su vida en acuerdo a sus propias versiones, a sus íntimas creencias. Gracias a estos atrevimientos e ideas, las sociedades han vivido tiempos de descomposición y de re-estructuración. Desde la antigua Grecia, pasando por el Dandismo de Inglaterra que produjo un movimiento liberador social y estético en Europa central en el Siglo XIII, los movimientos “existencialistas” y los tiempos de la Post-Guerra, la revolución sexual, hasta nuestros días en que el libre pensamiento y las libertades de acción nos han depositado en sistemas sociales con mayores libertades individuales, por mencionar sólo algunos cambios. Así, de vez en vez, surgen ideas que reformulan las sociedades humanas hacia mayores libertades, incluso hasta tiempos de libertinaje. Y a cada tiempo de rompimiento y libertinaje, ha correspondido un contra-movimiento de conservadurismo y de normatividad estricta. La sociedad humana ha vivido históricamente tiempos de distención y contracciones morales y estéticas que se han permeado al resto de las actividades sociales. Lo que hay que rescatar de esta dinámica social es que muchos preceptos sociales que nos han regido como verdades absolutas e inmutables, no lo son. Han sido meros arreglos sociales con los que los grupos y comunidades han podido trascender durante épocas en las que eran necesarias guías, rutas para la conducta humana. Paro estos caminos marcados por las sociedades, no fueron ni son sustentados por verdades necesariamente, sino por ideas que en su tiempo eran funcionales y ofrecían la mejor oferta intelectual de su tiempo. Es hora de analizar nuevamente el acervo cultural de nuestras sociedades para despojarnos de aquellos lastres que ahora no tienen sentido y que nos coartan la libertad en nuestra existencia particular. La moral social debe ser nuevamente evaluada y replanteada de modo que sea más incluyente, y por sobre todas las cosas, que nos permita mayor libertad de elección a los individuos. La Sociedad no puede ser un vehículo dictatorial, sino un garante de nuestra libertad de elección en todo campo y en todo sentido.

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