La naturaleza de las promesas
Nada como personajes tridimensionales para hacer atractivo un relato, sin importar el medio a través del que se cuenta, para conmover, emocionar, interesar al público se requiere la habilidad suficiente para dotar a los protagonistas de las características suficientes como para que el espectador sea capaz de imaginarlos fuera del mundo cerrado de la obra.
Cuando un personaje es construido de esa forma, resulta inevitable querer saber qué es lo que el destino le depara, va más allá de si somos empáticos con él o lo detestamos. Ricardo III puede ser un villano aborrecible, un ser humano despreciable, pero nos importa saber si será capaz de llevar a cabo todas sus felonías, lo mismo que Emma Bovary, por quien se puede sentir la mayor ternura del mundo, incluso la intención de extender la mano para que no caiga en las trampas que ella misma se inventa… son nuestros, sabemos a qué huelen, incluso somos capaces de adjudicarles gestos que no fueron puestos por Shakespeare o Flaubert, se los agregamos como la consecuencia natural de que creemos conocerlos.
Decía que no importa el medio, lo escribí pensando en el éxito de series como Los Soprano o House of cards, Tony Soprano y Francis Underwood importan porque son de carne y hueso, porque reflejan en sus acciones y palabras la complejidad de cualquier ser humano al que conozcamos. Y si a ésas vamos, esa condición de tridimensionalidad explicaría la razón por lo que la mayoría de las telenovelas, sobre todo las recientes, se pierden fácilmente de la memoria, importa la anécdota, la vuelta de tuerca, la tensión, no el desarrollo de los personajes, condenados al blanco y negro, fugados de los matices, siempre serán personajes de cartón, de escasa dimensión, sin profundidad.
El electorado, nosotros los que vamos a votar, somos para los partidos, para quienes diseñan las campañas, personajes de telenovela, sin matices, así nos clasifican y así nos dirigen sus mensajes. The nature of promises, apunta en algún momento Francis Underwood, is that they remain immune to changing circumstances, y si los que votan quedan atados a, simplemente, estar a favor o en contra, es más simple elaborar promesas eficaces para atraer su atención.
Al disminuir la capacidad de acuerdo a un sí o un no, se elimina la necesidad de concentrarse en las ideas, son innecesarias, lo que importa es que brille, no que sea oro.
La parcelita
Otra de las grandes frases que suelta el personaje que interpreta Kevin Spacey en House of cards es: Power is a lot like real estate. It’s all about location, location, location. The closer you are to the source the higher your property value.
Los partidos han entendido muy bien esta condición, por eso no les interesa la capacitación ni despertar a los ciudadanos a la toma de conciencia política, de lo que se trata es de estar cerca de ellos, una y otra vez, satisfaciendo sus necesidades más básicas, llamando su atención. Todo lo que complique esa cercanía se evita, por eso funciona venderse como de izquierda o centro o derecha, por eso se puede vilipendiar sin decoro alguno la palabra ciudadano… no se requieren explicaciones, se trata de posicionarse.
¿Y qué mejor forma de posicionarse que estando a la mano, a cualquier hora, en cualquier parte?, de ahí que el souvenir haya, hasta cierto punto, desplazado a la entrega directa de dinero. Como la consigna es que atender al electorado no se trata de ideas sino de cercanía, no hay empacho alguno en transformar al candidato en una marca, en una imagen, eso es lo que se puede poner en un delantal, una bolsa, como parte de la chaqueta deportiva o en la cubierta de un cuaderno escolar. Estámpalo, imprímelo, no importa qué signifique, el chiste es que lo lleve consigo el ciudadano. Por como somos tratados, al final somos vallas publicitarias.
Somos nobles
De nuevo Francis Underwood: What you have to understand about my people is that they are a noble people. Humility is their form of pride. It is their strength; it is their weakness. And if you can humble yourself before them they will do anything you ask. Y sí, haremos lo que nos digan, porque lo cierto es que nos hemos creído el papel que nos asignan los hechiceros de campaña, quienes envuelven la basurita en un jingle pegador o en una imagen que intenta despertar la ternura.
Saben quienes diseñan los mensajes, que nada como consentirnos, proclamar a los cuatro vientos nuestras característica más benévolas. Somos gente buena, nos dicen y nos lo creemos. Pertenecemos a una tierra generosa, nos indican y nos tiramos en blandito. Nos dejamos querer, porque si así es como nos ven, eso justifica que releguemos nuestra participación a sólo votar, porque así se justifica que estiremos la mano a la hora de recibir el tortillero o la pluma o la playera con el rostro del candidato.
En el fondo suspiramos satisfechos por estar en el sitio donde nos colocan las campañas porque eso nos hace inocentes. Como en cada periodo electoral, tenemos la libertad (y la ejercemos) de gritar todo el tiempo que estamos hartos de los comerciales por radio y televisión, que queremos campañas inteligentes, que requerimos más de los partidos… ejercemos ese derecho de quejarnos para cubrir nuestra apatía.
Cualquier conversación post electoral tiene como principio la justificación. Para justificar el abstencionismo, señalamos a los partidos; para fundamentar la pobreza de las campañas, estamos prontos a extender el dedo flamígero: ellos tienen la culpa; para documentar nuestro desaliento, invariablemente recurrimos al chivo expiatorio: los otros.
Los ciudadanos somos chiquiados por los partidos, los consentidos de la maquinaria electoral. Todo está construido para darnos la razón, no se nos cuestiona, no se nos exige, por el contrario, entre más simples seamos, mejor. Porque de otra manera, tendríamos que realizar un ejercicio de autocrítica.
Tenemos los gobernantes que nos merecemos, indudablemente. Los candidatos, ganadores y perdedores, son de una mediocridad apabullantes, sí; no es culpa de ellos, es culpa de nosotros, son nuestro reflejo. Sólo que no lo queremos aceptar, siempre es mejor responsabilizar al otro.
Coda
Para el final, otra cita de House of cards, otra vez Francis Underwood: There’s no better way to over power a trickle of doubt then with a flood of naked truth. Y sí, nada que agregar.