Dicen que decía Luis Buñuel que muy poco podía hacer en México, porque aquí el surrealismo era cotidiano. Parece verdad, aunque justo sea de paso decir que en el país de origen del genio tampoco cantan tan mal las rancheras. Lo cierto es que llega fresca la noticia desde Xalapa de Enríquez, (así con x, que es su nombre oficial y para que ningún veracruzano reclame después) capital de Veracruz: Morris “el candigato con votos” a la Alcaldía de Xalapa, émulo de Obama con su mediática imagen y su yes we can; quien prometía en eficaz eslogan “limpiar la ciudad y exterminar a las ratas y ratones de la política”, quien logró captar la atención del país entero por expresar jocosamente el hartazgo y la decepción electoral de amplias franjas de la ciudadanía. Y es que Morris tiene al día de hoy nada menos que 158 mil 60 seguidores en Facebook, y obtuvo el domingo pasado más de 6 mil 500 votos. Es decir, más que todos los partidos “chicos” en aquella ciudad. Comparativamente, en Aguascalientes según el PREP local, los votos nulos son casi el 5 por ciento más 0.24 por ciento por candidatos no registrados, es decir, 5.24 por ciento del total emitido. O lo que es lo mismo: casi 11 mil ciudadanos que anularon su voto. Este porcentaje se acerca a la diferencia entre el ganador y el segundo lugar en la elección de alcalde. De ahí la importancia política de estos fenómenos.
A la saga de Morris, aparecieron otros candidatos fantásticos, como Chon el burro: “mejor un burro como presidente que un presidente burro”, era su explícito y convincente lema de campaña en Ciudad Juárez. Y como bien nos recuerda Leonardo Curzio, no es la primera vez que la chunga irrumpe en la política, pues hay ejemplos previos en Italia, con Beppe Grillo el comediante y su partido “grillista”, o la candidata Cicciolina, de célebres atributos más que conocidos. El partido pirata en Alemania, o un simpático payaso francés que fue candidato presidencial. Incluso en México, Brozo el payaso de televisa, con su partido del “prau”. Este modo de burlarse y de descreer de la política y de sus protagonistas merece sin duda atención e interpretación de politólogos, sicólogos y sociólogos.
Pero dejando el chascarrillo de lado, todos los votos que recibieron Morris y los demás candidatos animales el pasado 7 de julio, son votos expresamente anulados por sus suscriptores con la plena intención de votar, pero no de elegir a ningún partido ni candidato de entre la oferta electoral disponible. Anular el voto así es demostrarle a partidos y candidatos (los más corruptos según la más reciente encuesta de Percepción de la Corrupción 2013 de Transparencia Internacional) que no se está de acuerdo con sus vacuas campañas y candidatos.
Tiene razón José Antonio Crespo cuando sostiene que anular votos preocupa mucho a la clase política porque ataca precisamente a la raíz de su pretendida legitimidad democrática. La deslegitima, pues es con base a la supuesta legitimidad obtenida en las urnas de nuestro sistema electoral, que la clase política hace y deshace sin preguntar ni considerar a los ciudadanos. Ejemplos sobran.
Es necesario pues, como ya sucede en otros sistemas electorales, que ante un determinado porcentaje de votos nulos, se sancione al sistema de partidos en su conjunto, anulando la elección y volviendo a convocarla, a efecto de que los ganadores obtengan un mínimo de legitimidad electoral. Porque a estas alturas es evidente que a nuestro imperfecto sistema de partidos le faltan muchos atributos democráticos: transparencia y rendición de cuentas en partidos, órganos electorales, congresos y asambleas; candidatos independientes con financiamiento público, revocación de mandato, referéndum, plebiscito, iniciativa popular y reelección legislativa.
Así, en estas elecciones intermedias lo general resulta ser una baja calidad de la elección, con un elevado índice de abstención. Pongamos Baja California, por ejemplo, con apenas un 40 por ciento de participación y más de 25 mil votos nulos, donde a pesar de elegirse también gobernador, el candidato ganador, sea Trenti o Vega, gobernará con una bajísima representatividad ¿Así las cosas, se puede hablar sensatamente de legitimidad democrática de nuestros representantes políticos?
Posdata: por su parte, Jorge Alcocer sostiene que no se entiende por qué los institutos electorales de las entidades federativas no acuden al IFE para desahogar sus PREP. Y nos recuerda que dicho instituto fue pionero y es experto en el tema del conteo rápido a nivel nacional, a instancias del entonces consejero presidente Jorge Carpizo. Pero los institutos electorales locales, sin embargo, han optado por privatizar esta función eminentemente pública contratando privados externos con los dudosos y cuestionables resultados que acabamos de ver en Veracruz o en Baja California, donde el PREP simplemente falló. Llama la atención al respecto de la ineptitud evidente de los órganos electorales la declaración del presidente de la Coparmex pidiendo sustituir “por ineficaces” a los 32 institutos electorales locales, “debido a que no fueron capaces de realizar una promoción eficaz del voto” y por su “falta de autonomía e imparcialidad”. Conste que lo dice Juan Pablo Castañón, dirigente nacional de esa confederación empresarial. (Sinembargo, y La Jornada, 9 de julio de 2013).
@efpasillas