Ciudadanía económica / La última carta, el terrorismo financiero - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

Habiéndose iniciado como una empresa consultora de negocios, Booz Allen Hamilton (BAH) se ha convertido en un gigantesco contratista gubernamental alimentado por los enormes presupuestos de inteligencia estadounidense creados a partir de la psicosis post ataques de septiembre 11, que incluso goza del privilegio de no ser auditable. La razón de esa condición especial quedó al descubierto a partir de que el pasado 9 de junio, un empleado de BAH, Edward Snowden, reveló a la prensa mundial que con ayuda de esa empresa, el gobierno de su país espía la vida de millones de norteamericanos y de gobiernos de otros países.

Al igual que otros jóvenes analistas de BAH, Snowden recibió la encomienda de operar el PRISM, un programa de vigilancia electrónica calificado como altamente secreto a cargo de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos. Escandalizado por sus implicaciones, Snowden se atrevió a difundir que dicho programa se emplea para vigilar conversaciones e información de suscriptores y clientes de empresas que prestan servicios de internet y telecomunicaciones. Los datos que supuestamente la NSA es capaz de obtener gracias al PRISM incluyen correos electrónicos, vídeos, chat de voz, fotos, direcciones IP, notificaciones de inicio de sesión, transferencia de archivos y detalles sobre perfiles en redes sociales. El periódico The Washington Post ha señalado que estas revelaciones sitúan al PRISM como la “fuente número uno de información para los informes analíticos y de inteligencia de la NSA”. Empresas de Internet como Microsoft, Google, Apple y Facebook también se han visto implicadas pues, según las informaciones, estas empresas eran conscientes de que el Gobierno de Estados Unidos accedía a sus servidores: el Gran Hermano.

Toda la manipulación que el PRISM puede realizar implica poder amañar los índices de la información conservada en sus servidores. Como los índices permiten que los datos por ellos resguardados puedan ser leídos por motores de búsqueda –técnicamente, sensitive data-, si se pueden manipular los datos, entonces se pueden manipular los mercados. La venta de esa información privilegiada a millones de negocios ha reportado a esas compañías y, por supuesto, a los bancos de Wall Street y del Reino Unido, enormes ganancias.

Según Timothy Maxwell Max Keiser, conductor del programa financiero Keiser Report, emitido en la cadena global de noticias por televisión Russia Today, al filtrar la existencia de programas de vigilancia subrepticia internacional, Edward Snowden ha descubierto cómo los EE.UU, bajo la directriz de la banca internacional, han estado financiando su dominio global y ambiciones militares. Keiser afirma que para mantener el orden de las cosas, tienen que recurrir al espionaje, la recopilación de datos y la manipulación del mercado.

Es sabido que la fortaleza de la economía de los EEUU se basa en la confianza que el mundo deposita en la aceptación del dólar como moneda de reserva mundial y en que su mercado de bonos siga marcando la tendencia de las tasas de interés mundiales. Para mantenerla, le resulta preciso manipular los mercados financieros globales, incidiendo -a cualquier precio y de cualquier forma- en la fijación de las tasas de interés de referencia (LIBOR y PRIME) en todo el mundo. La prestigiada revista semanal de negocios Businessweek, en su número del pasado 20 de junio revela cómo desde los años de la guerra fría, BAH se convirtió en “la organización de espionaje más redituable del mundo”. A partir de que Snowden expusiera la extensa red encubierta de vigilancia telefónica y por internet que la NSA realizaba a través de contratos con BAH, se hicieron públicas las manipulaciones financieras y del mercado energético, que con fines de dominio político-militar, realiza el gobierno de los EE.UU.

Como ya se ha dicho en esta columna reiteradamente, la economía estadounidense depende ahora únicamente de la estabilidad de los mercados financieros. En su programa televisivo, Max Keiser lo dijo sin ambages: “la guerra monetaria y financiera está a punto de terminar”. Los EEUU son la nación más endeudada del mundo y China puede volatilizar los mercados y derrumbar así todo su poderío si decide descargar en el mercado un billón de dólares que posee. Ya con la sola expectativa de ello, los financieros están deshaciéndose en estos primeros días de julio, de todos los bonos estadounidenses y esto está provocando el colapso de la confianza en el holograma americano de las finanzas porque no hay actividad económica subyacente para apoyar las ocupaciones militares y financieras que emanan de los EE.UU.

Volviendo al caso Snowden, el tipo de inteligencia que el PRISM puede facilitar es muy importante para la manipulación de los mercados en un desesperado esfuerzo de la banca occidental por no sucumbir.

El torpe y fallido afán persecutorio para acallar a un Snowden prófugo divulgando la realidad financiera detrás del espionaje internacional reveló además la vergonzante sumisión de Washington y varios gobiernos de la Unión Europea ante la banca. Al transgredir la base de tratados internacionales y la más elemental de las decencias con su actitud hacia el Presidente Evo Morales de Bolivia, varios gobiernos confirmaron que en realidad sirven a los amos del dinero.


Con estas revelaciones a través de Russia Today, junto con el artículo de Businessweek, queda en evidencia que no es el terrorismo musulmán el que amenaza la seguridad de la nación norteamericana. Es un asunto de dinero, mercados y manipulaciones lo que amenaza a las corporaciones financieras globales, a cuyo servicio han puesto a la Casa Blanca. Lejos de lo que pareciera ser, no ha sido decisión libre de la Casa Blanca contratar a BAH, sino que, respondiendo a los intereses de Wall Street, Booz Allen Hamilton opera con dinero público –con la excusa de la psicosis generalizada contra el terrorismo- sirviendo a los intereses de los banqueros.


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