Levántate, no tengas miedo
Antes de que este año finalice, Karol Wojtyla será canonizado, Jorge Mario Bergoglio anunció que ha firmado el decreto que permitirá reconocerlo como santo. De acuerdo a un cable de la agencia DPA:
“Hace días, la Congregación para las Causas de los Santos, respaldada por hallazgos previos de teólogos, atribuyó a Juan Pablo II el segundo de dos milagros necesarios para convertirse en santo. El Vaticano certificó que una mujer costarricense se recuperó de un daño cerebral gracias a su intercesión el 1 de mayo de 2011, día en que fue beatificado. El milagro se añade a la cura de una monja de Parkinson, que se produjo dos meses después de su muerte”.
Con ese motivo, durante los días recientes, algunos medios de comunicación han dedicado largos minutos de sus espacios informativos a difundir los pormenores del segundo milagro, la historia de la costarricense Floribeth Mora, quien afirma que fue curada por Dios (previa intercesión de Juan Pablo II) de un aneurisma cerebral en 2011. La historia es simple y está bien estructurada.
Con el nombre de “reportaje” me tocó ver una nota larguísima en televisión en el que se narraba la historia de esta ama de casa que atribuye a Juan Pablo II la recuperación de su salud. En la parte central del relato, la cámara la enfocaba mientras describía emocionada el día en que se despertó recuperada. Cuenta la señora Mora que vio por televisión la ceremonia de beatificación de Wojtyla y que después del programa escuchó una voz que le decía: “Levántate, no tengas miedo”, enseguida sus ojos se encontraron con la portada de una publicación desde la que Juan Pablo II le extendía las manos y volvió a escuchar la voz: “Levántate, no tengas miedo”.
Previo a ese momento, la nota se regodeó entrevistando al esposo, a la familia, presentando diferentes aspectos de las demostraciones de fe de estos costarricenses, pero el momento central era el de Karol Wojtyla extendiendo las manos desde la revista y cómo Floribeth anunciaba a su marido que ya se sentía bien, que estaba curada. En algún momento, la señora Mora declaró: “No vean a esta mujer, vean la realidad. Las explicaciones médicas no existen. Yo soy el testimonio de que Dios existe y que él es muy grande. Dios está presente y no me bendijo a mí, bendijo a Costa Rica y al mundo entero”.
Vean la realidad
¿Por qué creerle a Floribeth Mora?, porque ella lo dice, eso basta. Al menos a los “reportajes” que he leído y visto les alcanza con la palabra de la costarricense. Sí, se menciona el parte médico, se presenta el rostro del médico que trató el caso (Alejandro Vargas), el esposo (Edwin Arce) llora conmovido ante la cámara relatando su versión de los hechos, el relato se adereza con imágenes de la fervorosa familia completa tomada de la mano, padre, madre y los cuatro hijos (Mónika, Gabriela, Edwin y Keynner), por supuesto, hay tomas de la conferencia de prensa en que el arzobispo de San José, Hugo Barrantes, y el médico presentaron el caso; pero digamos que son de relleno, lo relevante es el testimonio de Floribeth.
Ryszard Kapuściński escribió que no hay periodismo posible si no se considera la relación del reportero con otros seres humanos, que una cualidad sobresaliente del reportero tiene que ser la empatía pues la fuente principal del conocimiento periodístico son los otros. En su libro Los cínicos no sirven para este oficio (Anagrama, 2002) caracterizó: “Nuestra profesión no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea un cínico. Una cosa es ser escépticos, realistas, prudentes. Esto es absolutamente necesario, de otro modo no se podría hacer periodismo. Algo muy distinto es ser cínicos, una actitud incompatible con la profesión de periodista. El cinismo es una actitud inhumana, que nos aleja automáticamente de nuestro oficio, al menos si uno lo concibe de una forma seria. En mi vida me he encontrado con centenares de grandes, maravillosos periodistas, y en épocas distintas. Ninguno de ellos era un cínico. Al contrario, eran personas que valoraban mucho lo que estaban haciendo, muy serias, en general, personas muy humanas”.
Lo traigo a colación, porque yo no le creo a Floribeth, quienes firman los “reportajes” que he leído o visto sobre el caso, confunden empatía y no ser cínico, con credulidad y flojera. No están disponibles los partes médicos, no hay enlaces a documentación que sustente uno solo de los dichos de la mujer… nada. Sí, la historia, ya lo dije, es simple y está bien estructurada, pero no tiene profundidad, es un amplio lienzo de testimonios que exigen entrar en la convención de creerle de antemano. Exactamente igual a las notas que durante el proceso electoral han informado de las diversas denuncias de un partido contra otro, todas ellas demandan contar de antemano con nuestra simpatía, no están preocupados los declarantes por probar nada, les basta esgrimir por lo alto unos papeles, señalar una carpeta voluminosa y mencionar que ahí están las pruebas, así como prometer que se levantarán las denuncias ante las instancias necesarias para que nosotros, los (e)lectores les creamos.
Rendidos al mercado
Lo más lamentable es el papel que desempeñan los reporteros. Sí se da por sentado que la clase política aprovechará los tiempos de campaña para lanzarse de lleno al fango de la guerra sucia, lo menos que puede hacer el informador es prepararse para cuestionar la declaración, solicitar las pruebas, pedir la documentación… pero no. Hemos aceptado el papel al que los relegan, meros repetidores.
Lo mismo se puede decir del seguimiento al caso de Luis Armando Reynoso Femat, en un afán de satisfacer el morbo de los lectores, nos revolcamos en la declaración, la manipulamos, con tal de sacarle unas gotitas de “noticia” y presentarla como revelación. Apurados porque el público demanda conocer más de la desgracia del ex gobernador, acudimos a cualquier fuente para interpretarla, sazonarla y así brindar una nueva más, una como tantas que de noticia no tiene nada.
Otra muestra de ese periodismo que sólo puede ser calificado de vergonzante, son las interpretaciones que la prensa ha realizado de las declaraciones del procurador Felipe Muñoz Vázquez, de las primeras planas que de la nada sustentan acusaciones y señalan culpables; resulta inevitable preguntarse ¿dónde dejaron la dignidad los periodistas?, ¿dónde los editores?, porque todos hemos caído en la trampa, a los que les pagan por obvia conveniencia, pero a los que no… ¿ellos qué justificación tienen?
Si una de las pretensiones del periodismo es ser el espejo fiel del mundo y por eso los maestros se empeñan en demandar “objetividad” a los alumnos de las carreras de comunicación y periodismo, lo que los medios hemos logrado en Aguascalientes durante estos días recientes, es rendirnos a un mercado ávido de chismes y escándalos. No sólo abdicamos a ser “contrapeso del poder” como señaló Otto Granados en Aguascalientes, el escándalo como hábito (La Jornada Aguascalientes, julio 1, 2013), además justificamos nuestra complicidad bajo la máscara de la empatía.
Rendidos al mercado, hacemos lo posible por justificar la comodidad de no verificar las fuentes, de no ir más allá de la declaración, ni de cotejar los documentos, la prisa y los intereses nos ganan. Siempre es más fácil vestirse de oveja y declararse inocente, sólo somos un reflejo de lo que pasa, nos consolamos.
Coda
Omisión o complicidad. Falsos inocentes o astutos chayoteros. Cada vez son menos las etiquetas con que nos pueden clasificar a los medios.