Hace un año que en la Universidad Iberoamericana se incubó un movimiento social juvenil en favor de la verdad. Su contexto de ignición fue una protesta realizada por un grupo de estudiantes que ejercitaron la memoria política nacional, recordando las responsabilidades de Peña en los asesinatos, abusos de autoridad, violaciones a mujeres y a los Derechos Humanos en Atenco, cuando él era gobernador de Edomex. Se denunciaba que la represión era la mancha indeleble del entonces candidato.
Tuvimos un coctel explosivo que mezcló insensibilidad política, periodismo a modo, encuestas cuchareadas y descalificación; la propulsión de las redes sociales para viralizar información y como espacio de articulación organizativa son ingredientes determinantes en el origen.
Surge el movimiento. Los agentes desencadenantes fueron detonados por una emoción movilizadora: la indignación acumulada -coeficiente común a las Primaveras Árabes y el 15M- ante el espectáculo de la condena programada a un futuro inexorable. El malestar se conjugó rápidamente entre los jóvenes, en correlato de la alianza formal e informal entre diversos poderes y parapoderes en favor de Peña.
Más allá de lo natural de su desarrollo, tres elementos se plantearon en el diseño de #YoSoy132 como artefacto: los principios, entendidos como mecanismos vinculantes de inclusión y exclusión; la organización, con asambleas locales horizontales y democráticas que se reunían en una máxima instancia decisoria, la Asamblea Nacional, así como mesas de trabajo, que eran los grupos temáticos encargados de generar y desplegar contenidos.
Las grandes dificultades que vivimos como colectivo atraviesan por esos elementos. Respecto al primero, la discusión interior sobre el pacifismo -como principio o estrategia- nos desgastó y polarizó continuamente, cayendo en cada Nacional por hoyos negros argumentales. En cuanto a la organización, la inclusión y trabajo con las asambleas populares robusteció el número, pero estancó la dinámica de las fuerzas internas, que casi nunca se acoplaron sinérgicamente.
La Democratización de los Medios ha sido la bandera del movimiento. La mesa de trabajo encargada del tema ha tenido gran proyección y avances tangibles, pero también ha sido más cuestionada y con el mayor índice de entrada y salida de integrantes. Entre otras cosas, propuso un DEM (documento de exigencias mínimas, con 14 puntos que dan continuidad a la discusión histórica sobre la democratización del sistema de medios) y un Proyecto de Reforma Constitucional en materia de Telecomunicaciones, que se discutieron públicamente y de cara la ciudadanía. Fue importante promotora de la inclusión de las Radios Comunitarias en la versión ya aprobada de la reforma.
Había dos corrientes generales que disputaron la conducción del movimiento a nivel organizativo. Una apostó por preservar lo espontáneo y mantener la plasticidad del colectivo, lo que significaba que la diversidad se antepondría y la estrategia de cooperación giraría en torno a ciertos acuerdos mínimos. La otra pugnaba por lo estable, con una identidad rígida y fines programáticos bien definidos, aun a costa de filtros. Lo cierto es que en la interdinámica se mezclaron los modelos, generando un sistema circulatorio incongruente: aun con ejes de lucha, nunca se superó la “lógica del bombero” de las acciones reactivas; los puntos de encuentro entraban de continuo en crisis porque no había un proyecto que permitiera sobrevivir a las coyunturas.
En los nuevos movimientos sociales, la tendencia es la horizontalidad como patrón de autoorganización. #YoSoy132 fue un sistema modular que a ese nivel tuvo un “crack” por la falta de una dirección ideológica que cohesionara la red a largo plazo. Ése es el punto crucial, porque la primera pregunta que tiene que hacerse alguien cuando asume una causa es hasta dónde quiere llegar. Necesita tener claro si su fin es correctivo, disidente o revolucionario; si hay que mantener, reformar o transformar el status quo y aún más allá, si las formas de hacerlo corren dentro o fuera del sistema.
Mientras una sociedad se estructure a partir de distintas clases sociales, lo adecuado es pensarla desde la lucha de clases. Muchos sectores acríticos se empeñan en aceptar lo primero y borronear lo segundo. Lo cierto es que vimos una alianza temporal entre estratos y personas que de fondo quieren cosas diferentes. Unos van por cambiar el régimen de cuajo, otros por encontrar acomodo en él. Suele ser chocante el enfoque marxista, entre otras cosas porque hiere de muerte al romanticismo.
En este momento, ese movimiento es ya un conjunto de personas que se encontraron y que seguirán caminando en círculos de afinidad. La marca es lo de menos, pero su peso en nuestras vidas no se irá jamás.
Para terminar, hay una buena pregunta que conviene plantearnos: los movimientos sociales que tuvieron emergencia durante este trienio en diversas partes del mundo, ¿son eventos marginales o el prólogo de las revueltas del futuro? Tras descifrar esto, hay que prepararse….pero depende hasta dónde queremos llegar.
Leído =) Lo único con lo que no concuerdo, es que des al movimiento por desaparecido. Si bien es cierto que en Ags se vió seriamente dañado por las infiltraciones del PRIgobierno y las desacreditaciones personales, las amenazas y demás cosas que todos conocemos, el movimiento #YoSoy132 continúa a nivel Nacional e Internacional a pesar de las represiones y tal vez por ellas mismas, cada vez más gente se identifica como #YoSoy132 que sigue siendo, desde mi punto de vista, la identidad y punto de encuentro de los que estamos a favor de una Democracia Verdadera. Saludos Raza!!