Ahora que nos hemos enterado de la muerte del dictador argentino Jorge Rafael Videla y que también supimos de la sentencia que obra sobre otro dictador como lo es el guatemalteco Efraín Ríos Montt, lo normal es que los mexicanos nos preguntemos, por qué Luis Echeverría no está en la cárcel y por qué Ernesto Zedillo Ponce de León, sigue gozando de impunidad, después de que se ha comprobado de manera más que suficiente que ambos son un par de genocidas.
Por lo menos es vergonzoso saber que tanto en Argentina como en Guatemala, los mencionados dictadores, fueron juzgados por sus crímenes de lesa humanidad, y el argentino murió en la cárcel y el guatemalteco seguramente vivirá la misma suerte, porque la condena a que se hizo acreedor es tan amplia y con su avanzada edad, es un hecho que la muerte lo alcanzara en la cárcel en tanto que los ex presidentes mexicanos, están libres, el primero por su edad no ha pisado la cárcel y el segundo, porque ha sido protegido por los gobiernos de Estados Unidos y por los gobiernos de Fox, Calderón y ahora seguramente lo será por el de Peña Nieto.
La dictaduras que vivieron los argentinos y los guatemaltecos, siempre fueron vilipendiadas por la inmensa mayoría de los gobiernos demócratas del mundo y se les exhibió como violadores sistemáticos de los derechos humanos, en tanto que la guerra sucia que se vivió en México en la época de Echeverría, y la relación perversa que tuvo la administración que encabezó Zedillo con nuestro vecino del norte, parecen ser atenuantes a la inmisericorde situación de los derechos humanos en nuestro país.
Así que como casi siempre sucede los mexicanos vamos rezagados con respecto a la situación que pasa en otras latitudes del mundo, pero en este caso es lamentable porque se trata de derechos humanos, y los violadores de los mismos pueden seguir como si nada hubiera pasado. En ese sentido podemos ir adelantando que lo mismo sucederá con Felipe Calderón, a quien algunas organizaciones no gubernamentales y de defensa de los derechos humanos han denunciado, por el absurdo baño de sangre que hizo en México, para tratar de distraer la atención de la gente después del mega fraude que le permitió llegar a la Presidencia de la República.
No es poca cosa estas dos situaciones de impunidad que son tan claras e identificables en nuestro país, cuando las contextualizamos con la situación que aún prevalece con respecto a la delincuencia organizada y la ausencia de aceptables niveles de seguridad pública, y todos concordamos en que esto no puede seguir, porque puede ser la pauta para que en nombre del combate a la delincuencia organizada seamos testigos de violación de derechos humanos por algunas autoridades o por el propio narco.
Cuando recordamos lo que se sucedió en América Latina en los años 70, 80 y 90 del siglo pasado, los recuerdos son muy tristes y nos hacen tomar conciencia de lo delicado que fueron esos tiempos. En lo personal tuve la gran oportunidad de tener como catedráticos en mis estudios de licenciatura a muchos excelentes intelectuales latinoamericanos que hicieron escuela de pensamiento en la UNAM, y que se encontraron en nuestro país por ser perseguidos políticos en sus países.
En estos días tuve el gusto de leer una colaboración de mi maestro Julio Sau Aguayo, que escribió para un número especial de una revista del PRI sobre la COPPPAL, y me hizo sentir muy orgulloso de haberlo tenido como mi maestro de Derecho Internacional Público, y de saber que permanece en este ilustre chileno la lucidez y sapiencia de la que siempre hizo gala en su cátedra.
Con la muerte de Videla y la sentencia contra Ríos Montt, posiblemente se volverá a tocar el tema de la impunidad de que gozan los dos ex presidentes mexicanos, y lo peor es que se repitan los insulsos argumentos con los que se les ha evitado condenar por los hechos, por los cuales la opinión pública, ya los juzgó y encontró culpables.
No podemos sustraernos al hecho de que en muchos de los elementos que denotan a los países con democracias maduras, nosotros sigamos postergando las decisiones que consoliden nuestra tan vilipendiada y cuestionada democracia. Esa idea que siempre han argumentado quienes se oponen a que los criminales a los que se acusa de crímenes de lesa humanidad sean juzgados, diciendo que reabrir discusiones del pasado, sólo divide a los pueblos, es tan absurda como decir que lo pasado se quede en el pasado, aunque miles de mexicanas y mexicanos no puedan continuar sus vidas, porque siguen pensando en las y los hijos, hermanas y hermanos, esposas y esposos, que les fueron arrebatados de la manera más ruin, que es cuando se comete un crimen por supuesta razón de estado.
Al menos yo sigo esperando que paguen quienes han lastimado al pueblo mexicano de la forma en que lo hicieron estos dos ex presidentes, sólo de esta forma el estado mexicano podrá pagar una deuda con los agraviados por esta forma de represión selectiva.