Extravíos / Listas para no morir, pero sí desesperarse un poco - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

Umberto Eco dixit: “La lista es el origen de la cultura. Es parte de la historia del arte y la literatura. ¿Qué tipo de cultura queremos? Hacerla infinitamente comprensible. ¿Y cómo atrapar lo incomprensible? A través de listas, a través de catálogos, a través de colecciones en museos y a través de enciclopedias y diccionarios.” Y añade: “Nos gustan las listas porque no queremos morir.”

Podríamos agregar que las listas nos gustan también porque son una extensión natural de nuestra predisposición a establecer un orden en el cual podamos delimitar una topografía de nuestras jerarquías íntimas y públicas. Elaborar listas nos lleva a distinguir, de acuerdo a nuestro muy peculiar capricho o gusto, lo más de lo menos, lo mejor de lo mediocre y lo malo, lo bello de lo feo, lo memorable de lo olvidable, lo útil de lo inútil, etc. En ese sentido, hacer listas equivale a trazar una suerte de autorretrato que, además y de manera inevitable, va alterándose con el paso del tiempo: heraclidamente podríamos decir que “nadie se reconoce dos veces en la misma lista.”

Hay quienes han convertido el hábito de hacer listas en oficios profesionales rentables y respetados. Baste recordar aquí algunos de los ejemplos más visibles y acreditados como lo son las listas de Forbes (las empresas más grandes, los millonarios más acaudalados, las mujeres más poderosas en el mundo de la tecnología o las modelos mejor pagadas, etc.) o su equivalente mexicano en Expansión, las listas de las mayores calamidades políticas que Foreign Policy publica regularmente, la lista semanal de los libros más vendidos de The New York Times, y la lista de las celebridades mejor y peor vestidas que semana a semana aparecen en Fashion Police. Así, la listofilia ha logrado convertir una manía en un ingrediente indispensable en la degustación de la cultura popular. Cada lista que aparece en un medio público es una oportunidad abierta para la ratificación de famas y notoriedades, así como para el asombro y el desacuerdo, para uno que otro descubrimiento y, sobre todo, para la comidilla, la suspicacia, la envidia y, desde luego, las ganas de hacer listas alternativas a aquéllas que se nos ofrecen.

Dos listas recién aparecidas en la prensa norteamericana nos invitan a hacer esa degustación. La primera es la lista de las 100 personas más influyentes en el mundo que publicó el semanario Time en su edición más reciente (29 de abril 29-6 de mayo). Y si bien los editores no especifican cuál es exactamente su idea de influencia ni sus criterios de selección -los breves perfiles que se ofrecen de cada uno de los personajes incluidos compensa en parte esta laguna- la diversidad de personajes escogidos indica, en primera instancia, que se procuró cubrir el mayor número de esferas de influencia, es decir el mayor número de ámbitos donde es posible reconocer el impacto –benéfico o insidioso, perdurable o efímero- de las actividades que estos personajes tienen ahora en la vida de sus contemporáneos.

Así, la lista incluye estudiantes y académicos, empresarios y COE’s, músicos y arquitectos, ajedrecistas, futbolistas y tenistas, dictadores y activistas prisioneros, presidentes, gobernadores y ministros de finanzas, buscadores de talentos y cocineros, novelistas y cineastas, actores y actrices, papas y pastores, primeras damas y duquesas, científicos e ingenieros informáticos, jueces y activistas, etc. La lista, en fin, no podría ser más variopinta en cuanto a oficios.

Los grados de influencia de cada uno de los personajes son también diferenciados. Se admite que no hay equivalencia en el impacto que pueda tener en el mundo lo que hagan o dejen de hacer, por ejemplo, el presidente americano Barack Obama o el presidente chino Xi Jinping que lo que hagan o dejen de hacer la Duquesa de Cambridge Kate Middleton o el futbolista italiano Mario Balotelli, por mencionar sólo a cuatro de los seleccionados. Pero de ahí no se sigue que la influencia que, siguiendo los casos anotados, tengan Middleton y Balotelli sea en absoluto despreciable para miles y acaso millones de personas. Las diferentes escalas de influencia no parece ser, entonces, determinantes para reconocer y valorar la influencia que pueda tener cada una de las personas seleccionadas.

La participación de los latinoamericanos en esta lista es escueta: apenas cuatro personajes. Un mexicano, el presidente Enrique Peña Nieto, un argentino, el papa Francisco, y dos brasileños, el cocinero Alex Atala y el juez Joaquim Barbosa. La inclusión del papa Francisco es de suyo ineludible: se trata del líder de una iglesia con poco más de 1.2 mil millones de fieles distribuidos en los cinco continentes. Alex Atala es, según el perfil que da René Redzepi, uno de los chefs más innovadores y creativos a nivel mundial, un gigante de la cocina, no duda en decir  Redzepi. Barbosa es, por su parte, un gigante de los tribunales. Es el líder de la mayor cruzada anticorrupción en la historia moderna de Brasil y es el primer presidente negro de la Suprema Corte de su país. En este escenario la inclusión de Peña Nieto parecería cuando menos prematura, toda vez que no cumple aún sus primeros seis meses en el cargo. Esto, sin embargo,  no inhibe al ex-gobernador de New Mexico, Bill Richardson, quien firma el perfil de Peña Nieto, para considerar a nuestro presidente ya como un líder a seguir y, sin escatimar elogios, llega a afirmar que Peña Nieto combina “el carisma de Reagan, con el intelecto de Obama y las habilidades políticas de Clinton”. Nada más, pero nada menos tampoco.

Añado una nota personal: de los personajes incluidos en la lista del Time, tres despiertan en mí una admiración incondicional: la adolescente paquistaní Malala Yousafzai, la política birmana Aung San Suu Kyi –ambas ejemplos de coraje moral y determinación cívica- y el actor irlandés Daniel Day-Lewis.


La segunda lista es menos diversa en sus oficios, pero no menos glamorosa. Se trata de la lista que la revista Prospect recién publicó sobre los 65 pensadores más importantes a nivel mundial. La lista se armó a partir de los votos de 10 mil personas residentes en 100 países y parte de la premisa de que lo que importa aquí es el grado de influencia de las ideas en relación a los que, sin temor a la imprecisión y la grandilocuencia, llaman “las grandes cuestiones” del año, es decir de los últimos 12 meses.

Entre los 10 primeros lugares de la lista se encuentran tres científicos el biólogo inglés Richard Dawkins (primer lugar en la lista), el psicólogo evolucionista y lingüista canadiense Steven Pinker (tercer lugar) y el físico inglés Peter Higgs (octavo lugar); hay también tres economistas, todos receptores del Premio Nobel, los norteamericanos Paul Krugman (quinto lugar) y Daniel Kahneman (décimo lugar) y el indio Amartya Sen (séptimo lugar); el político y académico afgano Ashraf Ghani (segundo lugar), el también político y académico iraquí Ali Allawi (cuarto lugar), el abogado, académico y diplomático egipcio, receptor del Premio Nobel de la Paz, Mohamed ElBaradei (noveno lugar) y, finalmente, el filósofo eslovaco Slavoj Zizek (sexto lugar).

Echándole un vistazo a la lista de los 65 pensadores tenemos que 17 de ellos son economistas (26%), 13 científicos (20%), siete creadores –novelistas, directores de cine, pintores- (10.8%), seis politólogos (7.7%), cinco filósofos (7.7%), cinco empresarios e inversionistas (7.7%), tres académicos y políticos (4.6%), dos periodistas (3.0%), dos activistas (3.0%), dos historiadores (3.0%), un editor (1.5%), una experta en salud pública (1.5%) y una socióloga (1.5%). Por el predominio de los científicos y economistas la lista parece reflejar el Zeitgeist prevaleciente lo que, acaso, muestra, para decirlo con María Zambrano, “nuestra servidumbre a los hechos, a los hechos atomizados”.

Desde el punto de vista de género –cualquier cosa que eso signifique- es de notar que entre los 65 pensadores apenas 15 son mujeres (23%) y la primera de ellas aparece hasta el quinceavo lugar. Se trata de cuatro economistas, tres novelistas, dos periodistas, dos politólogas, una socióloga, una empresaria, una experta en salud pública y una filósofa. En compensación a esta baja participación cabe añadir que se trata de un rango de participación que dobla la registrada en la última encuesta (hecha en 2008) y que la única persona que tiene el honor de aparecer tanto en la lista de Time como la de Prospect es la novelista inglesa Hilary Mantel.

Finalmente destaco el hecho de que, al igual que en la lista del Time, la aportación latinoamericana para la lista de Prospect, es baja, muy baja: el economista peruano Hernado de Soto, el politólogo venezolano Moisés Naím y el politólogo y filósofo brasileño Robert Unger. Y, sí, no aparece por aquí ningún mexicano: ¿esta ausencia,  signo de qué tiempos es?

No dejarán de aparecer aquí y allá otras listas que ofrezcan un panorama distinto al que ofrecen los catálogos de Time y Prospect. Entre tanto cabe recordar que, en cualquier caso, estas listas nos revelan algo del tiempo en que vivimos, pero también nos ofrecen una pequeña rendija para conocernos mejor.


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