Del sur de México, del estado de Guerrero, han venido en estos días las noticias que más incidirán sobre el futuro de nuestro país en los próximos meses y años. En ambos la violencia es el común denominador, aunque en uno de ellos no resulta evidente para la población en general. Los grupos magisteriales que se oponen a la “reforma educativa”, han destrozado bienes materiales en su afán de ser tomados en cuenta. La banca, cuya cúpula de dirigentes y representantes se reunió en su tradicional convención anual en Acapulco, refrendó su política que durante tres décadas ha destrozado una parte importante de la economía nacional.
La verdadera reforma que urge en el campo de la educación brilla por su ausencia. El conjunto de alteraciones hechas a los ordenamientos legales al que se le ha dado en llamar “reforma educativa” para nada ha considerado la educación. Los maestros optan por la protesta callejera y así, sin quererlo, validan el sistema donde los pocos que mandan los controlan a través de sus percepciones económicas. Con la estrategia de lucha callejera, que es por demás anacrónica, ofrecen a sus contrarios un flanco muy criticable y pierden la oportunidad de hacer el cambio que urge a la sociedad mexicana desde las propias aulas. Y, por desgracia, los educandos mexicanos, en su enorme mayoría, continúan careciendo de las herramientas intelectuales, sociales y emocionales necesarias para emanciparse de un sistema que premia la mediocridad, la indolencia y el egoísmo.
Por otro lado, los banqueros reunidos en Acapulco parecen cuestionarse ¿para qué prestar al sector productivo?, si con las comisiones y altas tasas cobradas por los créditos al consumo que pagan mansamente los clientes mexicanos, las ganancias que ese sector obtiene en este país son mayores que en cualquier otra parte del mundo; ¿qué necesidad de complicarse?
En abril de 1998, después de haber desquiciado la cadena de pagos –la posibilidad de que unos paguen lo que deben habiendo cobrado lo que se les debe – con la crisis gestada en el año 94, los bancos recibieron como regalo del gobierno lo que la gente no les pudo pagar, al precio que ellos pusieron y, para colmo, al contado: el llamado rescate del Fondo Bancario para la Protección al Ahorro, mejor conocido como Fobaproa. El dinero proveniente de las arcas públicas, que en la justificación que se dio al hecho debía haberse canalizado como inversión en infraestructura y créditos a la producción para reactivar la economía, en cambio sólo sirvieron para estimular la especulación financiera.
El gobernador del Banco de México lo reconoció implícitamente en su alocución a los banqueros reunidos en Acapulco la semana pasada. Informó sobre el grave peligro que amenaza la estabilidad financiera de nuestro país derivado de los enormes movimientos de capitales que los principales actores financieros del mundo vienen alimentando desde hace meses (ver mis artículos en Ciudadanía económica del 19/feb/13 y del 19/mar/13). Si hubiese habido inversiones en planta productiva y generación de empleos con las enormes cantidades de capitales que han circulado por nuestro país atraídos por el incentivo de altas ganancias rápidas que el gobierno les ha permitido extraer, esto es, sobrevolando sin tocar suelo como capitales golondrinos, el dinero no se podría esfumar de la noche a la mañana, como teme el banquero central.
Las condiciones en México han sido propicias para las grandes ganancias bancarias. Por un lado, una legislación que permite nulo gravamen fiscal a las ganancias especulativas con la transacción de asientos contables y papeles virtuales (cero riesgo comercial al no entrar al sector productivo) y, por el otro, una población no educada en finanzas, como tampoco en historia y ciencias sociales. La combinación ha resultado excelente para quienes ya se frotan las manos con la riqueza que extraerán del país. Pero ha dejado a nuestro país carente de educación de calidad y de la infraestructura requerida para dotar con oportunidades de ocupación a millones de habitantes, aunque sí propicia para crear una cruzada gubernamental para combatir el hambre.
Sin una formación educativa sólida, sin oportunidades de empleo por no haberse invertido en planta productiva lo que debía haberse invertido en los últimos 15 años, no es de extrañar que el resultado sea un fuerte flujo migratorio hacia nuestra frontera al norte y más jóvenes dispuestos a rifarse la vida alistándose, como carne de cañón, en el crimen organizado.
Lo paradójico del caso es que gran parte de la ganancia especulativa golondrina que se generó en nuestro país a costa nuestra, irá a dar …. precisamente a los Estados Unidos. Con un poco de formación histórica, cívica, social y económica, resulta sencillo descubrir la relación que hay entre las ganancias financieras obtenidas en el país del norte y los enormes problemas a su seguridad que allá dicen que la relación con nuestro país les causa. La violencia y la inseguridad mucho tienen que ver con la educación.
En su visita a México, alguien tendrá que hacérselo notar al presidente Obama. Sólo que resulta indispensable que, quien se lo diga, cuente con un sólido bagaje cultural y una suficiente capacidad de leer y asimilar libros de historia, civismo y economía.
Twitter: @jlgutierrez
totalmente deacuerdo con la opinión! me parece una verguenza que los jovenes tengan que entrar en el crimen organizado por culpa de una mala educación.