Si bien en esta columna se suelen difundir los aspectos positivos de la aplicación de la tecnología, es necesario también alertar sobre las consecuencias posibles del uso indiscriminado y en ocasiones irracional de este recurso.
En una charla entre amigos, alguien defendía acaloradamente su hábito de usar el teléfono celular al momento de estar conduciendo un automóvil, usando en su defensa el argumento de que siempre lo hacía a través del “manos libres”. Generalmente se subestima el riesgo asociado a una actividad y descubre su magnitud real después de un evento de consecuencias catastróficas. Es difícil de demostrar, pero el uso del celular por conductores de autos es una causa importante de accidentes de tráfico y su relevancia crecerá tristemente en pocos años.
Una de las enfermedades asociadas al uso del teléfono tiene el nombre de pulgar BlackBerry. Este problema no está limitado a ese producto específico, sino que se asocia en general a los usuarios de smartphones(1). Debido al uso intensivo del pulgar para producir texto, se inflama un tendón y puede derivar en molestias del brazo y del cuello. Me llamó la atención un artículo de la Biblioteca Nacional de Medicina de los EEUU (2) ya que este pulgar del BlackBerry me provocó la asociación con el síndrome del túnel carpiano, que usualmente se vincula al uso excesivo del ratón de la computadora, pero este sitio asegura que no hay un estudio adecuado que demuestre la relación causa efecto.
Asociado al uso de computadoras está el síndrome del ordenador, con el que denominan a un conjunto de molestias físicas como: cefalea, irritación y resequedad ocular, fatiga visual, visión borrosa y fotofobia, entre otras(3). Este problema surge por el uso prolongado de equipo de cómputo, sin periodos adecuado de descanso, y usualmente por condiciones inapropiadas de iluminación.
Un padecimiento peculiar es el síndrome de la vibración fantasma o Vibranxiety(4). Creo que muchos lo hemos experimentado al menos una vez, que constituye en sentir que nuestro teléfono celular empieza a vibrar y nuestro cuerpo reporta esta sensación en el lugar que habitualmente está en contacto con el aparato de comunicación, puede ser el área de la bolsa del pantalón, o el hombro del que pende la bolsa en la que lo llevamos. Esta sensación se produce sin que el celular se haya activado e incluso en ocasiones en que nuestro teléfono no está en contacto con nuestro cuerpo. No he encontrado esa referencia, pero puede ser una variante del mismo el hecho de que escuchemos un teléfono sonar, y que instintivamente intentemos contestar el nuestro, aunque el tono de llamada sea diferente.
De momento no cuento con la referencia, pero hay una forma de estrés laboral, que puede fácilmente extenderse al ámbito social, asociado a las alertas de los smartphones. Estos aparatos nos reportan la llegada de un nuevo mensaje de correo electrónico, de mensajes de texto, buzones de voz, usualmente relacionados con nuestro trabajo. Estas alertas no distinguen momento del día, o ubicación del usuario del dispositivo, por lo que la persona que las consume, puede verse invadida por las mismas en momentos íntimos, de recreación, destinados propiamente al descanso. Es a tal grado la dependencia a estas alertas, que la persona revisa cada determinado tiempo su teléfono para verificar si no se le escapó alguna. Este estado de alerta reduce la calidad del descanso, afecta las relaciones familiares y amistosas y se transforma en estrés, con todas sus consecuencias.
Buena parte de la población ha suplido sus actividades recreativas por experiencias virtuales a través de las tecnologías de información. Hoy muchas personas en lugar de trasladarse a un cine, ven una película a través de internet; en lugar de jugar beisbol o futbol, muchos jóvenes lo practican en una consola de videojuego o una computadora; el esparcimiento se obtiene con los Angry Birds, Facebook o algún otro juego. Esto provoca sedentarismo y con ello obesidad y otros síntomas de la falta de actividad física.
Todavía se maneja como un chiste, pero creo que pronto se tipificará como un problema el síndrome de abstinencia de las redes sociales. Me parece apocalíptico imaginar qué pasaría si un día, por un fenómeno semejante al que privó de gas a varios sectores del país, o al que cortó el suministro de energía eléctrica a buena parte del centro del país, aconteciera de manera que se interrumpiera nuestro acceso a internet por cualquiera de sus canales ¿qué pasaría? ¿cuántos soportarían días, horas, sin acceso a internet?
Todos estos problemas no son esenciales de la tecnología, son consecuencia de, como se afirmó de inicio, un uso mal orientado y abusivo de este recurso. Si bien no todos están científicamente comprobados, en la práctica podemos observar sin mucho esfuerzo conflictos por comunicación inadecuada, por irónico que parezca, ocasionada por el uso de la tecnología. Cuántos conocidos nuestros nos han expresado molestia o desencanto porque sus mensajes electrónicos no tienen eco de parte de un amigo en común. Son muchas las situaciones que hoy vivimos vinculadas a la tecnología y buena parte de la solución está en que, así como antes de hablar, se requiere pensar qué se quiere decir, para qué y cómo, por lo menos, de la misma manera se requiere que al usar la tecnología tengamos claro el objetivo, evaluemos si es el medio más adecuado, que conscientemente busquemos una alternativa no tecnológica para el mismo fin y que contemos con medios de verificación y evaluación para determinar si el objetivo que perseguimos se está cumpliendo o no. La tecnología, al menos al día de hoy, no puede sustituir cerebros humanos activos.
(1) http://mexico.cnn.com/salud/2011/03/28/el-pulgar-de-blackberry-el-mal-de-los-usuarios-de-smartphones
(2) http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/ency/article/000433.htm
(4) http://enfermedadestecnologicasnticx.blogspot.mx/2012/08/enfermedades-tecnologicas.html