Por Evaristo Velasco Álvarez
Aguascalientes es una población muy importante enclavada en el centro del país, que fue fundada y ha venido desarrollándose a través de la historia de nuestra nación, desde casi el mismo momento de la llegada de los españoles a América, pues su fundación oficial data de 1575, el día 22 de octubre, en que un puñado de hombres llegó, principalmente de Jalisco y de Zacatecas, poblaciones tan distintas en costumbres como de origen.
Mientras que los que llegaron de Jalisco lo hicieron de las personas que habían arribado de la Galicia española; gente muy tozuda, muy pegada a sus tradiciones, católica, muy trabajadora y principalmente agrícola y ganadera. Muy orgullosos de sus familias, que no aceptaban la mezcla de su sangre con gente que no fuera de su misma condición. Población más bien blanca, rubia, castaña, de ojos de color claro.
Por su lado, quienes llegaron del norte, o sea del sur de Zacatecas, eran descendientes de gente con mentalidad más abierta, alejados un cuanto de los dogmas de la fe y muy amantes de emprender cosas nuevas. Liberales de mente y actitudes, muy confiados en su fuerza. La mayoría de ellos altos y fuertes, de tez más bien morena. Industriales e industriosos.
Los habitantes oriundos de estos lares, caxcanes, chichimecas, zacatencos, chicahuales, entre otros, fueron remitidos por naturaleza y fuerza a vivir en lugares apartados del asentamiento poblacional creado a raíz de la necesidad de contar con un lugar en donde pudiesen cambiar animales (caballos, mulas y burros), o de vehículos (carretas, carrozas, etc.), de los viajeros que iban del norte al sur o del sur al norte, por el llamado Camino Real de la Plata.
Éste era un camino que tenían que recorrer los que transportaban a lomo de mula la plata y demás minerales que venían desde Chihuahua, Durango, Monterrey y Zacatecas en su camino para llegar a la ciudad de México, y de ahí al puerto de Veracruz, desde donde se embarcaban tales valores con destino a la corona española.
Y todo fue perfectamente planeado para que la distancia entre punto y punto de recorrido de tales minerales y valores, fuera de cuatro leguas; distancia que calculaban era la que podían resistir las remudas (animales de carga), en una jornada de viaje; equivalente aproximadamente a 60 kilómetros. Si vamos hacia el sur, Encarnación de Díaz se encuentra a poco más de 60 kilómetros, y otro tanto haremos hasta Lagos de Moreno; o si vamos hacia el norte, a 60 kilómetros encontraremos la población de Ojocaliente, y luego Zacatecas capital. Asimismo están Tepezalá y Asientos.
Abundando un poco en las características de la población que se avecindó en este lugar, podemos decir que ambas costumbres (los del norte y los del sur), son muy trabajadores, madrugadores, amantes de la limpieza, respetuosos de todos los demás, creyentes (más los del sur), desarrolladores de industrias familiares y con apegos a la tierra y a sus costumbres.
Por eso, hablar de Aguascalientes y de su gente es encontrarse con personas afortunadas que han desarrollado un modus vivendi tan grato y tan amable que siempre están sonrientes y reciben a sus visitantes con los brazos abiertos y con la mano amiga por delante. Han venido personas de otras costumbres a esta tierra, quienes pretendieron ser mejores que los habitantes de aquí, y que ofendieron y violentaron costumbres, pero que con el paso del tiempo han entendido la magnífica oportunidad de estar viviendo en esta tierra de promisión. Por ello digamos con orgullo: ¡Que viva Aguascalientes! y ¡Que viva México!