Fraguascalientes y Víctor Sandoval, por Marco Antonio Campos - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

Decir Víctor Sandoval es hablar de varias facetas: del infinito promotor cultural, del admirable poeta de Fraguas, del gran amigo de sus amigos. La historia del promotor cultural es una historia que nació hace más de cuarenta años en Aguascalientes y creció en todo el país. Desde hace unos veinticinco años he tenido la oportunidad de trabajar, estando yo en la UNAM, a menudo con él; lo he visto como director de Promoción Nacional de Bellas Artes (1977-1982), como subdirector de Bellas Artes (1982-1988) y director de Bellas Artes (1989-1992), como ministro de cultura en España (1992-1994) y como secretario del Seminario de Cultura Mexicana, del cual soy miembro asociado. En esos años he podido observar y confirmar las grandes virtudes de Víctor en tareas: eficacia, imaginación, prudencia, paciencia, una tenacidad invencible. Él formó en mayor o menor medida al equipo que ocupa aún hoy puestos culturales: a Jaime Vázquez, a Eduardo Langagne, a Enrique Romo, a Víctor Manuel Cárdenas y, sobre todo, a mi antiguo y buen amigo Saúl Juárez, que tanto me recuerda en el buen trato a Víctor. Él, a su vez, siempre ha visto como un modelo de su actividad al ex gobernador aguascalentense Enrique Olivares Santana.

El mapa cultural de Aguascalientes sería otro sin Víctor Sandoval. Durante diecisiete años, aquí y allá, alternados, dirigiendo la Casa de la Cultura del estado, o fundando en los años setenta un amplio número de las Casas de la Cultura desde Tijuana a Campeche, cimentó las bases para lo que después serían en el país los institutos culturales o, en buen número de casos, la secretarías de cultura. Al menos dos museos aguascalentenses, idea y creación de él, son un referente internacional, y dos premios son un referente nacional; por un lado el Museo de Aguascalientes y el Museo José Guadalupe Posada, y por el otro, el Premio de Arte Joven y el Premio Nacional de Poesía, el más prestigiado y dotado de los premios literarios. En el primero de los museos tiene cabida la obra de Saturnino Herrán, en las salas de la sección del recinto construido por José Refugio Reyes ¿cuántos y cuántos visitantes no vienen casi en exclusiva a Aguascalientes sólo para ver en directo las obras de Herrán y Posada? Debe recordarse que para salvar la obra de Herrán, para que permaneciera en México, aun ante la irritación de los familiares, negoció que se declarara patrimonio nacional, o aun mejor, patrimonio del estado, como en alguna medida ocurrió en los casos de Posada y Jesús F. Contreras. No olvidemos que aquí fundó asimismo en los años setenta Radio Casa de la Cultura, la Feria del Libro, el Cine-Club y un programa de ediciones. En sus años al frente de la Casas de la Cultura, Sandoval convirtió al solar nativo en el estado de la república con mejor infraestructura cultural, directores posteriores del Instituto han preservado y desarrollado esa infraestructura. Sandoval nunca ha olvidado a Aguascalientes en los veintisiete años que vivió fuera de la ciudad. El ateo Sandoval ha tenido como santa patrona a su tierra originaria. Él pudo decir, desde joven, esos versos del poema Humildemente de su amado Ramón López Velarde:

Cuando me sobrevenga

el cansancio del fin,

me iré, como la grulla

del refrán, a mi pueblo,

a arrodillarme entre

las rosas de la Plaza,


los aros de los niños

y los flecos de seda de los tápalos.

 

Cuando el primero de enero de 1977 Juan José Bremer invita a Sandoval a la ciudad de México como director de Promoción Nacional de Bellas Artes, fue una suerte para la cultura del país. Es cuando se idean y se ponen las primeras y modestas raíces para el desarrollo cultural del norte, que ahora tiene en algunos estados una insólita pujanza, cuando se empieza a tejer la gran red de talleres y premios con que cuenta Bellas Artes y echa a andar asimismo diversos festivales: el Festival Nacional de Teatro, el Festival de Arte Popular, el Festival de Danza de San Luis Potosí, el Festival de Música de Cámara en San Miguel Allende. Como se sabe es también el fundador de la revista y las ediciones de Tierra Adentro.

Al pedirle el ex presidente López Portillo la renuncia a Juan José Bremer en 1982, el nuevo director Javier Barros Valero, quien no conocía a Sandoval, lo nombra, para la sorpresa del designado, subdirector de Bellas Artes. Me enorgullece recordar que en los años ochenta, cuando él era subdirector de Bellas Artes y yo jefe de departamento y después director de Literatura de la UNAM, él, Saúl Juárez y yo echamos a andar numerosos encuentros internacionales, nacionales y regionales de poesía, de literatura y de periodismo, de los cuales el que más ha perdurado y del que se siente más cercano es el de Poetas del Mundo Latino, que en su segunda época ha tenido un doble vigor. No olvido en su momento la viva y creativa colaboración que nos dieron generosamente Margo Glantz, Felipe Garrido y Jaime Vázquez en la dirección de Literatura de la UNAM y, desde la UAM, Jorge Ruiz Dueñas y Evodio Escalante. Pero asimismo echamos a andar el Encuentro de Narradores Latinoamericanos en Morelia y el caóticamente exitoso Encuentro de Escritores Jóvenes. Asimismo, Bellas Artes y la UNAM iniciaron una serie de homenajes a poetas y escritores relevantes que después se volvieron una infinita y mala costumbre. En algo Sandoval, Saúl y yo coincidíamos entonces: dar un vivo apoyo a los poetas y escritores jóvenes, y a los de los estados de la república. México, contra lo que han creído muchas veces en la ciudad de México, es un país y no una gran ciudad.

Sandoval se fue en 1992 a Madrid con cargo de ministro cultural. A él debo haber permanecido cerca de tres meses en la Residencia de Estudiantes. A nadie trató tan bien como a mí. Por varios meses tuve la oportunidad de seguir su trabajo: fundó el Instituto de México, empezó a formar la biblioteca de autores mexicanos en el instituto, llevó a cabo numerosos actos culturales y, sobre todo, como donde quiera que ha pasado, ganó muchos amigos.

En los últimos cincuenta años otros promotores culturales han brillado en determinados periodos; nadie en México, que yo sepa, lo ha hecho tanto tiempo como él. En los veinticinco años que lo he visto trabajar de cerca, Víctor siempre parece estar pensando qué nuevo acto cultural, qué nueva exposición, qué nuevo concierto, nuevo aniversario, nueva conferencia o congreso organizar. En México quien asoma mucho la cabeza se la cortan; sin duda una de las causas de la persistencia de Sandoval se ha debido a su discreción, su modestia, su rara y milagrosa mano izquierda. Nunca ha buscado ser foro de arco; nunca, en algo que organiza, ha querido ser la figura destellante. Ha entendido, como pocos, que los puestos son para servir y no para servirse, que en la locomotora uno debe ir en el cabús y no creerse a la vez el dueño y el maquinista, y con habilidad ha buscado ese equilibrio entre el servicio a la comunidad y el servicio a los amigos. Esto es elemental y claro pero pocos lo entienden: si uno sólo se apoya en los amigos se le ataca por mafioso, pero si no los apoya, cuando vienen los problemas y los conflictos, ¿quién lo va a apoyar si los hizo a un lado? Un puesto, lo ha dicho Sandoval, es para eso, para hacer amigos, y así ha sido su historia; por lo general, los que llegan a los puestos culturales (no es privativo de México)  lo que ganan al final son enemigos. Nada más lejos de Víctor que el burócrata típico que con el menor puesto se encierra en su oficina y es dócil y sumiso con los poderosos y despreciativo y huidizo con los que no tienen poder o no les sirven. Esos, que a menudo confunden un puesto con el poder. Esos, que una vez que llegan a ese puesto se creen importantes, y les ocurre una metamorfosis extrañísima: se vuelven invisibles para la mayoría de los que los buscan. Ustedes marcan a la oficina y la secretaria los borra del mundo: el licenciado acaba de salir hace un momento, ¿no puede dejar su nombre y número de teléfono y él se reporta cuando regrese?, el licenciado está en junta, ¿no puede hablar después?, el licenciado está en la otra línea, ¿de dónde habla usted?, el licenciado no regresa hasta la semana próxima, el licenciado tuvo que verse con el secretario, o el gobernador, o el con el importantísimo Perico de los Palotes, o con el más famoso Fulano de Nadie… Es decir, el licenciado se ha vuelto invisible. No existe. O en el caso de hacer un servicio, que para eso les pagan y para eso están, creen que el pobre beneficiado les debe agradecer por toda la eternidad cada vez que se encuentran, su servicio o favor. Esos que cuando usted al fin los encuentra en la calle o en el pasillo, bajan la vista o hacen que no lo ven. Son los que creen que su oficina es proporcionalmente la Casa Blanca, el Elíseo o el Kremlin. Esos que al perder el puesto vuelven a su condición de nadie. Son los personajes encarnados sin saberlo, de Gogol y de Kafka.

Nada más lejos de eso que Víctor Sandoval. Víctor es de esos hombres que cuando le piden un servicio o un favor buscan hasta lo último hacerle un favor o servicio a quien se lo pide, y si es amigo se desvive por hacerlo. Si pudiera definirlo afectivamente diría que Víctor es un gran amigo de sus amigos y yo, considerándome su amigo, sólo he recibido de él muestras de su bondad. Con él jamás he notado ni la diferencia de edades ni ideológicas. Él siempre ha sido priísta, orgullosamente priísta, y yo he creído que el intelectual no debe tener partido para tener la libertad crítica. No siempre el PRI se ha portado bien con él y, curiosa o paradójicamente, la administración panista que ahora se despide, desde el primer día hasta el último, le tendió la mano y escuchó siempre con atención sus propuestas, muchas de las cuales se llevaron a cabo. Tanto el ex gobernador Felipe González como el gobernador interino León Rubio, y muy especialmente Alejandro Lozano, director del Instituto de Cultura, le tuvieron toda suerte de consideraciones, las cuales hoy culminan con la apertura de este Centro de Estudios Literarios Fraguas, que lleva el nombre de su mejor poema, sin duda el mejor poema que ha escrito un aguascalentense, y uno de los poemas mexicanos más importantes del siglo que apenas nos dejó, y el cual tiene como fondo la ciudad que llama Fraguas, pero que puede parecerse a Aguascalientes imaginada o soñada por un hombre que se reúne con un grupo de amigos en el Café de Andrea, que es simbólicamente el antiguo Café Fausto del Hotel Francia. Ese hombre, quien es dentro del poema el cronista minucioso del nacimiento, desarrollo, auge y destrucción de la ciudad. Sin buscarlo o quererlo acaso el propio Sandoval, el poema pertenece ya al imaginario colectivo aguascalentense y Fraguas se convierte en Aguascalientes, o mejor, en Fraguascalientes: una ciudad forjada en la fragua, no con hierro sino con palabras. Esas palabras que desdichadamente hoy no pueden oír en su admirable armonía el padre ideal de Víctor, Salvador Gallardo Dávalos, ni el hermano y compañero del alma tan temprano Desiderio Macías Silva, pero que lo acompañan como sombras presentes, como lo acompañamos sus amigos para decirle gracias, muchas gracias Víctor, tú sabes cuánto te debemos y te queremos, y decirte que pocos árboles de setenta y cinco años tienen en sus ramas tal número de buenos frutos.

El Aguascalientes al que vuelves ya es otro. No son los mismos los ruidos de Fraguas, ni existe el yunque de diamante de tu padre ni su tren de esmeraldas. Pero queda el corazón, y en poesía lo que habla es el corazón.

Por Marco Antonio Campos

Foto: Roberto Guerra


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