Dice: vivo agradecido del tiempo que me ha querido, también la supe querer. ¿Por qué? no la entiendo yo, si sus brazos no me esperan no voy a llorarla yo… Buena suerte gran amor, para mí fue lo que fuiste hoy sé que no me quisiste no hay reproche no hay rencor. Quiero que seas muy feliz, lo deseo de corazón. Guardaré yo la experiencia y hasta nunca gran amor…
No se habían dado los tiempos de comentar en este breve espacio —de por sí la vida es breve y hoy con tanta información es difícil concentrarse— para retomar el tema de Esther, de ésa que se gastó todos los millones de confianza que los afiliados a su liderazgo habían depositado y que hoy todo sale a la luz. Pero además el tema le viene bien precisamente al día y a las fechas procurando saturar la primavera más que de reformas en telecomunicaciones y en festejos juaristas, a la renovación que implica la temporada: en primavera, la naturaleza nos enseña el término básico de Heráclito de Efeso: lo único constante es el cambio. Así, estos tiempos del año son de un cambio total, para vestir de nuevo el ambiente de un mosaico de colorido estar.
En esos constantes cambios, es evidente que el tema de Esther, fue un radical cambio de timón más que para el público, que si no sabía la dimensión de la corrupción de la señora, al menos se imaginaba —como el que tiene un vecino que aparentemente no trabaja y se la pasa todo el día hablando por su nextel— lo que bajo la sombra de ese liderazgo oscuro y opaco se ocultaba. Nunca sabremos —así como la verdad sobre la muerte de Kennedy— hasta dónde estaba lleno el tanque de cuestiones, pero lo que sí sabemos es que tarde o temprano los cambios llegan, unos con mayor fuerza y otros sin preguntar.
Ante el panorama del ocaso de Elba Esther, hace falta reflexionar sobre lo que además incita en la canción que escuché por primera vez con don Antonio Aguilar, en la que en efecto, es una carta de despedida donde aparentemente quedamos a mano y como amigos. La realidad es que si en esta oportunidad que se presenta para quienes liderarán ese sindicato, no se aprovecha un título sugestivo como el que usara el otrora panista Manuel Espino en su libro Volver a empezar u otro cualquiera que le regenere la confianza como ya dije, no tanto a los ciudadanos de a pie —que a ésos definitivamente ya los perdimos entre la tele y el feisbuc— sino a los profesores (aclarando, porque maestros es otra cosa ampliamente distinta), para poder empezar a construir un magisterio sin fricciones, pero sobre todo para poder tener otra vez en las escuelas públicas a la profesora Toñita, Emma, Alejandrina, Leticia, Eleazar, y todas ellas que eran las que le daban sentido a la educación por su verdadera vocación de desarrollar seres humanos en todas sus capacidades y potencias, y que hoy dicha educación pública se encuentra cuestionada más bien por la falta de vocación a la enseñanza y la excesiva vocación a los permisos de comisiones y a la política, cuando el objeto de creación de ese sindicato y toda la estructura educativa no se hizo para hacer política sino para llevar a las generaciones más jóvenes, a puntos del conocimiento para lograr la autorrealización personal y la transformación social. La primera oportunidad es pues, volver a empezar o refundar algo que de origen surgió como cayó Elba Esther, con traiciones y componendas de aquéllos que un día la apoyaron.
Por otro lado, surge también la oportunidad de hacer con este sindicato, un pacto con la ciudadanía. La meta de los profesores puede seguir siendo la protección y salvaguarda de sus prerrogativas laborales, pero para eso deben demostrar el porqué se las han ganado y no sólo defenderlas como quien echa grilla barata y preparatoriana: descalificando a otros y echando mentiras. Aquí se requiere que se haga un pacto de confianza para recobrar la fe en la educación pública, cuyos resultados deben ser la muestra más evidente de que por algo los profesores tienen tantos privilegios. Si no demuestran con hechos que están hechos para educar y que lo que enseñan surge de una reflexión profunda sobre las necesidades cívicas, sociales, económicas, culturales, etc., que tiene nuestro país, por más discursos que diga el que llegue a dirigir ahora, o por más que quieran ir solos en las campañas políticas, lo único que nos habrán mostrado es que sigue siendo el mismo bluff mediático, pero ahora con diferente apellido. Ojalá que se animen a cambiar, y que el cambio no sea sólo por vanidad, sino por la urgente necesidad de convertir otra vez a la educación en la palanca del desarrollo social y humano que necesitamos.
Comentarios al pie: Felicito a mis amigos de La Jornada Aguascalientes, por la Inauguración de sus nuevas instalaciones en la cual estuvimos presentes. Un paso más para consolidar su proyecto. Por otro lado, los felicito por su “Vlog” al que también ya me hicieron favor de invitar y que me parece una novedosa idea para dar comentarios editoriales de manera digital. Un saludo a todos
@comandanteserra