El pasado miércoles 16 de enero adelanté en este espacio que las maracas de Enrique Rangel Jiménez no sonarían.
La política es la ciencia que permite el cobro de facturas pendientes desde la ventanilla de la buena memoria. Ingratitudes se pagan en el mundo de los vivos; no es necesario llegar a la viña del Señor para revisar el libro de la contabilidad que registra agravios, porque los políticos en nada se parecen a los carmelitas descalzos, portadores del reconfortante perdón y el gratificante olvido.
El ex integrante de los Lozano Boys, hasta hace días, pretendía quemar sus naves. Amenazaba con su salida del México lindo y querido. Quería reencontrarse con la madre patria para concluir su postgrado, me platican sus amigos cercanos; lamentable sería para el país, la pérdida temporal uno de sus hijos preclaros.
Su vida política está marcada por el pleito, la rebeldía y el recurrente berrinche, verá usted:
Antes de concretar esa legítima internacional, mostró su penúltimo enojo: el gobernador Carlos Lozano de la Torre platicó a la prensa del ofrecimiento entregado al político para candidato a diputado en las próximas elecciones locales, pero éste declinó por razones personales.
En la segunda colaboración de este año exhibí los insistentes afanes para dividir al Grupo Parlamentario del PRI en la LX Legislatura al Congreso del Estado, y los antecedes desestabilizadores del Quique Maracas, que alcanzaron al entonces presidente del PRI Aguascalientes, Carlos Lozano de la Torre, en el 2007, al demandar la salida de éste de la dirigencia estatal.
Ahora, saco de mis archivos parroquiales una carta del 24 de marzo de 2006, firmada por el entonces secretario general del Movimiento Estatal de Profesionales y Técnicos, Enrique Rangel Jiménez, donde informa al otrora presidente del PRI Aguascalientes, Carlos Lozano de la Torre, que ha decidido “no participar en las campañas para puestos de elección popular y por consiguiente a la contienda electoral de julio de este año (2006)”.
En el documento regala una rollera explicación no pedida que delataba una acusación manifiesta, al pretender darle a sus “compañeros mayores… una lección de civilidad y respeto a nuestra Institución Política, y no usar dicha situación como un chantaje a efecto de alcanzar nuestros intereses personales, sino por el contrario demostrar que antes que el interés personal se debe sobreponer el interés colectivo, el cual tan sólo desea la legalidad y el apego de los ordenamientos legales que rigen el actuar de nuestro Partido”.
A su vez, el entonces presidente de México Nuevo, Francisco Guel Saldívar, también le mandó a Lozano de la Torre una misiva para “exteriorizarle la inconformidad y desilusión que priva en el sentir de todos los miembros” de la agrupación, “por la forma y actitud que mostró nuestro Partido, el Revolucionario Institucional, al momento de seleccionar a sus candidatos a Senadores y diputados”, porque “no podemos permitir ni tolerar que en nuestro partido siga prevaleciendo la mentira y la simulación en una soslayada democracia, pues tan sólo nos genera mayor desprestigio ante la ciudadanía”.
Rangel Jiménez tuvo la oportunidad de darle vigencia a sus viejas demandas, pero no se registró para contender en el proceso interno priísta. Hizo bien. El capital político escasamente acumulado durante varios quinquenios no le da para jugar en primera división.
Porque alguien tiene que escribirlo: Desde la chimenea de la Capilla Prixtina salió el humo blanco.
Será una contienda interna que recorrerá las 15 estaciones del doloroso viacrusis tricolor.
La Última Coca Cola en el Desierto tratará de arrebatarle el triunfo al Niño de la Mochila Roja, quien tiene amplias posibilidades de ganar en la elección constitucional.
Históricamente, las contiendas familiares terminan atomizando al PRI, como quedó evidenciado en la confrontación de Roberto Madrazo contra Francisco Labastida (2000), y de Arturo Montiel versus Roberto Madrazo (2006); pero bueno, el del municipio de Aguascalientes es un asunto atípico, primerizo en su género y eminentemente local.
Los delegados a la Convención decidirán entre dos precandidatos: Paco Chávez Rangel y Óscar López Velarde.
El voto secreto depositado en la urna permitirá la libre manifestación de la voluntad, no exenta de acuerdos que se incumplirán, de lealtades que se desdibujarán, de amistades que se negarán, de gratitudes que se olvidarán y de línea que se borrará.
Después vendrá la Operación Cirugía, que requerirá de voluntades políticas y manos profesionales, para cerrar heridas y borrar cicatrices.
Coda: Para darle asepsia a mis ojos, vitamina a mis neuronas y alegría a mi lectura, regresó el jurisconsulto Jesús Eduardo Martín Jáuregui, con la publicación de su texto semanal (en otro diario), rico en reflexión y análisis, y ejemplo obligado para servidores públicos, ex burócratas y políticos convertidos en seudo escritores de texto de opinión.
Dios nos lo dio. Dios nos lo quitó. Y Dios nos lo regresó con su chispeante mordacidad. Enhorabuena.