La obra conocida como la Leyenda Dorada se le atribuye a un religioso de la orden de los dominicos, Santiago de la Vorágine, quien en sus tiempos (Siglo XIII) fuera Arzobispo de Génova, Italia. El título original de la obra fue Legenda Sanctorum. También se conoce esta obra como la Leyenda Aurea y contiene más de 150 relatos, leyendas y fábulas de la vida de los Santos, Beatos y Mártires cristianos. Es muy probable que el origen de los dragones en la mitología moderna se derive de este libro. No obstante el Dragón ya aparece mencionado en el libro del Apocalipsis de la Biblia, como una bestia que surcaba los cielos envuelta en llamas. El valor de la Leyenda Dorada para el mundo cristiano radica en que Santiago de la Vorágine, – también conocido como Jacobo de la Vorágine -, presenta una suerte de justificación de las festividades calendáricas cristianas, basadas en Leyendas, obras y escritos antiguos incluyendo algunos de los evangelios. Y a su vez hace un relato histórico de la cristiandad en esa área de Italia, o sea, lo que se conoce como “Lombardía”. Sin duda el relato de San Jorge que aparece en el siglo IX, es la historia más asentada en occidente acerca de los dragones. La leyenda dice que un dragón decidió asentarse en la fuente de agua que proveía a una ciudad. Los habitantes de esta no identificada ciudad, para apartar al dragón del agua le ofrecían el sacrificio de una doncella. Mientras el dragón daba cuenta de la mujer sacrificada, los habitantes se resurtían del vital líquido. Hasta que un día el sacrificio le tocó a la princesa local. La leyenda reza que cuando el dragón estaba a punto de tomar a la princesa para devorarla, apareció San Jorge en su caballo y mató al dragón. El agradecido monarca decide que su pueblo debe de dejar el paganismo y abrazar al cristianismo. Incluso en algunos relatos, San Jorge desposa a la Princesa recién rescatada. Lo interesante de este mito es que no es endémico de una sola región, pues encontramos la misma historia, con pequeñas variantes y distintos personajes en Libia. Incluso en lugares tan distantes como China y Japón el Dragón existe en su cultura. Si bien no es el la forma malévola en que lo concebimos en el mundo Occidental, la coincidencia de la figura del Dragón es de llamar la atención, donde a estos seres mitológicos se les atribuye la benevolencia y se les asocia con la bonanza y la prosperidad. Las tribus nórdicas también creían en dragones como monstruos del inframundo. En la mitología germana “Nidhug” era un ser con forma de dragón que extendía su cuerpo desde el inframundo hasta la Tierra. Los celtas creyeron que los dragones eran habitantes de los bosques y que los magos poderosos podían someterlos a su voluntad mediante conjuros.
Existe un consenso al respecto de que el origen de los dragones procede del antiguo hallazgo de fósiles de dinosaurios, que combinado con la imaginación cultural de cada región dio forma a las diferentes mitologías de los dragones. Incluso durante las cruzadas, varios esqueletos de cocodrilos fueron identificados como pequeños dragones por los cruzados. Así, dragones alados que surcan el cielo exhalando bocanadas de fuego, o serpientes gigantes sin alas capaces de volar como los dragones chinos, son adaptaciones culturales que encuentran comunión en los acervos de la humanidad, y que se han incorporado a nuestras culturas. De los fósiles a la mitología, los dragones han servido para dar identidad a los humanos y relacionarlos con el mundo metafísico donde se trata de explicar al universo y su funcionamiento. El Leviatán, el dragón vencido de San Jorge, el “Nidhug” de los germanos y el dragón chino, son sólo variantes culturales que muestran distintas maneras del intento de los hombres por dar sentido a la existencia, considerando un orden de las cosas que va más allá de lo natural. El mundo de lo espiritual, de la magia y de la metafísica se combinan en cada cultura, de forma sincrética, para explicar al mundo, la vida y al hombre mismo. Relacionarnos con dragones es, al fin de la cuenta, el mismo intento de relacionarnos con los dioses y de ser parte de un todo que integra un sentido de la vida. Las creencias mágicas, las creencias religiosas son el intento válido de la humanidad de dar sentido a nuestra existencia, a través del pensamiento de seres supranaturales que de alguna forma, rigen nuestras vidas. Entender al mundo y a la vida nunca ha sido tarea fácil, mucho menos hace cientos de años en que nuestros ancestros no contaban con el acervo cultural tan amplio como el que ahora nosotros disponemos. Además de que el mundo parece un sitio más interesante y colorido si damos cabida en nuestra cultura a seres espirituales o fantásticos. Unicornios, duendes, chaneques, hadas, magos, profetas, videntes, oráculos, santos, beatos, hacedores de lluvia, dragones, faunos, minutaros, centauros, cíclopes, kraken, y caballos pegasos dan a nuestra cultura un dinamismo que nos inserta en una vida animada y protegida por seres superiores y rectores de la existencia. Las mitologías nos colocan dentro de un movimiento cósmico que da color a la vida, y al darle sentido a la existencia a través de estos conceptos culturales, nos convierten en parte integrante de la vida: dejamos de ser huérfanos.