Al Rector de la UAA 1/2 / Tlacuilo - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Señor Rector: llevo tantos años como tiene la Universidad Autónoma de Aguascalientes, de estar insistiendo en la necesidad de corregir la tara congénita de rendir culto al egocentrismo al afirmar que nació el 19 de junio de 1973, cuando la única fecha legal y verdadera es el 24 de febrero de 1974.

¿SORDOS? Hasta la fecha, los administradores de la UAA han hecho oídos sordos a mis reclamos porque ante la contundencia de mis argumentos el único camino que les queda es aceptar su auténtica veracidad, lo que conllevaría, automáticamente, la aceptación de sus culpas porque el fondo del asunto no es la fecha en sí, sino su significado. Así pues, prefieren guardar mezquino silencio.

UNIVERSIDAD ANGLOSAJONA. Me atrevo a afirmar que usted conoce esas taras congénitas -aunque tal vez no en detalle- porque ingresó al Bachillerato en 1975, año en el que culminó la represión de la rectoría en contra de los estudiantes y profesores que nos opusimos al procedimiento antidemocrático y autoritario interno con el que se impuso una universidad departamental anglosajona bajo la supervisión de Rudolph P. Atcon, a quien el gobierno estadounidense le dio la tarea de desvirtuar la universidad latinoamericana dentro de la estrategia imperial que ahora conocemos como globalización neoliberal, experimentada primero de manera brutal en la República de Chile con el golpe militar organizado por el propio imperio con la colaboración del traidor Augusto Pinochet y luego impuesta en toda América Latina -menos Cuba, claro- mediante la consecuente y aterradora Operación Cóndor. (Recordemos las instrucciones que Milton Friedman le fue a dar al dictador en 1973).

DE REPRESIONES. El caso es que de aquel traumático nacimiento de la UAA hubo afectados por las atrabiliarias presiones de la rectoría absolutista, incluyendo expulsiones de estudiantes por organizar una conferencia, o destituciones como en mi caso, por el simple hecho de pronunciar un discurso que obviamente no le gustó al rector, pues no pudo encontrar un pretexto inteligente porque, simplemente, no había motivo legal alguno.

Y SAINETES. Pero hay que reconocer que no todo era tragedia, como se podrá ver por la siguiente crónica: el 8 de agosto de 1975, el rector me había enviado el último de varios reconocimientos, en el que después de alabar mis supuestos méritos, concluye diciendo: “Indudablemente que lo anterior no sólo es testimonio de sentido de responsabilidad hacia nuestra Institución, sino de su cariño por la docencia y de su gran interés por transmitir sus conocimientos a los jóvenes.” El 5 de diciembre siguiente pronuncié el discurso de marras; un mes después, el 7 de enero de 1976, el rector me remitió una cordial invitación para acompañarlo “con el carácter de Invitado de Honor” a su informe de actividades del año 1975; y en un mes más, el 6 de febrero de 1976 -viernes anterior al inicio del siguiente curso- me notifica que estoy destituido de todas mis cátedras, pues hasta entonces logró darse cuenta de que al pronunciarlo ¡frente a él y dos meses antes! supuestamente violé la autonomía universitaria, hice afirmaciones denigrantes “…con una dañada intención…” y otras lindezas, pero sin hacer acusación concreta ni aportar prueba alguna. De risa, pues, pero también de una total falta de respeto por la Institución cuyo verdadero propósito desconoce o desprecia.

Y ya fuera de la UAA igual continué levantando mi voz y seguiré haciéndolo, porque sé que de alguna manera contribuyo para que en el futuro se corrijan lacras como son el ignorar pertinazmente la verdadera fecha de fundación de la UAA, o la del Instituto Literario de Ciencias y Artes por Jesús Terán en 1848.

Su democratización es un asunto de mayor plazo y magnitud porque primero es necesario que los estudiantes y profesores adquieran verdadera conciencia del concepto de igualdad; que no son inferiores a nadie; que son los únicos elementos sin los cuales la Universidad no puede existir y que, siendo puntuales en el cumplimiento de sus obligaciones, conquistarán la autoridad moral para decidir su destino mediante un gobierno verdaderamente autónomo.

UN RECTOR INSÓLITO. Esa insistencia mía juzgada con desdén que durante 35 años, se encontró en el 2008 con un hecho insólito: en oficio “Rectoría.II/691/08” de fecha 16 de diciembre, el rector solicitó a la LXI Legislatura su autorización para colocar una placa conmemorativa en el recinto legislativo para expresar su gratitud a los integrantes de la XLVIII Legislatura que autorizaron el decreto enviado por el entonces Gobernador Francisco Guel Jiménez, así como la promulgación de la Ley Orgánica que él ordenó publicar en el Periódico Oficial del 24 de febrero de 1974, hecho con el “que nació legalmente nuestra Casa de Estudios.”

Yo, entre incrédulo y sorprendido, en mi ingenuidad también felicité al rector por su noble desplante.


Aguascalientes, México, América Latina.

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