Reza el refrán “de la moda, lo que te acomoda” y así es, sólo que muchas de las decisiones que tomamos a lo largo de nuestras vidas no deberían resolverse de manera tan superflua. La moda dicta cómo vestirnos, qué comer, a dónde ir, en qué zona de la ciudad vivir y hasta qué estudiar, tal vez esta última la más delicada de las “modas”.
Cuando un joven tiene la inquietud y posibilidad de estudiar una licenciatura se está jugando su futuro, la manera de ganarse la vida para el resto de sus días. Esta responsabilidad debe ser compartida entre la institución de educación superior y el egresado. El ideal es que el joven trabaje en áreas profesionales donde pueda desarrollarse y ejercer lo que aprendió en la universidad.
De pronto, de un tiempo a la fecha la entidad se ha visto invadida por el boom del estudio y la realización cinematográfica. Intento de festivales, cursos de apreciación y realización, producciones de largometrajes mal logrados y un sinfín de cortometrajes que circulan por la red y participan en muestras dedicadas a la difusión de la producción audiovisual en otras latitudes; todo esto como primeros borradores de lo que en “las grandes ligas” es la producción cinematográfica. Tal vez esto pudo orillar a las instituciones de educación (formales e informales) a creer que es momento de profesionalizar la educación de esta disciplina, sin tomar en cuenta lo que está pasando con la industria cinematográfica de México.
De entrada el panorama no debería verse desalentador, al contrario, se celebra que la máxima casa de estudios de nuestro estado ofrezca a partir de este año la licenciatura en cinematografía y que los interesados, de manera independiente traten de hacer crecer esta industria que en México, nada más no puede despegar.
Se abrirá una licenciatura para egresar profesionales en el arte de la imagen en movimiento, los cuales ¿realmente tendrán dónde trabajar o simplemente jugarán a hacer cine con recursos limitadísimos?
Revise estos datos con relación a la oferta laboral para esta profesión:
Cifras indican que en 2012 se estrenaron 64 películas mexicanas contra más de 300 extranjeras, los ingresos y asistencia bajaron de 11 millones de espectadores a 7 millones con relación a 2011.
El público por lógica consume más cine extranjero que nacional y es obvio intuir las razones; por citar algunas, la poca producción nacional y el prejuicio del espectador a que nuestro cine es de baja calidad. Por otra parte, los exhibidores juegan un papel importante en el negocio, pues ellos determinan la cantidad de tiempo en pantalla dependiendo de cuánto dinero genere en taquilla.
Enrique Sánchez Ruiz, especialista en políticas audiovisuales en México, Estados Unidos y Canadá, afirma que el cine mexicano necesita apoyo económico y técnico por parte del gobierno para salir de la crisis que lo envuelve, pues el subsidio actual se rige por la oferta y la demanda del mercado y no por el respaldo institucional como ocurre en otros países, así como la falta de departamentos especializados en mercadotecnia cultural que enfoquen sus estrategias en la comercialización y hagan llegar al público el material fílmico.
Por otro lado, los interesados en el estudio de la disciplina en comento, ¿realmente son perfiles de individuos que pretenden desarrollar la cultura o simplemente buscan caminar por las trilladas y huecas alfombras rojas?
Aunque la oferta académica es muy atractiva, engrosando las filas de las personas que se consideran conocedoras del séptimo arte, el verdadero problema es ¿dónde van a desarrollarse?, ¿dónde van a trabajar? No piense en Aguascalientes donde la producción profesional es casi nula, sino en cualquier parte de la República, recuerde nuestro récord, 64 películas por año.
Tenga cuidado con esa moda, ponga atención en todas las personas que les está llenando la pupila la realización audiovisual, observe cómo poco a poco existe más oferta educativa para aprender los secretos del cine, entonces las instituciones que pretenden o ya imparten la disciplina ¿tendrán la infraestructura básica, contarán con un claustro docente calificado?
No basta con lo que una persona o grupo de ellas quiera o anhele desde la comodidad de su oficina y con la mente soñadora, sino el compromiso de las instituciones de educación por formar verdaderos cineastas y el reto de los gobiernos (estatales y federal) así como la iniciativa privada por tener listos los espacios para recibir a todos aquellos productores y realizadores.
Sin marcha atrás, sin desear que este proyecto fracase, con todo el apoyo al cine mexicano pero con los pies en la tierra, busquemos inversionistas que quieran poner en la mesa por lo menos 80 millones de pesos para hacer películas y ocupar a nuestros futuros cineastas o de lo contrario acabarán trabajando en canales locales de radio y televisión… si bien les va.
Twitter: @ericazocar