La ideología o, al menos, el ideario político o conjunto de ideas y programas políticos comunes representan el elemento aglutinador del partido político, en nuestra opinión elemento esencial, porque sin él, cualquier organización que aspire a hacerse del poder público no será un partido político sino una pandilla al asalto del poder.
Jorge Fernández Ruiz
A cuántos de los miembros o militantes de los partidos políticos en México, les queda clara la importancia del ideario político del instituto político en el que dicen participar, si con su accionar demuestran no tener ni el más leve asomo de lo que esto significa. Por desgracia la inmensa mayoría de quienes dicen pertenecer a un partido político en este país, no tienen la más remota idea de lo contenido en los documentos básicos de su partido político, y esto viene sucediendo en mayor grado en los últimos tiempos, donde ni siquiera parece existir un real sentido de identidad y verdadera pertenencia a los mismos.
Pero este esquema prevaleciente en las bases militantes de los institutos políticos, de igual manera existe aún entre un gran número de los cuadros políticos de esos partidos, y por ende, no soportan inteligentemente argumentos que hagan diferencia entre el pensamiento de ellos y sus oposiciones, cuando como dice Jorge Fernández Ruiz en su libro Poder Legislativo “Al margen de preceptos jurídicos, la ideología, y en su defecto el ideario o conjunto de ideas y programas que orienta el quehacer de un partido político, no sólo configura el elemento aglutinador del mismo, sino que suele permear la actuación de quienes alcanzan un escaño o curul en los cuerpos legislativos, en consonancia con tales ideas y programas”.
Todo parece indicar que el hecho de que toda organización política que aspire a obtener registro como partido político nacional deba precisar sus principios ideológicos de carácter político, económico y social, al disponer de una declaración de principios, que deberá contener una serie de requisitos mínimos, pasa por ser sólo una situación meramente protocolaria, que se inicia y termina cuando estas organizaciones políticas la presentan ante la autoridad electoral, y jamás hacen nada por que la misma sea conocida por sus cuadros y militantes.
Muchas son las ocasiones en que hemos sido mudos testigos de supuestos debates entre miembros de diferentes partidos políticos, que al momento de hacer uso de la palabra no hacen distingo de elementos ideológicos que los diferencien de sus opositores, y lo que en realidad presentan cuando dicen que fijan sus posiciones en sintonía con su ideario político, son unos híbridos incomprensibles que lo único que denotan es desconocimiento de su declaración de principios, e ignorancia entre los elementos que distinguen una posición ideológica de otra. En una sola intervención son capaces de manejar diferentes características de los idearios de sus oposiciones como si fueran propios, y no distinguen en dónde principia y dónde termina la conceptualización sobre cada tema con apego a su ideología, y pasan de una posición liberal a una socialdemócrata, y después finalizan con alguna argumentación demócrata cristiana.
En muchas ocasiones he señalado el poco interés que hoy prevalece hacia las ideologías, y por lo mismo, comprendo el vaciamiento que la actividad política tiene en la historia reciente de México; pero lo que en realidad me preocupa es que esta idea de restarle importancia a las ideologías, ha llevado a un plano de grave futilidad el quehacer político partidista, permitiendo que la práctica política sea cada vez más insulsa.
Siempre que hago recuento de esta situación, regresa a mi memoria un suceso que hace algunos años viví en las oficinas del Comité Directivo Estatal del PRI. Quien en aquellos momentos se desempeñaba como dirigente estatal de ese partido, me presentó a un grupo de jóvenes entusiastas que estaban interesados en convertirse en dirigentes estatales de la organización juvenil del PRI, recuerdo que yo les pregunté a los citados jóvenes si estarían dispuestos a someterse a un examen sobre la historia y los documentos básicos de su partido, a lo cual me dijeron que sí, pero que les diera unos días para estudiar, entonces, les dije que me permitieran hacerles sólo una pregunta, algunos asintieron y otros dudaron, pero yo aproveché para preguntarles cuál es el lema de la organización que pretendían dirigir, tristemente ninguno lo sabía, con lo cual me quedó claro qué tipo de militantes eran y qué tipo de dirigentes serían. Por cierto el lema del Frente Juvenil Revolucionario es: En defensa de la nación.
Cuando uno analiza el desprestigio que hoy tiene la política partidista en nuestro país no puede sustraerse al hecho de que existe un generalizado desinterés de los propios militantes y cuadros de partido, por conocer su historia y sus documentos básicos, amén de que existen otras muchas situaciones que abonan a la fragilidad en la preparación de los políticos en este país.
Hace unos días iniciamos en esta casa editorial en conjunción con Incubadora Política, Podemos Cambiar y la Universidad Cuauhtémoc, un diplomado en Liderazgo Político, y para sorpresa de todos los involucrados la respuesta rebasó nuestras expectativas, con agrado nos sorprendió ver el interés de un nutrido grupo de jóvenes en participar en el mismo. En lo particular considero que estas iniciativas podrán coadyuvar a que las condiciones de formación político ciudadana alienten la participación de mujeres y hombres que podrán ser los próximos candidatos independientes, y que tendrán en rigor un mejor esquema de preparación que les permita desarrollarse con solvencia en los espacios en que definan su participación, al final del camino considero que aún Podemos Cambiar.