El smartphone en el aula / Discere - LJA Aguascalientes
21/11/2024

 

El objetivo de la aplicación de las TIC en la educación no es conectar a los estudiantes o darles acceso a las herramientas de la informática (…) El objetivo es potenciar a los actores del proceso educativo y hacerlos más creativos, comunicativos, mejor preparados y más capaces como individuos.

                                                              Jacinto Domínguez Andrés

 

Se dice que en los 80 el símbolo de la época fue la computadora, que en los 90 fue el Internet y que en los tiempos actuales es el teléfono inteligente o smartphone, y no cabe duda que es un adelanto tecnológico maravilloso, ya que viene siendo una computadora portátil, fácil de mover y manejar, con la que el usuario tiene comunicación y diversión a todas horas y en todo momento; y eso es lo malo, que se puede llevar a todas partes y que empieza a ser como una extensión del propio cuerpo, a grado tal, que algunas personas tienen problemas para prescindir de él.

Esta dependencia es fácil de observar en cualquier lugar, personas que fijan su mirada en la pantalla o teclean con nerviosismo y ansiedad, mientras ignoran a los que están a su alrededor, rayando en faltas garrafales de educación. Es evidente que este fenómeno ya está interfiriendo con ciertas actividades, pero es en el aula donde más impacto está teniendo, puesto que afecta de manera importante la atención y el aprendizaje, y donde el alumno se las ingenia para evadir la vigilancia del profesor. Claro que para ser justos hay que señalar que en algunas ocasiones son los propios maestros los que no pueden desconectarse y lejos de dar ejemplo a sus alumnos, hablan por celular durante la clase sin respeto alguno.

Con esa salvedad, lo cierto es que el dolor de cabeza de un profesor ya no es que los alumnos cuchicheen entre sí sin prestar atención a su clase, ahora el problema es que los alumnos se aíslan con sus teléfonos y “cuchichean” con quien quiera que esté en su mundo virtual,  sin atender lo que ocurre en el aula; por lo que la sesión se convierte en una lucha del maestro por lograr que el estudiante se concentre en el estudio y deje su teléfono por un rato.

Las teorías educativas más vanguardistas justificarían inmediatamente esta conducta del estudiante afirmando sin recato que la culpa es del profesor y su aburrida clase, porque el alumno necesita estar motivado y es evidente que su teléfono lo atrae mucho más que una clase rígida y tediosa. Este discurso ya nos lo sabemos y, aunque son muchos los factores que inciden en la falta de interés del alumno por el estudio, siempre se culpa al maestro y se califica de anticuada su metodología. Pero el problema no es ése, el problema de fondo es que las nuevas tecnologías evolucionan con tanta rapidez que el maestro no tiene el tiempo suficiente para adaptar sus métodos a las mismas, mientras que los alumnos nacen  y se desarrollan con ellas, asimilándolas con una gran facilidad.

En la actualidad, hay algunos autores que están promoviendo el uso de los smartphones con fines didácticos, para que el alumno aprenda mientras lo utiliza. Ideas hay muchas: desde desarrollar una clase con mensajes de texto, hasta crear cortos y concursos de fotografía, pasando por grabar clases de matemáticas y subirlas a videos para estudiarlas. Hay casos de éxito como en las escuelas de  Austin, Chicago y Boston, que tienen clases de Biología, Matemática, Química, Ciencias y Estadística a través de sus teléfonos, en simulaciones participativas, donde los estudiantes reciben y trabajan los contenidos. Otra experiencia de éxito es la enseñanza del inglés en Perú o en la India a través del smartphone.


Como éstos hay otros muchos casos en los que el teléfono inteligente puede ser usado para aprender, sin embargo, no todos coinciden en que estos métodos sean muy eficientes y que, si bien con ellos adquirieron algunos aprendizajes, lo cierto es que los alumnos no están interesados en utilizar su smartphone para estos menesteres. Una cosa es que suplan la función de la computadora en ejercicios puntuales como los que mencioné, pero otra muy diferente es que les priven del placer de navegar, escuchar música, chatear o jugar para cambiarlo por la actividad de estudiar con ellos.

El teléfono inteligente es una pesadilla para el profesor, es cierto, pero también es cierto que tiene un enorme potencial como herramienta didáctica y, aunque aún son pocas las experiencias de su uso en educación, la verdad es que vale la pena intentar conciliarlo con alumnos y profesores en actividades de enseñanza y aprendizaje para que les sirva a ambos y se acaben las tensiones en el aula.

Obviamente, la integración del smartphone como apoyo didáctico exige una serie de condiciones de cobertura e infraestructura, además de la capacitación del maestro en nuevos métodos; todo ello sin dejar de lado la necesidad de darle a los alumnos una sólida formación en hábitos como el autodominio, la disciplina o el saber acatar las normas, para que sean capaces, entre otras cosas, de apagar su smartphone cuando así se precise y de paso que aprendieran el arte de conversar y dirigirse a los demás dándoles su lugar y su tiempo. Hay que poder combinar el uso del celular en el aula con una buena formación, para que el resultado sea óptimo.

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Twitter: @petrallamas


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