En la medida en que se ha venido liberalizando el inicio de la vida sexual activa (a edades más tempranas) y de que las condiciones para iniciarla no están tan condicionadas, como antaño, al trato y al tiempo; el número de parejas sexuales para los y las joven puede llegar a ser tan amplio como para no saber a ciencia cierta quién es el padre de la descendencia y por lo tanto no saberse responsable de la procreación de la misma. La procreación consciente hace una separación entre la sexualidad y reproducción, o entre la sexualidad erótica y la sexualidad reproductiva.
Al no saberse padre y al no saber la madre quién la embarazó, implica la pérdida de linaje patrilineal (tan exigido por las originales sociedades capitalistas) toda vez que la acumulación de bienes, más allá de las necesidades inmediatas, parte de la posibilidad de heredar a los hijos los negocios y riquezas, lo que en estas circunstancias no se puede garantizar. La alta promiscuidad hace difícil la determinación del padre de un hijo, de ahí su carácter generalmente matrilineal (un padre no sabe quiénes son sus hijos, mas sí lo sabe lógicamente la madre, y por tanto también su hijo sabe quiénes son sus hermanos).
La figura paterna de los hijos, será más fácil encontrarla entre los hermanos de la madre, máxime si éstos permanecen en el hogar de la abuela (la más de las veces por estrategia de supervivencia económica). Mis hermanos son los hijos e hijas de mi madre y mis “hijos” o descendientes los hijos de mis hermanas, dado que siguiendo la línea materna no habrá dudas de que son mi sangre. Las nuevas generaciones pueden permanecer en la casa materna más tiempo que las anteriores y conocer una convivencia multigeneracional, centrada en la madre de mayor edad, quien puede administrar bienes familiares más de acuerdo con criterios y prioridades que priman la canasta básica.
A diferencia de la sociedad patrilineal occidental, un padre inconsciente no transmite su linaje, ni sus bienes y no posee autoridad social alguna sobre el hogar. El papel de ley, de represión y prohibición, serán representadas por el tío materno (tipo personaje de Disney). Él es entonces el poder y la figura que se idealizará como autoridad y modelo a seguir, así como será el personaje en el que se depositarán las pulsiones hostiles de rivalidad. No será entonces aquel personaje freudiano de la “novela familiar neurótica”, sino el descubierto por Malinowski, cuando al estudiar la sociedad matrilineal trobriandesa, vio alejarse al padre de una concepción fisiológica de la paternidad, para enfatizar en una dimensión psicológica de las estructuras sociales. Se puede sentir lo mismo con el tío o contra el tío que con el padre, el asunto es de autoridad.
Así, el matrilinaje es un sistema de linaje en el que la adscripción del individuo se realiza por la vía materna, por lo que los ancestros familiares principales son parientes de la madre. En muchas sociedades con matrilinealdad el nombre familiar, las propiedades familiares y las herencias provienen de la familia de la madre, tías y abuela. Los hijos de los varones quedan adscritos a la familia de la madre de los hijos no a la del padre.
Otra forma sucesoria obviamente matrilineal es aquélla en la que una hija sucede a su madre.
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En esta organización, generalmente la autoridad es ejercida por el tío materno o avúnculo, el cual es el centro del grupo, su varón principal. El marido no pertenece al grupo.
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En la sociedad matrilineal, forman parte del grupo los hermanos y hermanas de la madre de una persona. Los hijos de la mujer son miembros del grupo de la mujer (no del grupo del padre).
En las favelas de Brasil se está presentando este modelo de familia, tanto como en muchas zonas marginadas de América Latina. El modelo se ve alimentado también por los nidos vacíos que empiezan a ser jefaturados por mujeres viudas, donde acuden hijas e hijos a entregar los nietos para su cuidado.