Es de esperarse que la Suprema Corte de Justicia de nuestro País sea el refugio a nuestros derechos cuando éstos han sido atropellados, ya sea por un particular o por el mismo gobierno. Es, en teoría, la última salvaguarda del orden y del deber ser. La Suprema Corte de Justicia representa el enmiendo, la corrección, el encausamiento de la vida civilizada y un coto a los poderes de facto, ya sea los económicos o los políticos. Desafortunadamente nuestra Suprema Corte de Justicia no lo es.
Ahora con el caso de la liberación de la secuestradora francesa Florencia Cassez, se ha vuelto a poner en evidencia que nuestro máximo orden colegiado obedece a los poderes de facto y no representa el santuario a la justicia y a la verdad que debería de ser. Pero no se trata de la primera vez que nuestra máxima autoridad judicial ha ejercido en contra de la verdad y del derecho. La más indignante resolución de esta corte, claro, después de esta liberación de la criminal francesa, fue cuando Jorge Castañeda Gutman, antiguo Secretario de Relaciones Exteriores durante los años 2000 a 2003, intentó presentarse como candidato independiente a la Presidencia de México. En esa ocasión, los ilustres ministros que conforman la Suprema Corte, resolvieron que no podía haber candidaturas independientes para la presidencia de la República, sino que cualquier aspirante al puesto debería de ser respaldado y propuesto por un partido político.
Parafraseando a Carlos Fuentes, se podría decir que “La eminencia parió un ratón”, o bien usar el refrán español de que “La montaña parió un ratón”. Esa resolución de que un ciudadano mexicano no tenía el derecho, consagrado en la constitución, de “Votar y ser votado” nos mostró con claridad que nuestra Suprema Corte de Justicia sólo sirve a los grandes poderes del país y no a los ciudadanos mexicanos. Pero no se trata de un mal endémico de la sociedad mexicana únicamente. Hace unos días se vivió el caso de la Corte Suprema venezolana que tuvo “la puntada” de decir que el desaparecido electo presidente Hugo Chávez, no necesitaba hacer presencia física ni tomar juramento para ejercer el poder desde su incierto paradero. Así, en Venezuela, su máximo órgano colegiado, sirvió al status quo por sobre el derecho y la verdad. Resulta muy difícil que los magistrados supremos de cualquier país, se sustraigan a la debilidad de ser influenciados o comprados por los poderes de facto, máxime cuando sus nombramientos proceden del mismo poder al que están protegiendo. ¿Dónde quedaron la honestidad, la justicia y el honor? Parece que estas tres palabras, Honestidad, Justicia y Honor se encuentran en el mismo sitio incierto donde está el mandatario venezolano: escondidos del mundo y de la opinión pública.
El peor de los males es que esta falta de decoro no se circunscribe sólo al mundo de la política, sino que se ha permeado por todos los ámbitos de todas las sociedades modernas. Desde los países más desarrollados como Estados Unidos e Inglaterra, hasta los países más pobres como Angola, pasando por el mundo árabe, Latinoamérica, y Asia. Ya sea en los concursos arreglados de Literatura donde se les otorga el premio a escritores consagrados para que las editoriales garanticen la venta de su producto, o acusaciones de plagio como la del premiado Nobel español Camilo José Cela cuando fue premiado por su obra La Cruz de san Andrés que le valió el “Premio Planeta” en 1994. El mundo deportivo es también el nítido reflejo de la situación de nuestras sociedades y la degradación de los valores elementales de nuestro mundo. El escándalo del ciclista Lance Armstrong, siete veces ganador de la prestigiada competencia “La Tour de France” que fue exhibido por haber usado sustancias prohibidas para mejorar su rendimiento físico, y haber hecho trampa al hacerse transfusiones de sangre para burlar los controles de antidopaje de la competencia, muestra la mala intención y la falta de honestidad del deportista.
En el beisbol de las Grandes Ligas de Estados Unidos abundan los ejemplos de deportistas que usaron sustancias para mejorar su rendimiento: Barry Bonds, Roger Clemens, Alex Rodríguez, José Canseco, Mark McGwire, Rafael Palmeiro, Sammy Sosa, Manny Ramírez, etc. En el patinaje artístico el sonado caso del ex marido de la patinadora Tonya Harding, Jeff Gillooly, que contrató a Shane Stant para que le rompiera una pierna a Nancy Kerrigan y así evitar que ella participara del Campeonato de Patinaje Artístico de los Estados Unidos. Luego de una práctica, Stant golpeó a Kerrigan, hiriéndola en una pierna. Ella no pudo patinar en la competencia, y Tonya Harding ganó. Ambas fueron elegidas para el equipo olímpico de 1994. La corrupción de la asignación de los juegos olímpicos de invierno de Salt Lake City en 2002; el corredor de pista Ben Johnson en Seúl; el árbitro de básquet ball Tim Donaghy que apostaba en los juegos donde él arbitraba; el Juventus, equipo del futbol italiano que arreglaba juegos con otros equipos, etc. El mundo de la cultura, del deporte, de los negocios y, indiscutiblemente el de la política, reflejan con su corrupción el estado de nuestras sociedades actuales, y la necesidad de un replanteamiento de lo que necesitamos para vivir en sociedad. ¿Cuándo volverán los tiempos en que lo importante era vivir con honor, con Justicia y con Decoro?