Perdón por intolerarlos - LJA Aguascalientes
16/11/2024

Sin pena ni gloria se cumplieron los primeros 100 días del PRI en el gobierno estatal. En ninguna parte está escrito que sea obligación de una administración rendir cuentas al cumplir una centena, pero la fascinación que ejercen sobre el conjunto los números redondos eleva las expectativas. Se espera un corte de caja que permita ir descubriendo los logros, conocer el camino trazado hacia el cumplimiento de las promesas de campaña.

El discurso gubernamental con motivo de esa fecha, deja mucho que desear. Habla, sobre todo, de una estructura endeble, dispersa, que deja al titular del ejecutivo cargar con todo el peso, con todas las culpas, un gobernador rodeado de espejos que no escucha más que su propia voz.

Por el empeño de Carlos Lozano en ser gobernador del Estado, la salida fácil es creer que el mal proviene del autoritarismo, sin embargo, centrar la mirada sólo en los defectos del titular del ejecutivo deja de lado la responsabilidad a la que están obligados todos los funcionarios de gobierno. Reducir todo para culpar a Lozano de la Torre exime de su compromiso al resto de los actores políticos y, de nueva cuenta, es una aceptación implícita por parte de los ciudadanos del modelo paternalista, una muestra de cuánto nos falta para escapar de la necesidad de un caudillo.

Culpar sólo al gobernador de la banalidad de los datos con que se informó del cumplimiento de los cien días muestra la facilidad con que nos acomodados en un esquema que, tarde o temprano, permitirá encontrar un chivo expiatorio. Habla de la incapacidad para exigir una rendición de cuentas clara y que tome en cuenta a los ciudadanos.

No faltará el santón que se empeñe en sólo acusar al gobernador, el opositor a todo que se da baños de pureza señalando con su dedo de fuego, el de todo o nada, el que exige el uso de los calificativos deshonrosos desde la comodidad de su vida clase mediera. Es cierto que la crítica es urgente, pero centrarla en una persona promueve la impunidad.

A cien días, sería necesario contar con un análisis serio de las razones por las que el PRI está gobernando Aguascalientes, no la lista tramposa de Antes y Después con que los corifeos del gobierno muestran cómo el PAN echó a perder todo, o las estadísticas que sirven para apantallar a los más jóvenes e intentan borrar a golpe de números los sexenios en que el PRI gobernó con resultados sociales y económicos similares a los de gobiernos recientes. Desigualdad, falta de oportunidades, inequidad y pobreza no surgieron en el estado desde hace 12 años, por más que en la gráfica se muestra que en las últimas dos administraciones se acentuó la gravedad que producen estos males.

Si el gobierno estatal es incapaz de generar información de utilidad para el análisis de su desempeño es porque nadie les está hablando, no se les está recordando que es necesario examinar las causas por las que están en el gobierno.

Cuando los priístas recuperaron el gobierno de Aguascalientes cometieron el error de no hacer una pausa en el camino para reflexionar sobre las causas  del carro completo, les pareció que por la forma en que arrasaron con sus contrincantes no era necesaria una pausa para analizar por qué lograron de todas todo, con los ayuntamientos de los once municipios, la mayoría en el Congreso local y el gobierno del Estado en las manos, ¿quién iba a ser el valiente que iba a detener la música de la fiesta para pedir un análisis de las causas?

A lo anterior, es necesario sumar la enorme cantidad de elementos que los otros partidos aportaron para ser vencidos. Al Partido Acción Nacional le bastó subirse a los puestos administrativos poco más de un par de sexenios para mostrar de qué están hechos sus candidatos, para mostrar que no supieron dar el paso de la oposición al gobierno, desde la chabacanería santurrona de Alfredo Reyes Velázquez (por decir lo menos), pasando por la ineptitud déspota de Felipe González, hasta la corrupción desvergonzada de Luis Armando Reynoso. Del resto de las organizaciones políticas, nada o poco bueno se puede decir, pasmados por su incompetencia, pero sobre todo por el ansia de poder, los más astutos malbarataron sus cuotas a cambio de las alianzas que les permitieran seguir viviendo del presupuesto público, mientras que a otros les basta simularse como opción y todo lo que tienen que ofrecer son gestos inútiles como la abstención, el testimonio improductivo o la discrepancia festiva.


A toro pasado es fácil señalar que era evidente que el PRI iba a ganar las elecciones, el contrincante más serio estaba (está) inmerso en disputas internas, hundidos sus líderes en una piscina de estiércol donde es imposible discernir quién generó el material que se arrojan a tortazos, no se necesitaba hacer mucho para obtener la victoria, quizá sólo prometer, y eso hicieron, lo prometieron todo, la vuelta del progreso, una nueva política, el cambio.

El haber obtenido el carro completo hace olvidar que previo a la designación de candidatos, un partido fragmentado se disputaba los puestos, que todos le entraron a la descalificación y a las patadas bajo la mesa, los más evidentes: Isidoro Armendáriz haciéndole el feo público a Carlos Lozano, Lorena Martínez desmarcándose del partido para evidenciar las carencias del resto de sus compañeros, el berrinche de Gabriel Arellano y sus compinches para asegurar las migajas del pastel. En algún momento se habló de la cicatrización necesaria, que era indispensable recomponer las relaciones al interior del partido, su triunfo arrollador los hizo dejar para después que es nunca ese momento.

El carro completo que arrasó en las elecciones gracias a la corrupción de los gobiernos panistas, hoy es una máquina sin empuje que avanza por la pendiente aprovechando las inercias. Basta ver el comunicado de prensa de los 100 días.

En La Jornada Aguascalientes, las ocho columnas del jueves 10 de marzo anunciaban: “Cumple gobierno estatal 100 días con fin a rupturas”, ¿eso es todo?, ¿la evidencia de que una administración se tardó más de tres meses en ponerse de acuerdo?, ¿cuáles rupturas?, ¿las broncas del gabinete por acomodar a los ahijados en la nómina?, ¿la falta de decisión de los funcionarios para armar un equipo de trabajo?, ¿la falta de guía para realizar el trabajo de todos los días?

Cuando señalo que el gobernador está en un salón lleno de espejos, me remito a lo difundido por sus responsables de prensa, quienes no fueron capaces de elaborar un discurso coherente sobre lo que se ha realizado en estos 100 días. Dejando a un lado la redacción descuidada, las faltas de ortografía y los atropellos a la sintaxis, los encargados de elaborar el mensaje muestran carencias básicas en el manejo de la información.

Se confunden los logros con las promesas, se enredan en la mezcla de deseos con realidades. Al final queda la sensación de que la intención de adular al gobernador anula su capacidad de análisis. ¿No hay quién le plantee a Carlos Lozano los distintos escenarios políticos, económicos, sociales y culturales por los que puede llevar su administración al Estado?, ¿las juntas de gabinete son la predisposición al aplauso, la reunión para aventarse la bolita?

¿Quién le va a decir a Carlos Lozano que sus funcionarios no están haciendo el trabajo? Cierto que no ayuda el que él mismo se presente como secretario de Desarrollo Económico, sin embargo, eso no debería detener que esté informado, que sepa que en todas las dependencias lo que reina es el desorden y encargados de despacho que todos los días se empeñan en demostrar que el puesto que no saben qué hacer con el puesto que tanto ansiaban.

Lo peor, su propio gabinete culpa al gobernador, adelantándose al fin del sexenio, ya se escucha en voz baja a los funcionarios culpar al titular del ejecutivo, de todo se le responsabiliza, si no hay recursos es porque él no quiere, si se despide a trabajadores es porque así él lo quiso, si no se atienden demandas de los ciudadanos es porque a él no le interesa… secretarios y directores que han encontrado en escupir a cielo la única forma de realizar la tarea para la que fueron contratados.

El sexenio pasado ya tiene su chivo expiatorio, la ambición y soberbia de Luis Armando Reynoso Femat permite centrar todos los males en un solo personaje, pero no es el único culpable. No tendrían que suceder las justificaciones como están ocurriendo en los primeros cien días, porque dentro de poco tendremos declaraciones cínicas de ex legisladores que en el afán de obtener un cuartito de plana en los periódicos señalan que no cumplieron con su trabajo, que se hicieron patos, como el caso de Jesús Martínez, que sin vergüenza alguna declara que como diputado no hizo su trabajo al momento de elegir a los consejeros del Instituto de Transparencia. Hoy pagamos la ineptitud de ese descuido, hoy el ex diputado puede ir gritando al ladrón, al ladrón, sin que nadie le señale las consecuencias de su incompetencia.

¿Cuántos días se tendrán que cumplir para que los funcionarios de hoy culpen a Carlos Lozano y se eximan de responsabilidad alguna?

El mismo funcionario que hoy corre zalamero y hace constar los saludos del gobernador a la menor provocación, es el mismo que el día de mañana se quejará amargamente de que no lo dejaban trabajar, que sólo seguía instrucciones.

Tampoco los medios estamos haciendo nuestro trabajo, comprados o amenazados, lentamente nos hemos convertido en replicadores del comunicado oficial y compendios de nota roja. Páginas sin análisis ni propuestas. Testigos atentos de la descomposición de un gobierno formado por mudos y sordos que sólo saben agachar la cabeza.

Mientras tanto, los funcionarios irresponsables, acomodados ya todos en el gobierno, sólo acechan el proceso electoral del 2012 para saber hacia dónde han de navegar lo que reste del sexenio.

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Director editorial de La Jornada Aguascalientes
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