Las ocurrencias / Desde la Redacción - LJA Aguascalientes
24/11/2024

 

 

Hola, esto es un monólogo sordo, sin hoja de ruta alguna; reminiscencias íntimas de un reportero, que es lo que queda luego del atahualpista andar y andar de los caminos de la comunicación. Mi libreta de apuntes empezó a llenarse hace muchos años de jeroglíficos que sólo yo entiendo, por aquello de la privacidad y los extravíos. Cuando las perdía eran un “crimen perfecto”, porque nadie las descifraba.

Aquéllos eran tiempos en que México se gobernaba con las ocurrencias, por ejemplo, las de un candidato presidencial que se iba a pasar la Navidad al desierto de Baja California Sur y se llevaba con él a “la fuente”; o “investía” de precandidatos a gobernadores o banqueros como el profesor Benito Solís Luna (+) y luego les quitaba la escalera y los dejaba colgados de la brocha, a mitad del desierto potosino; o apoyaba a la formación de grupos guerrilleros para que luego viniera su frívolo sucesor, con Arturo Durazo Moreno y Francisco Sahagún Baca al frente, a cazarlos como soldaditos de plomo en la feria; o las de aquel sucesor que durante un vuelo a Puerto Vallarta paseaba nervioso a bordo del Quetzalcóatl, repitiéndose una y otra vez: “Al regreso voy a decirle a la prensa que defenderé el peso como perro”, como todavía recuerda Memo Meza, aquel oficial del Estado Mayor Presidencial que “hospedara” a este reportero en aquella travesía del avión presidencial y que hoy, a sus más de 80 años de edad, se mantiene vigente como asistente nada menos que de otro señorón, Óscar Argüelles, coordinador de Comunicación Social de la Cámara de Diputados; un par de tipazos. Isabel Zamorano, de Excélsior –no sé si aún dirija a El Sol de México-; Ada Juárez Delfín, de El Heraldo de México; e Irma Fuentes, de Novedades, entre muchos otros compañeros de la fuente presidencial, no le creyeron a este reportero de La Prensa entonces, cuando al reagruparse con ellos en el aeropuerto vallartense, luego de los honores de ordenanza al lado del Gabinete, les comentara: “Le he ‘sugerido’ al señor presidente que nos haga favor de explicarnos, al regresar a México y a bordo del avión presidencial, cuál es la situación de la economía mexicana y, en especial, del peso”… Y así ocurrió.

Como digo, eran tiempos que a México lo gobernaban las ocurrencias, en contra de las cuales estaban los empresarios, como Manuel J. Clouthier, entonces aguerrido presidente de la Coparmex, que saliera furioso de la Cámara de Diputados en 1982 cuando aquel mismo presidente anunciara la estatización bancaria, una ocurrencia que le costaría mucho al país… Los años pasan más rápido de lo imaginado y de pronto me encuentro en 1988, en la campaña presidencial panista de Maquío, convencidísimo de que “La mujer dormida debe dar a luz”, según el sesentaiochero libro de Ayocuan, que le era tan de cabecera a él como a Luis Donaldo Colosio El arte de la guerra, de Sun Tzu; el punto fue que no le hizo caso cuando Salinas le pidiera bajarse, para cumplir sus compromisos con la tripleta Diego Fernández de Ceballos-Carlos Castillo Peraza-Luis H. Álvarez, con la que tampoco estuvo de acuerdo Clouthier. En una parte de aquella campaña, la más difícil para este reportero, fue cuando el sinaloense “echó mano a sus fierros, como queriendo pelear”, y ante unas 5 mil personas en la explanada de Ciudad Satélite, reclamara airado la nota de El Universal, que decía que formaría un nuevo partido político si un segmento de distinguidos panistas insistía en adelantar su adhesión a un triunfo que aún no se producía, el de Salinas, precisamente. “Mis amigos, esa información es de mala fe, dice que…”, y mientras decía eso Maquío clavaba su electrizante mirada en este servidor: “¿Quién te dio esa información?”, me reclamaba Clouthier una y otra vez; yo sentía que se me echaba encima la gente. Hice a un lado mi código de ética, que me dicta no revelar a ninguna autoridad civil mis fuentes, me acerqué a su oído y le di el nombre de mi fuente. Su rostro cambió, se desvaneció su enrojecimiento y palideció, enmudeció; reconoció que de aquella reunión secreta que había tenido en Monterrey la noche anterior, se había filtrado el dato pero sólo a este reportero. A partir de ahí estrechamos una gran amistad. Por eso, el 1 de octubre de 1989, le pedí a mi director Luis Sevillano Uguet, me permitiera investigar el accidente automovilístico en que perdiera la vida Manuel J. Clouthier. Luego de consultarlo con Juan Francisco Ealy Ortiz, fue aprobada mi propuesta, el problema fue que Manuelillo –como le decía su papá a su único hijo varón- “se arrugó”. Cuando lo visité en Culiacán para avisarle que empezaba ese trabajo, porque no me convencía la versión del accidente, me dijo tajante que la familia no quería más ruido. Ni hablar, me discipliné respetuoso, pero Lucia, Rebeca y en especial Tatiana Clouthier Carrillo –cuyo carácter es el más parecido al de su padre- no estuvieron de acuerdo con su hermano y desde entonces han manifestado su inconformidad con la versión oficial, acerca del fallecimiento de su padre. Como digo, este monólogo no tiene hoja de ruta, acaso subrayar que el PAN practica sus desaseados métodos desde hace mucho tiempo, como en sus ocurrencias de este 2013 en Aguascalientes.


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