Imágenes de Aguascalientes
En año en que (casi) nos clausuraron
Cronista del municipio de Aguascalientes
Cuando el mundo comenzó a, digamos, reabrirse, luego de los meses más difíciles de la pandemia coronavírica; más intensos, quizá uno de los términos más usados fue el de sana distancia. Todo se marcó de acuerdo con esta divisa. En los espacios públicos, los cines, los templos, etc., se clausuraron espacios. Como si se tratara de vestigios arqueológicos, todavía se aprecian en el suelo de algunos lugares sacros las calcomanías que marcan el lugar que debía ocupar la gente a la hora de comulgar, etc., para no estar tan cerca con una cercanía peligrosa. (En estos días en que me he estado acordado de aquellos otros, con este asunto de la distancia, viene a mi memoria aquella canción maravillosa, tan sensual, Sabor a mí, la frase “nuestras almas se acercaron tanto así, que yo guardo tu sabor…” ¿O es Sabor a ti?).
Por cierto que una de las recomendaciones sobre las que se insistió fue que se omitiera el saludo de manos, y menos los abrazos y los besos. ¡Nada de eso, pobre humanidad! Para subsanar semejante omisión se inventó una forma de saludo que perdura hasta nuestros días, con los nudillos.
En fin… Este aislamiento ordenado desde el Ombligo de la Luna, abrió para todo el mundo un sinfín de posibilidades. Por lo pronto para muchos ocurrió lo que nunca; lo impensable, a menos que fuera uno jubilado, porque se abrió un periodo sin fin previsible en el que, literalmente, no había nada qué hacer. Desde luego no eran exactamente vacaciones, pero se le parecían. ¿Qué hacer?, ¿qué hacer? Entonces se abrió la posibilidad de hacer lo nunca hecho; lo que cada uno trajera en mente. Tal vez fuera el momento para hacer aquel arreglo en casa eternamente postergado, ponerse al día con alguna actividad, tener un auténtico descanso, agotar la cartelera de las plataformas cinematográficas, leer El Quijote, o Guerra y paz, o cualquiera otra obra monumental de esas que exigen una atención de 200%, navegar en los mares profundos de la Internet; aprovechar alguna de las múltiples opciones que se abrieron. Le doy un trío de ejemplos de esto último: la Metropolitan Opera de New York, aparte de cancelar sus temporadas de 2020, abrió su página y ofreció cada día una ópera, en verdad producciones soberbias, y lo mismo hizo la Orquesta Filarmónica de Berlín, y hubo conjuntos de cámara que también ofrecieron su música y ponían una cuenta bancaria para recibir cooperaciones, porque de otra forma nomás lo subsistían.
Porque esta fue otra, y tremenda. Quienes tuvieron asegurado el salario pudieron hacer todo lo anterior y más, pero hubo muchas personas que perdieron el empleo y se quedaron sin ingreso, en una situación que indudablemente puso a prueba las redes de solidaridad entre amigos y parientes, así como la creatividad de los afectados…
Pero los que no sólo no se quedaron sin trabajo, sino que se les incrementó de manera considerable, hasta alcanzar con alguna frecuencia niveles que rayaron en el heroísmo, fueron quienes integraban el personal médico. A ellos se les rinde homenaje mediante los pendones instalados en el Palacio de Gobierno, con una Plaza de la Patria (ni modo, le cambiaron el nombre de Plaza de Armas a Plaza de la Patria) prácticamente desierta. Por desgracia los pendones no mencionan a otro personal hospitalario fundamental, las enfermeras, los intendentes, etc., todos aquellos que arriesgaron la vida para acompañar a los enfermos y a veces pagaron con la vida su vocación. (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).