Si alguien pensó que la segunda administración de Donald Trump sería un paseo tranquilo por el parque financiero, los mercados y los economistas ya se encargaron de desmentirlo. La guerra comercial del magnate ha desencadenado más incertidumbre económica de la que se vivió durante la pandemia, y, como en toda batalla mal planeada, las víctimas son los consumidores, los inversionistas y hasta los propios votantes que le devolvieron la Casa Blanca.
El Banco Central Europeo (BCE) ya lanzó su advertencia: el panorama actual es incluso más volátil que en los días oscuros del COVID-19. Los aranceles aparecen y desaparecen como trucos de magia, dejando a empresas y gobiernos tambaleándose. Luis de Guindos, vicepresidente del BCE, resume el problema en pocas palabras: “Parece que todos los días se impone un nuevo impuesto, o se retira un impuesto anunciado”. La inconsistencia de Trump en su estrategia comercial no solo está afectando a Estados Unidos, sino a toda la economía global, y la OCDE ya anticipa un impacto significativo en México, Canadá y hasta Europa.
Una recesión Made in Trump
Los datos no mienten: la OCDE ha rebajado sus previsiones de crecimiento global, situándolo en 3.1% este año y proyectando una desaceleración a 3% en 2026. En Norteamérica, las cosas pintan aún peor: la economía de México, altamente dependiente del comercio con Estados Unidos, está en caída libre con una contracción del 1.3% este año y del 0.6% el siguiente. Canadá no escapa de la tormenta y verá su crecimiento desplomarse hasta un triste 0.7%. ¿Y Estados Unidos? Tampoco se salva. Su economía pasará de un ya mediocre 2.2% en 2024 a un 1.6% en 2025, la tasa más baja desde 2011 (sin contar, claro, el desastre pandémico de 2020).
Pero si el golpe a los números no fuera suficiente, la OCDE advierte que los costos ocultos serán aún mayores: inversión empresarial frenada, inflación elevada y tasas de interés más altas de lo que la Reserva Federal quisiera. En términos simples: un cóctel explosivo que dejará a los consumidores pagando la cuenta. Y no será barata. Se estima que los hogares estadounidenses podrían perder hasta $1,600 anuales debido a los efectos de la guerra comercial.
El mito del “Trump económico” se desmorona
Durante su primer mandato, Trump vendió la idea de que su capacidad para gestionar la economía era su mayor fortaleza. Pero los primeros meses de su regreso a la presidencia están demostrando que, al menos en este ámbito, su magia podría estar agotándose. Las encuestas reflejan un cambio drástico: ahora, la percepción de su manejo económico es más baja que en cualquier otro punto de su primera administración, incluso peor que su aprobación general.
Los votantes parecen estar perdiendo la paciencia. Mientras la inflación sigue por encima del 2% que la Reserva Federal considera saludable, la promesa de “aplastarla desde el primer día” se ve cada vez más lejana. De hecho, encuestadores señalan que la frustración con los precios elevados—que hundió a Biden en las elecciones—podría terminar siendo la piedra en el zapato de Trump si no muestra resultados concretos. Y hasta ahora, su enfoque ha estado más en la inmigración y en desmantelar agencias federales que en resolver la crisis del costo de vida.
Inflación: el nuevo enemigo en la Casa Blanca
El más reciente Índice de Precios al Consumidor (IPC) ofrece un respiro temporal, con una inflación anualizada del 2.8% en febrero, ligeramente mejor de lo esperado. Sin embargo, este dato es engañoso, ya que todavía no refleja el impacto de los nuevos aranceles de Trump. Y si algo han aprendido los economistas en los últimos años es que la inflación tiene memoria larga: una vez que los precios empiezan a subir, es difícil hacerlos bajar sin causar daño colateral en el empleo y el crecimiento.
Las empresas financieras como Goldman Sachs ya advirtieron que los aranceles probablemente mantendrán la inflación elevada, mientras que la Reserva Federal podría verse obligada a retrasar cualquier recorte de tasas de interés. En otras palabras, Trump está jugando con fuego: si los precios siguen subiendo y el crecimiento sigue bajando, podría estar creando la tormenta perfecta para una nueva recesión.
El precio de una guerra comercial mal calculada
Para quienes aún creen que los aranceles solo afectan a las grandes corporaciones, la realidad es otra: cada aumento en los costos de importación se traduce en precios más altos en los supermercados, en las gasolineras y en las tiendas de ropa. Según la OCDE, si Trump escala su guerra comercial, la inflación mundial podría acelerarse en 0.4 puntos porcentuales en los próximos tres años, restando hasta 0.3 puntos porcentuales al crecimiento global.
Pero quizás lo más irónico de todo es que, mientras Trump insiste en que los aranceles “fortalecerán a Estados Unidos”, la evidencia apunta a lo contrario. Los mercados financieros ya están reaccionando con volatilidad, y la OCDE advierte que, a largo plazo, estos impuestos comerciales perjudicarán más a EE.UU. de lo que recaudarán en ingresos.
¿Y ahora qué?
La gran pregunta es si Trump cambiará de rumbo antes de que sea demasiado tarde. Su historial sugiere que no, y sus asesores republicanos parecen más preocupados por venderle la narrativa de que sus votantes querían exactamente esto: una revolución comercial a toda costa. Pero la realidad es terca, y los datos muestran que la inflación y el crecimiento lento ya están minando la confianza del electorado en su capacidad para manejar la economía.
Si la historia nos ha enseñado algo, es que las guerras comerciales nunca terminan bien para nadie. Y esta no parece ser la excepción. Mientras tanto, el resto del mundo observa con escepticismo, esperando que el costo de los aranceles no sea demasiado alto para una economía global que apenas se estaba estabilizando tras la pandemia. Porque si hay algo seguro, es que cuando Estados Unidos estornuda, el resto del mundo se resfría.