Europa responde a Trump con aranceles estratégicos solo dirigidos a estados republicanos - LJA Aguascalientes
15/03/2025

La política comercial internacional tiene una forma peculiar de ajustarse cuentas. Y es que, si bien la Unión Europea (UE) podría haber respondido de manera genérica a los nuevos aranceles impuestos por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre el acero y el aluminio europeos, decidió ser un poco más… estratégica. En lugar de lanzar un golpe indiscriminado, Bruselas diseñó una jugada quirúrgica: impactar directamente en los estados republicanos, los mismos que dieron el triunfo a Trump en las urnas.

El paquete de represalias comerciales de la UE, valorado en 26,000 millones de euros (equivalente a los 28,000 millones de dólares que EE.UU. ha impuesto en gravámenes a las importaciones europeas), tiene un blanco claro: productos emblemáticos de los estados republicanos como la soja de Luisiana, la carne de Nebraska y Kansas, el bourbon de Kentucky y hasta las motocicletas Harley-Davidson. La estrategia es tan evidente que un alto funcionario europeo la describió sin rodeos: “Intentamos golpear donde duele”.

¿Cómo empezó el conflicto?

La historia no es nueva. Durante su primer mandato, Trump ya había usado la política de aranceles para “proteger” la industria estadounidense, lo que llevó a una respuesta similar por parte de la UE. Pero ahora, en su segundo periodo en la Casa Blanca, ha vuelto a la carga con una tarifa del 25% sobre el acero y el aluminio europeos, lo que generó la inmediata reacción de Bruselas.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, lo dejó claro: “Mientras EE.UU. aplica aranceles por valor de 28,000 millones de dólares, nosotros respondemos con contramedidas por valor de 26,000 millones de euros”. ¿Diplomacia comercial o una vendetta bien calculada? Depende a quién se le pregunte.

¿Por qué la UE apunta a los estados republicanos?

El objetivo es presionar a Trump desde donde más le duele: su base política. Los productos elegidos para los aranceles europeos provienen de territorios que han sido fieles al Partido Republicano y que, en teoría, podrían ejercer presión sobre la administración de Trump.

Luisiana, cuna de la soja estadounidense, hogar del presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, es uno de los estados más afectados. Nebraska y Kansas, con su producción cárnica, también están en la línea de fuego. Y ni qué decir de Kentucky y Tennessee, donde el bourbon es más que una bebida: es parte de la identidad cultural y económica. No es casualidad que la UE haya seleccionado estos productos; es una jugada maestra que busca incidir en la política doméstica estadounidense a través del bolsillo de sus electores republicanos.

Dos fases de castigo comercial

Bruselas tiene todo planeado en dos tiempos. Primero, el 1 de abril, se reactivarán las “medidas de reequilibrio” que se aplicaron entre 2018 y 2020 y fueron suspendidas tras la llegada de Joe Biden. Esto afectará bienes por valor de 8,000 millones de euros. Luego, el 13 de abril, se sumará un nuevo paquete de aranceles por 18,000 millones de euros, elevando el costo total de las contramedidas a 26,000 millones de euros.

El mensaje está claro: si Trump quiere jugar a los aranceles, la UE no solo participará, sino que lo hará con precisión quirúrgica.

Reacciones y consecuencias


Desde Washington, la Cámara de Comercio de EE.UU. ha pedido moderación, advirtiendo que esta guerra arancelaria “solo perjudicará el empleo, la prosperidad y la seguridad a ambos lados del Atlántico”. Sin embargo, en Bruselas no parecen preocupados.

De hecho, la UE ya ha explorado alternativas para no depender del comercio estadounidense. En el caso de la soja, Europa está encantada de comprarla en Brasil o Argentina. En cuanto a la carne y otros productos agrícolas, acuerdos recientes con Mercosur han ampliado sus opciones de suministro. En otras palabras: si los productores republicanos sufren, será más por las decisiones de Trump que por las de la UE.

¿Un punto de inflexión?

Si algo ha demostrado esta guerra comercial es que la política de “América Primero” de Trump tiene costos reales. Lejos de revitalizar la economía estadounidense, los aranceles han generado incertidumbre, afectado cadenas de suministro y, como advierte Von der Leyen, “provocarán subidas de precios tanto en EE.UU. como en Europa”.

En un mundo interconectado, el proteccionismo rara vez resulta beneficioso a largo plazo. Y mientras Trump sigue viendo la palabra “tariff” como “la más hermosa del diccionario”, la UE ha demostrado que también sabe jugar a ese juego, pero con un toque de precisión y, quizás, un poco de revancha bien calculada.

Vía Tercera Vía


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