Vladímir Putin ha sorprendido al mundo con su nueva disposición a un alto el fuego en Ucrania, pero, como en cualquier buen contrato con letra pequeña, hay una serie de condiciones que convierten su “sí” en algo más parecido a un “cuando me convenga”. Mientras Estados Unidos y Ucrania ya han acordado una tregua de 30 días, Moscú sigue con su eterno vaivén de declaraciones ambiguas, tácticas dilatorias y exigencias que parecen sacadas de un manual de negociación imposible.
El Kremlin ha dejado claro que no se trata solo de dejar de disparar, sino de garantizar una “paz duradera” abordando las “causas profundas del conflicto”. Traducido del ruso diplomático, esto significa que Ucrania debería aceptar una serie de condiciones que ya eran inaceptables antes de la invasión a gran escala de 2022. Entre ellas, renunciar a la OTAN, reconocer la anexión de Crimea y las cuatro regiones invadidas, aceptar una zona desmilitarizada que incluye Odesa y, por si fuera poco, desmantelar su propio gobierno. Un acuerdo de paz que, para Ucrania, equivale a una rendición sin matices.
Un alto al fuego que podría ser “un obstáculo para la paz”
Como si todo esto no fuera suficiente, el asesor de Putin, Yuri Ushakov, ha argumentado que el cese de hostilidades “podría ser un obstáculo para la paz” (porque nada dice “paz” como seguir bombardeando ciudades ucranianas). Según Ushakov, la tregua solo daría a Kiev la oportunidad de rearmarse, por lo que la única forma de avanzar es asegurarse de que Ucrania no pueda defenderse nunca más. Una lógica que haría sonrojar incluso a los estrategas más maquiavélicos de la historia.
Mientras tanto, Putin sigue su propia coreografía. En una rueda de prensa junto a su homólogo bielorruso, Alexander Lukashenko, ha asegurado que el Kremlin apoya la propuesta estadounidense, pero que aún hay detalles que deben resolverse. Entre ellos, definir quién verificará el cumplimiento de la tregua y, claro, decidir qué hará Rusia con esos 30 días: ¿continuará con su ofensiva en Kursk? ¿Exigirá más concesiones? ¿O simplemente usará la tregua para rearmarse?
La negociación “a la rusa” y las dudas de Occidente
En Washington, las señales son mixtas. El enviado especial de Trump, Steve Witkoff, ha llegado a Moscú con la esperanza de concretar la tregua, pero las declaraciones del Kremlin no han hecho más que aumentar el escepticismo. Para muchos analistas, esto es un simple juego de desgaste en el que Putin busca ganar tiempo, presionar a Occidente y desgastar la moral de Ucrania.
Mientras Trump intenta presentarse como el gran negociador que puede resolver el conflicto con una llamada telefónica, su enfoque ha generado críticas dentro de su propio país. Congresistas estadounidenses han acusado a Putin de “criminal de guerra” y han advertido que cualquier acuerdo que implique concesiones excesivas a Moscú sería un error estratégico.
Por otro lado, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski ha dejado claro que ve en todo esto una nueva maniobra rusa para alargar el conflicto. “Esperamos que la presión de Estados Unidos sea suficiente para obligar a Rusia a poner fin a la guerra”, ha afirmado.
Putin en el frente: ¿mensaje de paz o de guerra?
Mientras las negociaciones se desarrollan entre declaraciones contradictorias, Putin ha decidido reforzar su imagen de líder en control apareciendo en el frente de batalla en Kursk, vestido con uniforme militar. Una imagen que no parece precisamente la de alguien con intenciones pacifistas. De hecho, durante su visita, ordenó a sus tropas “destruir completamente al enemigo” y aseguró que Rusia estaba cerca de recapturar por completo la región, tras la ofensiva ucraniana del año pasado.
Esto plantea una pregunta incómoda para quienes todavía creen en la posibilidad de un acuerdo: ¿Putin realmente busca una paz negociada, o solo está utilizando la promesa de una tregua como una distracción mientras sigue su ofensiva?
El mismo juego de siempre
El patrón de las negociaciones con Rusia no ha cambiado: Putin dice que está dispuesto a hablar de paz, pero al mismo tiempo sigue bombardeando ciudades, imponiendo condiciones inasumibles y jugando con los tiempos para obtener ventaja. La pregunta no es si habrá una tregua de 30 días, sino si alguna vez existió la intención real de que esa tregua llevara a algo más que una pausa estratégica para el Kremlin.
Estados Unidos sigue presionando, Ucrania sigue resistiendo y Rusia sigue con su guion de siempre: decir que está dispuesta a la paz, pero solo si es bajo sus propios términos. Y esos términos, hasta ahora, no han cambiado ni un milímetro desde antes de la invasión.